México enfrenta desafíos que darán razón del camino que tome en el futuro inmediato. El conflicto llamado Donald Trump absorbe inevitable toda la atención, no nada más por la relación bilateral y la consecuente relación trilateral al que se suma Canadá, derivada del T-MEC, sino que los ojos del mundo están puestos en lo que resulte de las amenazas arancelarias.
Donald Trump se jactaba de haber doblado demasiado rápido a López Obrador; “nunca vi a alguien doblarse así”. El magnate norteamericano ha presumido constantemente que amenazó a AMLO con imponer el 25% de aranceles a todas las importaciones provenientes de suelo azteca, como condición para apoyar su plan de vigilancia dirigida a evitar la migración ilegal, y enseguida como respuesta tuvo el despliegue de 28 mil soldados en la frontera.
Aunque esa declaración estrambótica del republicano se le quiso restar importancia en México para no molestar al tabasqueño, la verdad se supo, porque aquél, en su calidad siempre abusiva, se regodeaba y no se cansaba en presumir que gracias a “Obradour” se habían colocado a esos militares para proteger su frontera, al tiempo que logró obtener el programa: “Quédate en México”. Desprestigio y vergüenza causó la actitud tibia del expresidente que, con ella, le sirvió al republicano para aparecer como el mejor negociador que pudieran tener.
Es por eso que para alcanzar un segundo periodo en la presidencia de E.E.U.U. el adversario de los demócratas se fue a la segura; golpear a México para conquistar las simpatías de los estadounidenses más conservadores y radicales, aquellos a los que no les gusta que su gobierno guarde relaciones comerciales tan estrechas con nuestro país, a pesar de que éstas reportan un importante crecimiento.
No está de más señalar que la relación comercial que contempla el T-MEC es una de las más importantes del mundo. El camino que pretende emprender Donald Trump para sacar provecho, amenaza dicha relación; no obstante, ésta guarda necesidades y dependencia tan divergentes entre ambos países, como fácilmente se puede observar en favor de los norteamericanos; en razón de lo cual, coloca a la presidente recientemente electa Claudia Sheinbaum contra la pared.
Aunque con las respuestas que ha ofrecido Sheinbaum a la envalentonada estadounidense, en apariencia digna de una mandataria de un país que representa a la economía número 15 dentro de las más grandes del mundo, podría ser bien vista, se cierne a las respuestas de los medios de comunicación y deja de lado la diplomacia. Por lo cual, exponerse de esa forma a las declaraciones mediáticas, la conduce a un camino desigual, porque representa una gran ventaja para Trump, quién sabe moverse mejor en ese territorio, que seguramente ya lo tiene medido.
No se puede pasar por alto que quien asumirá de nuevo la presidencia del vecino del norte viene de enfrentar la justicia ante los tribunales de su país y salió airoso, lo que lo hace aparecer como si fuera invencible. México debe tener paciencia, afinar una buena estrategia y dejar el alboroto mediático de lado, centrándose en la forma en la que habrá de afrontar el grave problema que le planta Trump por cuanto a la eventual imposición de aranceles, sin importarle un pepino que esté fuera de las reglas del tratado comercial del T-MEC.
López Obrador se dobló ante una amenaza similar, muy pronto, se negó a enfrentar diplomáticamente al mañoso empresario, nunca estudió alguna otra forma de evitar el abuso, lo que permitió que México terminara por ser nombrado tercer país para recibir una cantidad insultante de migrantes. Cedió y con ello se perjudicó principalmente a los gobiernos fronterizos.
Ahora Trump se presenta con la misma fórmula ante Claudia Sheinbaum, es un ejercicio que ya le dio buenos dividendos, y la respuesta mexicana, no es la mejor por el momento.
Claudia Sheinbaum tiene enfrente un acertijo de crisis diplomática. Desde luego que resolver este tipo de asuntos, por su propia naturaleza, son de delicada atención. Se impone una prueba dura que solo los mejores pueden superar y logran llegar a buen puerto. Algo similar se le presentó al exmandatario estatal mexiquense Alfredo del Mazo; al inicio de su gobierno tuvo que lidiar con crisis política y natural, con ello tuvo en sus manos la mejor oportunidad para mostrarse como un estadista; como un líder que pudo haber sido un ejemplo de la manera en la que debe enfrentarse a la adversidad y resolver.
Está por demás dejar asentado que nada logró; Del Mazo fue tibio, y tibio ni el café se debe tomar, fue, a decir verdad, una verdadera decepción, peor aún, no quiso, ni permitió que su partido metiera las manos para evitar perder el gobierno del Estado, es más, lo cedió en bandeja de plata. Obviamente está muy lejos de lo que pudiera presumirse como ejemplo a seguir.
Pero lo anterior, sirve tan solo para poner en contexto un ejemplo de que los desafíos como el que se le presenta al inicio de su gobierno a Sheinbaum, bien aprovechados, pueden representar el legado de la primera mujer presidente, aunque para ello tenga que alejarse de la presión que ejerce en su persona López Obrador y los personajes que éste dejó para vigilarla.
Es interesante observar qué es lo que decidirá la presidente científica. Mientras tanto, la población debe prepararse para enfrentar una crisis de niveles aún desconocidos. Si Donald Trump cumple con sus amenazas en caso de no verse favorecido con la interminable lista que seguramente tiene preparada para medir los alcances del gobierno mexicano, se avizora un negro panorama. La sumisión, no es opción.