Lo verdaderamente importante, es ver feliz a la presidenta
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Lo verdaderamente importante, es ver feliz a la presidenta

Miércoles, 26 Noviembre 2025 00:10 Escrito por 
Lo bueno, lo malo y lo serio Lo bueno, lo malo y lo serio Alfredo Albíter González

Indefensos. Así es como se quieren presentar los que hoy ostentan todo el poder.
No fue Carlos Manzo, presidente de Uruapan, ejecutado frente a su familia, ni son los otros nueve ediles que corrieron la misma suerte en lo que va de este gobierno, tampoco las decenas de miles de muertos regados en todo el territorio nacional, o los desaparecidos, o los niños con cáncer sin medicamentos, no. La verdadera víctima es quien dirige el destino de México.

Como ocurrió durante todo el sexenio de Andrés López Obrador, ante cualquier situación que afectaba a la población y, como consecuencia, quería levantar la voz para exigir atención por parte de un presidente que se caracterizó por ser indiferente ante el dolor de los mexicanos, la víctima siempre fue él.

Ahora, en respuesta a la marcha de la “Generación Z”, a la que no se le quiere reconocer autenticidad alguna, intentando por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo negar legitimidad en su reclamo de la falta de resultados en seguridad pública y la exigencia de que su gobierno ordene llegar a las últimas consecuencias en el caso de la muerte del edil de Uruapan; la mandataria ha optado por presentarse como víctima y preparar una marcha oficial.

Y no podía esperarse que fuera de otra manera. Como tampoco que los legisladores oficialistas decidieran cerrar filas con ella, a la que se suman los del PVEM y PT. El descaro del aún coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López, acusó a la “derecha”, al empresario Claudio X. González y a Roberto Madrazo de estar detrás de la manifestación; peor aún, se expusieron irresponsablemente nombres de varios jóvenes activistas participantes.

Ricardo Monreal, coordinador en San Lázaro, dijo que, en respuesta a la confrontación mediática que se ha suscitado por la violencia generada por la marcha, han decidido cerrar filas con la presidenta, condenando la violencia que se presentó y llamando a los jóvenes a manifestarse de manera pacífica.

En primer lugar, el senador Adán Augusto tendría que estar separado de su cargo y permitir que se realice una investigación por todos los frentes mediáticos, que no legales, que tiene abiertos. Las sospechas de sus vínculos con el crimen organizado no pueden quedar en el olvido, porque uno de los reclamos de la “Generación Z” es precisamente la falta de consecuencias por las actividades ilícitas que afectan al pueblo. En segundo lugar, Monreal tuerce las cosas colocando a los manifestantes como violentos.

La presidenta no es la víctima; existen en México centenares de miles de personas que sí lo son, y cada una de ellas exige al gobierno cumplir con su función; contrario a lo cual, se ha encargado de minimizar las protestas de la forma más ruin, desviando la atención y criminalizando a quienes levantan la voz.

Importantes plumas del periodismo de México han reconocido que en su momento, estos que hoy gobiernan les asistía la razón cuando reclamaban a las diferentes administraciones que combatieran a los delincuentes; que dieran resultados o, de lo contrario, si no podían, que dejaran sus cargos. Una de las banderas que enarbolaron los que en antaño fueron oposición fue la de no permitir más impunidad y corrupción.

Con el paso del tiempo y con lo que ha demostrado hasta el día de hoy la autodenominada cuarta transformación de la vida pública del país, no ha logrado limpiar de corrupción al ente gubernamental; al contrario, la ha institucionalizado y, para protegerse, han optado por atacar a los que identifican como sus enemigos, perseguirlos y fincarles acusaciones fiscales o penales.

Hoy matan a más alcaldes, a más personas, se cuentan más desaparecidos y se reportan más cobros de derecho de piso como nunca antes. Carlos Manzo es un ejemplo que, sin proponérselo así, dio valor a muchos mexicanos que permanecían en la zozobra para sacudirse del letargo y salir a exigir a la administración federal devolver la paz al país. Al no ver avances, marchan por las calles para gritar su descontento. Pero les cierran el Zócalo, porque los morenistas creen ser dueños de este; amaneciendo sin bandera, blindado con muros metálicos y de concreto y robustecido con decenas de policías armados con gases y escudos con los que se “defienden” de los manifestantes “agresivos”.

Se pretende opacar el derecho constitucional que permite a la sociedad expresar que está harta de su condición y pedir protección a las autoridades, pero nadie hace caso, únicamente se asumen afectados en su imagen; esa cantaleta ya se la sabe el pueblo y la reprueba, como de la misma forma reprueban a la presidenta, que insiste en la descalificación. No en enfrentar las dificultades y llamar a reagruparse para atender lo que padece la ciudadanía, sino para señalar como delincuentes a los que marchan, filtrando sus datos personales sin importarle un cacahuate exponerlos ante quienes, gustosos, están ávidos de servirle y servir a su movimiento. No actúa como presidenta de un país, actúa como líder de su partido, al igual que su antecesor.

Los matices de la movilización y, sobre todo, su desenlace, tienen un fuerte tufo de intervención gubernamental, y las acusaciones penales, a diferencia de otras manifestaciones, lo dejan en evidencia. La secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, ha anunciado, por ejemplo, que quienes cerraron carreteras y vialidades el lunes 24 de noviembre tienen carpetas de investigación abiertas. Se percibe entonces que Sheinbaum ha determinado imponer mano de hierro contra quienes se quejan, pero no lo hace para imponer la ley en contra de los delincuentes.

En los separos de la policía se retuvo a manifestantes de la “Generación Z”; no se reportó que hubiese algún detenido de lo que se hace llamar “El Bloque Negro”. ¿Por qué? Es la pregunta que recurrentemente se hacen analistas y pueblo en general. La suspicacia de que ese grupo sirve a intereses del poder le da color, porque, curiosamente, nunca aparecen cuando hay alguna manifestación liderada por Morena.

Hay una pregunta más. ¿Qué necesita Sheinbaum para ser feliz?

Esa es la preocupación de los morenistas, proteger a su representante; qué importa que es precisamente ella la mujer más poderosa del país, qué importa que sea la Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas de México, qué importa que tenga a su disposición al Congreso, al INE, a los órganos que ya no son autónomos, al Poder Judicial, y la posibilidad de manejar los recursos de todos los contribuyentes a su antojo, qué importa si decide proteger a su líder y, al mismo tiempo, protegerse ella misma, qué importa la deuda pública que se ha duplicado en los últimos siete años, qué importa la sentencia para la población de tener que pagar esa deuda y las obras emblemáticas de López Obrador, qué importan los desaparecidos, los muertos, la falta de medicamentos, la impericia para ordenar al país. Todo eso no importa, lo que sí importa, y mucho, es que Claudia Sheinbaum sea feliz. ¿Cómo se les ocurre a los manifestantes insultar o exigirle a la mandataria cuando hace todo lo posible por estar bien… con López?

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Alfredo Albíter González

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