De manera muy peculiar, un obispo, del estado de Guerrero, manifestó que ha hecho acuerdos con un líder de la delincuencia organizada para que las próximas elecciones en esa entidad transcurran con tranquilidad y que el principal compromiso que hicieron es el de no asesinar candidatos.
Qué pena y preocupación deben darnos estas declaraciones cuando la paz de nuestro país depende del compromiso de un líder religioso con la delincuencia organizada.
¿En dónde ha quedado el Estado de derecho?, ¿en dónde ha quedado el derecho de los mexicanos de vivir en paz? y ¿en dónde quedó el orden público que el Estado debe procurar haciendo que se cumpla la ley?.
El secretario de Gobernación lo dice bien: el Gobierno no pacta con la delincuencia, pero ¿en dónde están esas acciones de fuerza jurídica y policial que demuestren esta afirmación? porque el no pactar con la delincuencia es acabar con ella.
Sin señalar culpables, porque eso sería tema de otra columna, debemos entender que el Estado ha fallado en el ataque contra la delincuencia organizada; tomemos como ejemplo el sur de nuestra entidad, en donde los vecinos platican historias sobre cómo las camionetas con hombres armados se pasean libremente; cómo las extorsiones acaban con negocios y desintegran familias, y cómo la impunidad hace que los ciudadanos honestos vivan aterrados con la posibilidad de ser secuestrados en cualquier momento.
Y no se trata de gobiernos o partidos políticos, se trata de políticas públicas que incidan en todos los ámbitos de la sociedad; se trata de educación, de valores, de un servicio público honesto y eficaz, de tácticas policiales eficientes, de policías bien pagados, entrenados y con la camiseta bien puesta y de que cada quien cumpla con su obligación como ciudadano. En lo personal, me asusta y me preocupa que un ministro religioso, de la religión que sea, se dedique a hacer convenios con la delincuencia en lugar de cumplir con su obligación de dar paz espiritual a su congregación y, lo más preocupante, que reciba regalos costosos de la misma delincuencia; eso es un delito que debe investigarse y sancionarse.
Se dice que la guerra directa contra la delincuencia organizada causa muchas muertes; otros critican la falta de acciones, y no se llega a un acuerdo, pero el ataque debe hacerse con inteligencia. Es cierto que es totalmente falto de ética el exponer al ciudadano común a morir entre dos fuegos, pero también lo es que no hagamos lo necesario para procurar que cumpla la ley. Y la discusión será por mucho tiempo, entre aquellos que opinan que es inútil la guerra sin cuartel a los delincuentes y entre otros que coloquialmente dicen que sería mejor que regresara Durazo por que él si tenía en orden a los delincuentes.
Vivimos en un Estado de derecho y la autoridad debe hacer cumplir la ley; ya lo decía Rosseau en su teoría del pacto social: “cuando los seres humanos nos reunimos a vivir en sociedad, cedimos parte de nuestras libertades para que un ente mayor tuviera la posibilidad del control social.”
Por cierto; ZAPATERO A TUS ZAPATOS, la religión a cumplir con su cometido de dar paz espiritual a los hombres y el Estado a procurar la seguridad que tanto nos hace falta.
