En estos días hemos visto y escuchado a los candidatos a la Presidencia de la República enfrentando entrevistas con profesionales de los medios de comunicación que han dejado claro que no es lo mismo fajarse con grupos multitudinarios, informes, sin cara, que con las y los periodistas en su cancha. Algunos de ellos frenados –alguien les había llamado la atención o advertido no pasarse de la raya con Andrés–, otros francamente molestos, unos más incrédulos ante el panorama, otros más, inteligentes. Buen ejercicio, todavía falto de naturalidad, vamos, de espontaneidad, lugares comunes, evasivas; shows que lograron capturar la atención de audiencias diversas, políticos, grupos de interés, medios de comunicación y ciudadanía que no se los perdieron.
Si la cautela y miedo de los candidatos se advirtió, imaginen a la ciudadanía que no vió por donde resolver la inseguridad, la violencia, la pérdida del empleo o de los pequeños negocios. Frente a ello, Andrés ve las cosas color de rosa al igual que Anaya, mientras Pepe Meade ofrece estrategias específicas. Se vió, se oyó, pero la ira y los deseos de revancha y el hartazgo siguen cegando a un amplio segmento de la ciudadanía.
Sin embargo, la más reciente encuesta de GEA-ISA expresa que las distancias se acortan, como ocurre siempre, rumbo a la recta final. A partir de ahora cada debate, entrevista, promocional, acierto o error vale más, tendrá un costo irreversible. Un exabrupto de López Obrador, una fanfarronada de Anaya o un acto de debilidad de Meade en el segundo debate y los momios no garantizarán nada.
Si bien, otras encuestas y análisis dan márgenes de menos preocupación al puntero, un error serio pudiera ser riesgoso y ahí el mensaje quedará suspendido para siempre entre encuestas y percepciones, en el marco de una campaña con propuestas quiméricas, enmedio de un proceso democrático enclenque, plural, con una sociedad que se derechiza, medios abiertos y empresas dueñas de éstos que le apuestan al vencedor.
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@MargaJimenez4
