En el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo andan desesperados por encontrar “algo” que les pueda funcionar como distractor, con la fuerza suficiente que les permita manejar los escándalos en los que han estado inmiscuidos últimamente y que no encuentran la forma de cómo salir. En particular, por los que les representan los del senador Adán Augusto López Hernández y Andrés López Beltrán (Andy).
Pasando por los problemas que representa para México la nueva administración del presidente Donald Trump como presidente de los EE. UU., así como encontrar la salida al costoso legado que dejó el expresidente Andrés López Obrador, el sexenio actual debe remar contracorriente; particularmente por lidiar con el mandato revolucionado del empresario que vino a cambiar las relaciones diplomáticas, no únicamente con nuestro país, sino con el resto del mundo.
Sin embargo, a su vecino del sur le ha cargado la mano por dos razones fundamentales: la migración ilegal y el tráfico de drogas. Sobre todo, el que les representa el tráfico de fentanilo, que ha referido el mandatario gringo en una gran cantidad de ocasiones como responsable de la muerte de cientos de miles de estadounidenses.
Por esta razón, Trump ha presionado al extremo a la mandataria mexicana para que se detengan ambos; no obstante, éstos son utilizados como pretexto para imponer aranceles a los productos mexicanos que ingresan a suelo estadounidense, pasando por alto el tratado de libre comercio, condición que ha afectado en gran medida a la economía de ambas naciones, pero repercute más a la nación azteca.
México ha tenido que enfrentar una serie de problemas derivados de las exigencias del vecino y socio; no le ha sido nada fácil a nuestro país satisfacer al estadounidense, quien ha encontrado en ellas una extraordinaria veta de poder que aprovecha y exprime a su antojo. Lo ha presumido de esa forma su presidente: “México y Canadá hacen lo que nosotros les pedimos que hagan”.
Aunque, desde luego, la presidenta Claudia Sheinbaum no aceptó tal condición al responder: “En México, el pueblo manda”. Si bien el gringo declaró lo señalado al referirse a la reducción de los cruces ilegales de migrantes en la frontera de Estados Unidos durante los últimos meses, cuando firmaba una orden ejecutiva sobre la seguridad social, lo cierto es que ésta refleja en gran medida lo que piensa de sus vecinos y aún socios.
No obstante, la retórica que pretende Sheinbaum se muestra simple y débil; sin sustento ni fundamento alguno que pueda tener la fuerza de persuadir al presidente Trump; es, más bien, una de las muchas frases utilizadas en cada ocasión que pretende evitar hablar de un espinoso asunto.
“En México, el pueblo manda” no es tampoco una confrontación abierta; es únicamente uno más de los muchos mensajes que van dirigidos a los que considera la mandataria forman parte de su fuerza social, aquellos que bien sabe que están dispuestos a realizar lo que se les pida desde el gobierno o del partido en el poder. En concreto, no sirve de nada tal respuesta como para ponerle cara al presidente Trump ante sus declaraciones llenas de desdén y soberbia.
Es esa la forma de ser del mandatario-empresario. Bajo esas condiciones, es complicado pensar en opciones diplomáticas; el socio ha roto en gran medida las condiciones que prevalecían hasta antes de su retorno a la Casa Blanca. Y nuestro país está obligado a reinventarse de no satisfacer lo que pide el gobierno del republicano, porque la presión continuará cada determinado tiempo.
Frente a todo ello, existe el señalamiento que expresó Trump desde el Despacho Oval de la Casa Blanca: existe una relación “intolerable” entre el gobierno mexicano y grupos del narcotráfico. A partir de éste y otros señalamientos parecidos, se han formado tormentas en la 4T, salpicando a importantes personalidades del movimiento morenista.
Entre los más importantes se encuentran el escándalo del senador Adán Augusto López y los que se refieren a los gobernadores Rubén Rocha Moya, de Sinaloa, o Marina del Pilar Ávila, de Baja California, pasando por el de Andrés López Beltrán (Andy). Por estas razones, Claudia Sheinbaum y demás importantes personajes del gobierno y de Morena han estado ansiosos por encontrar distractores y pensaron haberlo encontrado en la noticia de que el exdirector de Pemex, Carlos Treviño, estaba detenido en Estados Unidos como consecuencia de una solicitud de extradición para ser deportado a México y enfrentar su juicio por el caso Odebrecht.
A pesar de soltar la noticia como estruendosa, aún existen varias circunstancias alrededor del personaje que habría que salvar. El abogado de Treviño, Óscar Augusto Zamudio, ha informado que su cliente fue retenido por una confusión migratoria; no se debe olvidar que fue Emilio Lozoya quien lo acusó y es sabido que éste último fue utilizado por el expresidente Andrés López Obrador para que fuera el testigo estrella que descubriría la corrupción del viejo régimen, resultando en todo un fiasco.
Los esfuerzos por encontrar un distractor para mover la narrativa de las noticias no descansan, ni lo harán; en caso de que no les funcione el antes referido viejo escándalo de Odebrecht como se lo imaginan, que por cierto más apesta a muerto que a novedoso, tendrán que apurarse en resetear los innumerables ejemplos que deben tener del tabasqueño, porque les será muy difícil sacudirse las sospechas cada vez más fuertes de cada vez más mexicanos sobre su “intolerable” relación.