En los dos últimos meses hemos visto varias tragedias que parecen distantes, sin embargo, hay elementos que las unen en su esencia y circunstancia. Primero, la explosión de la pipa de gas en Iztapalapa que dejó más de 30 personas fallecidas; segundo, el brutal asesinato de un estudiante de bachillerato a manos de su propio compañero de escuela, en la CDMX; tercero, la devastación de varias comunidades a causa del desbordamiento de ríos e inundaciones en tres estados de la República, dejando un saldo de casi 100,000 viviendas afectadas y decenas de personas fallecidas.
¿Frente a qué estamos? ¿Qué está pasando? Es una crisis sistémica que no es nueva, ni desconocida en nuestro país. Representa el acúmulo de factores subyacentes del riesgo de desastre que se han agudizado tanto que, ante la inminencia de sus elementos detonantes, hemos venido experimentando una tragedia tras otra. Parece que la razón, características y condiciones de una emergencia son tan parecidas una con la otra que lo único cambiante es la ubicación, pero los rostros de indignación, asombro e impotencia son los mismos.
En la más reciente actualización del panorama de riesgos actual del Global Risk Report 2025, dentro del ranking de los diez más latentes y destructivos a nivel global están los conflictos armados que disputan el Estado (23%); los eventos climáticos extremos (14%); las confrontaciones geoeconómicas (8%); la desinformación y posverdad (7%); y la polarización social (6%). Estas cinco condiciones ocupan más de la mitad de los riesgos que amenazan a todo el mundo.
De regreso a la realidad mexicana, ¿qué podemos apuntar sobre estas realidades que avasallan la convivencia social y la seguridad humana de nuestra población? Lo fundamental es reconocer que actualmente vivimos un proceso de transición muy trascendental y profundo que está cambiando las formas de relacionarnos con el medio ambiente, con el trabajo y el modo de producción de la riqueza de las naciones, pero lo más grave es la propia convivencia entre los seres humanos y la tecnología.
Podemos identificar cuatro transiciones que están cambiando el mundo como lo conocíamos apenas hace poco más de 10 años. La primera y más importante es la transición climática y medioambiental, cuyas consecuencias inocultables y ya irreversibles determinarán en poco menos de otros diez años las reglas de convivencia con el entorno; la segunda, determinada y agudizada por la primera, es la transición geopolítica, cuyos estertores presenciamos en la invasión rusa a Ucrania, el genocidio en Palestina y la más reciente amenaza sobre Venezuela, a cargo de Estados Unidos, todos con un antecedente imperial y efectivamente económico-energético, con miras a los próximos 50 años.
La tercera es la transición tecnológica y la sustitución de las actividades humanas básicas reemplazadas por la inteligencia artificial. La banalización del acto de razonar, memorizar, discernir, recordar y ejecutar tareas sencillas, pero determinantes en la construcción de un criterio y la facultad de tomar decisiones. Hoy las personas prefieren decidir en los videojuegos, en la realidad virtual y el sexting que salir a la calle y conocer a otras personas. Esto último se conecta con la cuarta transición, que es la de la convivencia social. La tasa de natalidad es la más baja en los últimos 30 años; los jóvenes ya no salen de antro, no toman alcohol y comienzan a prescindir de las relaciones sexuales; el teletrabajo y el IoT atan a las personas a un asiento todo el día; el sistema de pensiones está devastado y la seguridad social también.
¿Y todo esto qué tiene que ver con los desastres? Se llama Gobernanza del Riesgo y, en líneas generales, trata de las condiciones mínimas para gestionar los factores subyacentes del riesgo asociados a los fenómenos económicos, políticos, sociales, culturales y ambientales que se esconden detrás de cada catástrofe y de cada calamidad. La pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, el racismo, la polarización, la gentrificación y un largo etcétera de problemas sociales que tenemos que gestionar, y para eso sirve la Gobernanza del Riesgo. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
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