¿En qué cambia un político cuando va a otro partido político?

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¿En qué cambia un político cuando va a otro partido político?

Miércoles, 04 Abril 2018 00:06 Escrito por 

En sus cimientos, los partidos políticos nacen con la inspiración de una ideología que dejan plasmada en sus documentos básicos y, ésta, se convierte en la parte esencial que le da forma al pensamiento ideológico por el que habrán de regirse, la lucha que motivará su quehacer político, la formación de sus cuadros con una cultura de identidad, para que, al momento de resultar favorecidos por la voluntad de los ciudadanos defiendan esa inspiración para velar por el interés de los que depositaron su confianza en ellos y cumplir con lo que ha sido fundamental para darle la razón de ser de su instituto, con un sentimiento de pertenencia.

Cada partido cumple con las exigencias para su registro, lo que queda de constancia ante la autoridad electoral y, bajo esa condición, seleccionan, o deberían hacerlo, a los mejores candidatos para cada cargo de elección popular. Dicha selección debe ser minuciosa, desde valorar la aceptación del prospecto en la comunidad, distrito o municipio a la que se pretende gobernar o representar, el conocimiento de la problemática social, la defensa del sustento ideológico de su partido político, entre otras consideraciones también importantes.

Si se revisan los documentos básicos de cada uno, y que son el origen de su existencia, se podrá conocer su motivación, sus postulados fundamentales, hacia dónde pretenden dirigirse, bajo qué corriente ideológica, bajo qué conceptos. Así como poder identificar sus metas, las propuestas de desarrollo, su concepto de justicia social, su estructura, qué defienden, en qué basan su ideología, para entonces entender su lucha, porque habrá que comprender la idiosincrasia que los distingue ante los demás.

Al menos eso debería ser, para distinguir su política a través de los postulados, si se identifican como de izquierda, de centro o de derecha, lo que podría dar la oportunidad al ciudadano de elegir por cuál de las opciones políticas se siente identificado y, a la postre, representado. Para ello existen muchas opciones y el pueblo, en forma individual, puede decidir a través de su voto secreto, al que desea que habrá de representarlo.

Para eso sirven las votaciones, para contestarles a los políticos en razón a sus proyectos y visión respecto de la solución de los muchos problemas que aquejan a la sociedad, que se está de acuerdo y que se comulga con la forma en la que propone pueden darle solución a éstos pero, en especial, el cómo habrá de solucionarlos, porque es precisamente lo complicado, cómo se le dará solución y en consecuencia, qué resultado esperar y a cambio de qué.

Pero, ¿qué sucede en la realidad?, ¿dónde quedan sus principios, las ideologías revolucionarias, la garantía del respeto a los documentos que les dieron origen y que deberían dejar tranquilos a quienes los eligieron? ¿En qué debe apoyarse la confianza que les depositó quien los eligió y les dieron la oportunidad de gobernar y manejar los hilos de la administración con los recursos que a través de los impuestos deben cuidar para su mejor aplicación?

La elección no es un favor, es la aceptación del pueblo para brindar la oportunidad del trabajo que se le está encargando al representante elegido, al que en su momento, se le exigirá explique a detalle sobre los recursos gastados, en qué y por qué, es su obligación y es derecho de todos saberlo, porque en una democracia gana quien tiene un mayor porcentaje del universo de votantes, pero se gobierna para todos, no únicamente para los que votaron por ellos.

No obstante, la realidad se encuentra muy alejada de lo que debería ser una inspiración, quiebra la idea en una pared llamada egoísmo, como si los representantes y políticos en general le hicieran un favor al que los contrató. No sólo en muchos de ellos la soberbia es su forma de ser, sino la indiferencia insultante del interés colectivo para perseguir un interés puramente personal.

De otra manera, no se entendería el por qué de tantos cambios de partido, por qué el interés de ir de cargo en cargo, ¿por el bien del gobernado? Por supuesto que no, ojalá y en realidad eso los motivara. A éstos se les conoce como “chapulines”, a menos que puedan responder sobre cuál es la ideología que defienden, o ¿será que sólo desean asegurarse una dieta que cuesta a los contribuyentes miles de millones de pesos?.

Con descaro vemos a quienes hoy están en el PRI, o en el Verde o PAN, PRD, MORENA, o cualquier otro y, el día de mañana, o incluso hoy por la noche, ¿por qué no? con los verdes o los amarillos o rojos, morados y del color que sea, parece que eso no importa; pero debajo de ese supuesto color ¿qué hay? Son los mismos, los que estuvieron, los que están, y lamento decirlo, los que estarán, defendiendo a otro equipo, a otros colores, otra propuesta, porque ¿suya?, no puede ser; porque si escucháramos su interior con honestidad, sería tal vez, quiero que me elijas para seguir viviendo a tus costillas, con el jugoso salario que me darás, sin tomar en cuenta tu parecer.

O, ¿en dónde está la diferencia? Ejemplos sobran, podemos mencionar a Ruth Olvera, quien gobernó el municipio de Tlalnepantla por el PAN y ahora quiere gobernar Atizapán con Morena; o qué tal Juan Rodolfo Sánchez Gómez, quien gobernó Toluca por el PAN y ahora buscará hacerlo por Morena; y no se diga de los pluris, sí, aquellos que ya tienen asegurado su lugar sin gastarse la suela de sus zapatos, que antes pertenecieron a uno y hoy a otro partido; ejemplos sobran, y la pregunta que se plantea… “¿En qué cambia un político cuando va a otro partido político? La respuesta es simple, en nada, son los mismos.

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio