Si usted vive en Edoméx y tiene menos de 40 años de edad, hoy le queremos contar una tristísima historia. Una desgracia que no debemos olvidar y que ocurrió hace 40 años. Las explosiones ocurridas en una Planta de Almacenamiento y Distribución de Gas Licuado de Petróleos Mexicanos (PEMEX), la mañana del 19 de noviembre de 1984, en San Juan Ixhuatepec, municipio de Tlalnepantla, Estado de México.
Una reacción en cadena que inició a las 5:45 y concluyó a las 7:00 horas de aquel fatídico día. El incidente se produjo por un fenómeno denominado BLEVE, por sus siglas en inglés (Boiling Liquid Expanding Vapour Explosion), el cual consiste en la explosión de vapores que se expanden al hervir el líquido o sustancia que los genera, dentro de un recipiente sujeto a presión, generalmente provocada por una fuga que se sale de control.
Este desastre, provocado por un fenómeno perturbador de origen químico-tecnológico, es considerado de los más graves accidentes industriales en los últimos 50 años en nuestro país, el cual dio inició con la ruptura de una tubería de 20 centímetros de diámetro que transportaba gas LP del Centro de Refinación hacia la Planta de Almacenamiento, específicamente hacia la zona donde se alojaban 6 esferas (2 de 2,400 m3 y 4 de 1,400 m3) y 48 cilindros de entre 45m3 y 270m3.
La sobresaturación de uno de los depósitos y la excesiva presión sobre la línea de transporte de retorno, debido a la fuga en la tubería alimentadora, fueron los probables factores que, con la falta de funcionamiento de válvulas de alivio y mecanismos de control de emergencias, provocó una gran fuga de gas durante diez minutos aproximadamente, que condujo a una fuerte explosión.
La proximidad de asentamientos de población alrededor de la Planta –las colonias San Juan, San José, San Isidro y el Copal–, gran parte ubicadas en espacios no autorizados para uso de suelo habitacional y en condición de pobreza, fue un elemento que agravó el incidente, ya que se encontraban muy cerca de la zona de impacto y las estructuras de las casas eran de materiales combustibles y muy endebles (madera y cartón). Asimismo, existen testimonios que indican que horas antes del desastre hubo reportes de fuerte olor a gas por parte de los vecinos y, de acuerdo a los reportes de PEMEX, en la Planta se encontraban laborando 55 servidores públicos.
El saldo oficial de la tragedia fue de 500 muertos aproximadamente, más de 2,000 lesionados y más de 1,000 personas evacuadas. El polígono de afectación fue de un kilómetro alrededor de la Planta siniestrada y la principal explosión dejó un cráter de 200 metros. Los servicios de emergencia locales fueron rebasados, pues apenas podían controlar las llamas; desafortunadamente muchos bomberos, policías y paramédicos murieron a causa de las subsecuentes explosiones menores que continuaron registrándose en las primeras horas de la emergencia. Otras fuentes indicaron que el número de personas fallecidas fue mayor, debido a la magnitud de la explosión y sus efectos destructivos, especialmente por la onda expansiva y la temperatura alcanzada, muchos cuerpos quedaron desintegrados.
Algunas crónicas de la época refirieron que sobre las vialidades principales, aledañas a la zona, que conducían hacia la Ciudad de México –al metro Indios Verdes, principalmente– se vieron múltiples personas corriendo y subiéndose al transporte público, camiones de carga y autos particulares, intentando huir y pidiendo los sacaran del área, debido al insistente rumor que se propagó, anunciando más y mayores explosiones, un éxodo súbito que generó una psicosis colectiva durante las primeras 24 horas posteriores al desastre.
La Basílica de Guadalupe y la sede de Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional fungieron como improvisados albergues, registrando un aforo aproximado de 1,000 personas. Nadie estaba preparado, no había planeación, ni organización para la atención de emergencias; los recursos humanos y materiales fueron totalmente insuficientes. El ejército se hizo cargo de la zona siniestrada y coordinó –como pudo– las labores de rescate, resguardo y estabilización de la situación. Como siempre ocurre en México, la labor de los ciudadanos voluntarios, hombres y mujeres, se hicieron cargo y se sacó adelante el desastre.
A 40 años de distancia, se reconoce que hemos avanzado mucho en materia de atención y organización de la respuesta ante emergencias y desastres, sin embargo, aún tenemos muchos pendientes por resolver en materia preventiva, ya que se siguen transgrediendo las zonas de restricción y la planeación urbana; se siguen instalando Estaciones de Servicio de despacho de Gas LP y Gasolineras por todos lados, sin regulación, ni restricción, en zonas habitacionales y de alta concentración de personas. Esto debe parar, si queremos evitar una tragedia más. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
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