El periodista observa lo decadente de la ciudad. En cada estación del metro, afuera de cada hospital y en parques, el caos de los ambulantes prevalece, dominando una ciudad entre anafres, comidas baratas, fayuca, electrónicos chinos... La Alameda, frente al Gran Teatro de Bellas Artes, se ve nocturnalmente rebosante de prostitución entre adornos que ya marcan la llegada de Halloween, y otros parques son disputados por marihuanos que exigen su espacio para fumar mota a costa de los ciudadanos, de feligreses y de estudiantes.
Mientras Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Morelos, Tamaulipas y, en casi todos lados, los mexicanos sufren desplazamientos, extorsiones, asesinatos indiscriminados y el crecimiento de células criminales, las capturas pequeñas que se anuncian con bombo y platillo no reflejan la paz en la vida diaria de los ciudadanos, aunque las cifras gubernamentales en materia de seguridad digan que van a la baja.
Ubicado frente al ventanal de esa histórica cafetería del Centro Histórico, y mientras sorbe de su café americano sin azúcar, el amanuense no entiende por qué el gobierno no acepta ayuda para sanear la inseguridad, y continúa apegado a una soberanía que nada abona para defenderse del crimen organizado. Las negociaciones para frenar la criminalidad ocurren en oficinas de la DEA y jueces norteamericanos, mientras acá vemos cada día más drones vigilando territorios.
DEA, el portero de México
Por sobre todo lo que vemos, los conflictos se agravan más en las fronteras. En el sur no hay problema: no hay aduanas, solo garitas para disimular cierto control que se cae de vergüenza con las masivas marchas de migrantes por suelo mexicano. Pero nuestro gobierno, solidario con los migrantes, les da chance de avanzar para llegar a Estados Unidos y pretender molestar a los gringos, pese a que, en su trayecto, sean víctimas de delitos como secuestro, robo, extorsión, incorporación a las filas del crimen o prostitución, o terminen enfermos, muertos y afectados por una crisis humanitaria.
Y en la frontera norte, ahí México perdió el control. Estados Unidos cerró los accesos y dejó a los migrantes varados en el país, sin empleo, sin documentos migratorios, sucios y con la advertencia amenazante de que no entraran, a la par del despliegue de las fuerzas de seguridad para deportar mexicanos indocumentados, aprehenderlos y, de esa forma, también cerrarle el paso al tráfico humano.
A México —no, a México no—, a sus políticos les convino la existencia del crimen. Sacaron tajadas millonarias al dejar que operaran, y las drogas fueron su mejor moneda de cambio. Pero ya no. De acuerdo con la DEA, una estrategia eficaz son los guardianes que protegen las fronteras, con acciones esenciales para combatir las operaciones de los cárteles, frenar el flujo de fentanilo, metanfetaminas y cocaína hacia Estados Unidos, e inhibir el tráfico de armas de fuego y grandes cantidades de dinero.
Estados Unidos propone un plan para terminar con eso: un plan que construye guardianes con los que “la DEA y sus socios atacarán el núcleo del comando y el control de los cárteles”. Lo denominan “Proyecto Portero”, que persigue una alianza con las fuerzas nacionales de seguridad e integrar a elementos del orden, inteligencia, defensa y fiscalía, “alineando prioridades y operaciones para que Estados Unidos aplique todas sus capacidades para desmantelar a los cárteles”.
Pero México niega que eso pueda ocurrir. “La soberanía es primero”, dicen, aunque lo mismo pasó con los drones, los espías como el “Kiki” Camarena o los infiltrados en el Movimiento del 68. A mí me parece una buena opción para devolverle la paz a nuestras familias… Solo digo.
Mi X @raulmandujano