La gente está que ya ni el sol la calienta en el sur del Estado de México. Desde hace días, los municipios de Tejupilco, Luvianos, Amatepec y Tlatlaya viven escenas sacadas de otros tiempos: filas interminables, gente cargando garrafones, transportistas varados y comerciantes preocupados y molestos porque no hay quien les venda gasolina. Pero eso no es lo peor, nadie les ha dado la cara, nadie explica por qué otra vez el sur se queda a la deriva.
Parece que el desabasto de combustible no es solo un gran problema logístico, sino la imagen repetitiva de un abandono histórico. Esta región, tan golpeada por la falta de empleo, la inseguridad y la ausencia de inversión, ahora se enfrenta a otro duro golpe, a otro gran problema: la inmovilidad porque no hay combustible. Aquí, cuando no les frena el miedo, les frena la escasez. Dicen que, una vez más, parece que el gobierno mira hacia otro lado, como si el sur no existiera en el mapa. Piden a Pemex hacerles llegar de manera urgente el combustible.
La gente está molesta, cansada, decepcionada. Dicen que no es justo que quienes madrugan para trabajar tengan que hacer fila por horas solo para conseguir unos litros, o que el transporte esté paralizado. Ni hablar del comercio: los pequeños negocios, que sobreviven desde hace años con gran trabajo, ahora no pueden mover mercancía. ¿Cómo se supone que vivan los ciudadanos si no pueden moverse, ni vender, ni producir?
Pero lo más grave es que esta crisis llega en un momento en el que la delincuencia se supone que perdió control. Pero en realidad no es así. Lo dicen los propios pobladores. En algunas zonas hay gasolina, sí, que se vende “por debajo del agua”, pero muy cara. El Estado ausente deja espacios vacíos, y cuando eso pasa, otros los ocupan. Pemex no entra, otros llegan de nuevo. Así de simple. Y así de peligroso.
La explicación, seguramente por parte de las autoridades federales, será que hay “problemas de suministro”, que “pronto se restablecerá”, que “no pasa nada”. No, esto no es solo un contratiempo, es una emergencia en la región. Hay que dejar claro que sin movilidad no hay economía, y sin economía no hay paz. Los pueblos del sur mexiquense no pueden esperar que alguien desde la Ciudad de México se acuerde de que ahí están. Alguien debe resolverles, ya.
Es urgente que el gobierno federal actúe. Que les manden combustible, soluciones y respeto. El sur no puede seguir en el olvido, que solo se menciona cuando hay elecciones o tragedias. Es justo que la “reactivación regional” de la que han hablado una y otra vez los gobernantes realmente llegue.
La gente espera una pipa, un anuncio, una respuesta. ¿Hasta cuándo el sur va a tener que gritar para que lo escuchen? Es claro que al sur no le llega la gasolina, que en verdad les urge a sus habitantes. Pero es mucho más claro que lo que no le han querido hacer llegar, de toda la vida, es respeto y dignidad.