De los árabes al México guadalupano, la creencia y el ritual, la fe y la identidad, el origen y el milagro de milagros de unir a dos pueblos guerreros, a dos continentes que crearían la sociedad y la cultura del mestizaje proveniente desde los árabes y Mesoamérica, lo logró Guadalupe.
Pasado mañana, se celebra el Día de la primera aparición de la Virgen de Guadalupe al Indio Juan Diego que iba en su trayecto a Santiago Tlatelolco; desde entonces la población más rica e importante de la entonces poderosa capital asentada en la Laguna y que dirigía comercio, caminos y cultura. Con las mañanitas, la tradicional canción de celebración muy mexicana con la que unos y otros nos hermanamos y celebramos como cantantes, como creyentes o como agnósticos lo que nos une.
A la Virgen madre: olor de mirra, incienso, rosas, a muchas rosas –las del milagro- de los feligreses. Ahora en el camino de la calle, con fogones, cobijas, ponche y oraciones. Todas aquellas tradiciones que salieron de un lugar que muchos no creen. La Sierra Morena ubicada al sur de España para llegar a México Tenochtitlán.
Afuera del templo construido por Pedro Ramírez Vázquez: tamales, gorditas de maíz, sopes, quesadillas y los campamentos que contrastan con procesiones ornamentadas del modesto creyente que con sus rodillas sangrantes llega hasta los pies de Guadalupe después de un largo camino desde Puebla o el Estado de México u otros.
Dos amigos cercanos definen con claridad lo que somos: él, señala que primero es guadalupano y después mexicano. Otra, mujer de izquierda se dice guadalupana, y en su salón figura una hermosa imagen de la virgen de Guadalupe. Una misma identidad, una misma lengua, una misma piel a pesar de las múltiples guerras, desacuerdos e intereses; a pesar de lo castellano y mesoamericano, somos auténticamente mestizos. Hoy por hoy nos une Guadalupe.
Para entender y gobernar a México habría que entender este sincretismo y la historia de estos pueblos de manera transversal en el tiempo. El mito de la Virgen de Guadalupe que nació dos veces. Lo afirman los árabes, los castellanos que tuvieron escondida a la virgen en Extremadura por dos o tres siglos, así lo cita Juan Miguel Zunzunegui y lo afirman los mexicanos en el ayate lleno de rosas del Indio Juan Diego.
