El humanismo que transforma: mi vida entre la cultura y la universidad
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El humanismo que transforma: mi vida entre la cultura y la universidad

Miércoles, 08 Octubre 2025 00:00 Escrito por 
Inventario Inventario Jorge Olvera García

La cultura universitaria no sólo es una expresión de belleza: es la memoria viva de un pueblo que aprende a reconocerse en el arte. Desde hace décadas, he tenido el privilegio de recorrer la historia cultural de la Universidad Autónoma del Estado de México desde dentro, primero como artista, después como servidor universitario, y siempre como un humanista convencido de que el arte es una forma de justicia, libertad y esperanza.

El libro 65 años de difusión cultural: entre el arte y la cultura artística en la UAEMéx, de Jorge Rubén López Jiménez y Carlos Alfonso Ledesma Ibarra, es una obra entrañable. Documenta con precisión y amor el trayecto de nuestra universidad a través del arte, la música, el teatro, la danza y la palabra. En sus páginas reconozco no sólo a quienes nos precedieron, sino también a quienes mantuvimos viva la llama cultural para que la UAEMéx continuara siendo una institución de espíritu, ciencia y sensibilidad.

Mis primeros acordes: el arte como destino

A inicios de los años ochenta, cuando la universidad comenzaba a consolidar su identidad moderna, formé parte del grupo Itaki, junto con Luz Anghérida Cárdenas, Jorge Rubén López y Agustín Márquez. Nacimos en el Teatro Universitario “Los Jaguares”, en medio de guitarras, voces y convicciones. Itaki fue más que una agrupación musical: fue un acto de fe en la cultura.

Posteriormente, fundé y pertenecí al grupo Kutzi, de música latinoamericana y canto nuevo, con el cual permanecí más de diez años. En esa etapa confirmé que la cultura es un proceso dinámico, creativo y de enorme pasión; entendí que las canciones, como los pueblos, se transforman, y que el arte se convierte en una manera de respirar libertad.

Una gestión cultural con sentido humanista

Años después, tuve el honor de servir como rector de la Universidad Autónoma del Estado de México (2013–2017). Desde ese espacio impulsé un modelo de gestión profundamente humanista, convencido de que la cultura debía ocupar el lugar central en la formación universitaria.

Durante mi administración se creó la Escuela de Cine, un sueño que tuve desde joven. Los mexiquenses no contaban con ese espacio y, aunque algunos no me creyeron posible, se concretó. Hoy, con enorme satisfacción, veo que ya hay cineastas en ciernes con talento y éxito, orgullosamente formados bajo el sello verde y oro.

Asimismo, se fundaron la Orquesta Sinfónica Juvenil, la Licenciatura en Danza, la Licenciatura en Música y la Banda Universitaria de Marcha, hitos que ampliaron la oferta artística de la UAEMéx y consolidaron su proyección nacional e internacional.

La producción editorial de ese periodo fue la más amplia en la historia de la Universidad, y el ingreso de obra plástica y escultórica al acervo institucional representó la mayor expansión patrimonial artística jamás registrada.

De los libros y la palabra

La vida también me llevó a ser director de la Biblioteca Central Universitaria en 1996, año en que tuve el privilegio de crear y coordinar el primer “Abril, Mes de la Lectura”, festival cultural que hoy se ha convertido en un emblema de la vida universitaria verde y oro. Aquella primera edición sembró un hábito colectivo: leer como acto de libertad, compartir como forma de sabiduría.

Los símbolos del arte universitario

Entre las experiencias más significativas de mi vida académica está haber coordinado, junto al maestro Leopoldo Flores, el vitral Los Elementos, símbolo de la energía y diversidad de nuestra Universidad. También impulsé la creación de la escultura monumental Humanismo que transforma, del maestro Fernando Cano, síntesis del fuego creador y del espíritu humanista que nos define.

Ese mismo impulso dio vida al Teatro Isabelino “Antonio Hernández Zimbrón”, un recinto que honra el arte escénico y la palabra viva. La cultura universitaria se vio además enaltecida con el Doctorado Honoris Causa al escultor Sebastián, quien generosamente donó la majestuosa obra La Esfera Cuántica, que hoy engalana la Ciudad Universitaria.

Encuentros con el arte y la palabra

Durante mi rectorado, la UAEMéx se convirtió en punto de encuentro con grandes figuras de la cultura: Leonardo Nierman, José Agustín, Óscar Chávez, Rodrigo de la Sierra (Timoteo), Joan Manuel Serrat, Antonio Gamoneda y Arturo Márquez, entre muchos otros, compartieron su obra y su visión del mundo con nuestra comunidad universitaria.

Compilamos y reeditamos la gran obra del bardo toluqueño Horacio Zúñiga y del poeta cubano José María Heredia, voces que representan la raíz lírica del espíritu mexiquense y latinoamericano.

La cultura que se hereda y se comparte

En toda génesis y evolución de este tema, no podemos ignorar a quienes construyeron la máxima casa de cultura e identidad. La vida institucional me permitió conocer a gestores, promotores, directores, artistas y escritores que dieron vida a este patrimonio común: Marco Antonio Morales, Salomón Vázquez Varela, Esvon Gamaliel, Héctor Sánchez, Miguel Jaimes, Carlos Olvera, Carlos Héctor González, Eugenio Núñez, Manuel Velázquez, Augusto Isla, Fernando Cano, Leopoldo Flores, Arturo Ocaña, Benito Nogueira, entre muchos otros, quienes con su talento siguen animando el acervo cultural de las Abejas de Lumbre.

Hoy, al mirar hacia atrás y leer 65 años de difusión cultural, reconozco que esa historia colectiva es también mi historia personal. Cada vitral, cada página, cada acorde o verso pertenecen a una misma trama: la de una universidad que se sabe humana, sensible y libre.

El arte, como el conocimiento, no se impone: se comparte. Por eso creo que la cultura universitaria no es sólo patrimonio: es una manera de existir, una pedagogía del alma.

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