El espíritu del Silbón
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Publicado en Opinión

El espíritu del Silbón

Miércoles, 22 Octubre 2025 00:05 Escrito por 
Desde el Sótano Desde el Sótano Raúl Mandujano Serrano

El periodista relata que los ambientes oscuros y de fogata en el bosque son los mejores aliados de la perturbación siniestra. Y no se diga si también está cerca el Día de los Muertos.

—¿Cree en fantasmas? —me pregunta mi siempre amable waitress Brenda mientras sirve café en mi taza.

—Por supuesto —le respondí—. He tenido incluso experiencias con seres insólitos.

—¿Cuénteme? —me dice mientras a mi lado se sienta.

Una ocasión fui con algunos amigos a un camping en las entrañas del bosque en Temoaya. Debimos caminar hacia un centro para campistas, en las proximidades del Centro Ceremonial, porque la lluvia nos agobiaba. Estábamos empapados.

Era un día de octubre, no recuerdo la fecha, pero fue hace más de 30 años. Al llegar al lugar, el vigilante nos preguntó, mientras encendía una chimenea, si habíamos escuchado algo extraño en el camino.

—No —respondimos.

—Bueno, sí —le dije—. Me pareció escuchar un silbido a la distancia. No era una tonada, más bien como un aullido, pero no hicimos caso; se confundía con el ruido del aguacero y solo corrimos.

—Está bien —dijo—. “No dejen que se apague la lumbre y, por ningún motivo, salgan de esta cabaña. Si vuelven a escuchar el silbido, ¡no se asomen!”. Luego se fue.

—Eso preocupa —comentamos—. Fue raro el mensaje. Por si acaso, teníamos madera disponible para pasar la noche. Destapamos una botella de tequila para distraernos. Aun así, volteé hacia el ventanal. Me pareció haber visto una sombra pasar rápidamente. Durante la noche sentía que algo nos observaba, y coloqué más madera, y de vez en vez le daba un sorbo al alcohol y lo escupía al fuego para que hiciera una llamarada grande. Dormir no podía. Mis compañeros roncaban y yo solo observaba los ventanales. Recordaba las palabras del conserje: “¡No se asomen!”.

Por la mañana desperté. Me había quedado dormido. Miré a todos: no faltaba nadie. El encargado llegó y nos ofreció desayuno, café de olla y huevos revueltos con salsa roja.

—¿Por qué nos hizo esa advertencia anoche? —No entendimos.

—¿Pasa algo?

—Pudo haber pasado —respondió—. Hace muchos años, aquí cerca, por San Pedro Arriba, un hombre de unos 30 años mató a su padre a machetazos. Salió de su casa con el arma ensangrentada, silbando un tono extraño. Los vecinos lo vieron y trataron de detenerlo, pero él se internó en el bosque. Desde entonces vaga por senderos en la noche, silbando. Internarse en el monte podría ser la muerte. Cuentan que su rostro está destrozado. A veces se asoma por las ventanas o toca las puertas esperando que abran. Lo llaman “El Silbón”.

La historia fue inquietante. Por eso desayunamos y nos fuimos. Teníamos prisa por llegar al centro de Temoaya. Todavía, mientras salíamos del albergue, observé en una ventana una mano. Era una de esas huellas que se forman cuando respiras con frío en el cristal…

“El Silbón”

Al final creo que don Emeterio, como se llamaba el vigilante, solo nos quería asustar. Al regresar, investigué. La leyenda de “El Silbón” existe. Se trata de un espíritu inquietante que se escucha silbando en las noches. Su destino se dictó al ser condenado a vagar como un espectro. Su silbido es escalofriante. Su espíritu acecha entonando esa melodía macabra, eligiendo a quienes deben morir.

Años después regresé a ese albergue. Quise reclamarle a don Emeterio que logró su objetivo, que si nos espantó. Pero un nuevo encargado me explicó que ya no laboraba. Se fue sin decir nada. No se llevó ni su ropa ni su gabán. Solo desapareció. La puerta estaba abierta cuando llegaron a buscarlo… Hasta otro sótano.

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