Casos de amnistía en el mundo ha habido muchos y México no ha sido la excepción. En algunos, que sin llamarse amnistía, el gobierno recurrió a arreglos o negociaciones con grupos que actuaban al margen de la ley para reintegrarlos a la sociedad sin tener que amenazarlos de cárcel como han sentenciado algunos candidatos a la Presidencia de la República.
A finales de la década de los años 50 y principios de los años 60 del siglo pasado existió una pandilla que tuvo por nombre “Los chicos malos de la Peralvillo". Fue tan famosa y tan aguerrida como treinta años más tarde lo sería la de “Los Panchitos”, de Tacubaya.
Los chicos malos de la Peralvillo eran también conocidos como rebeldes sin causa, inmersos en el fragor del rock&rol de Elvis Presley y de canciones como el rock de la cárcel, género musical que ha prevalecido por más de medio siglo.
Llegaron a ocupar noticias de la nota roja en diarios de circulación nacional de aquella época pero los distinguía que no portaban armas de fuego ni mucho menos fusiles como ahora lo hacen las bandas criminales del narco. No eran sádicos ni secuestraban, ni violaban mujeres. Eso sí, se reunían decenas o cientos de muchachos y se disputaban límites de colonias escenificando batallas campales al estilo de El paso de las Termópilas. Portaban cadenas (clásica), boxers (manopla para puño), palos y algunos hasta cuchillos, pero las armas de fuego eran una rareza.
Aun así llegaron a escandalizar al grado que llamaron la atención de las autoridades del Departamento del Distrito Federal (DDF), regenteado por Ernesto P. Uruchurtu, quien estuvo durante los gobiernos de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Fue con este último, allá por 1966, cuando la banda de barrio de Los chicos malos de la Peralvillo vio su ocaso.
Pero la desaparición de Los chicos malos de la Peralvillo no tuvo ningún desenlace violento ni cárcel en Lecumberri, pese a intensas redadas de la famosa julia que remitía a jóvenes que iban con la novia al pan para ser extorsionados ante un juez, como ahora se usa en muchos municipios del país. Por el contrario, recibieron lo que hoy podría llamarse amnistía.
¿Cómo fue?
Recuerdan los viejos habitantes de la Peralvillo, entre quienes se encuentran ex integrantes de aquella pandilla, que lejos de ofrecer macana y cárcel (como hoy la ofertan algunos candidatos de discurso duro a la Presidencia), el regente Uruchurtu mandó a un emisario a dialogar con la pandilla de Los chicos malos de la Peralvillo para ofrecerles reintegrarse a una vida social productiva mediante empleo dentro de la burocracia del DDF. Muchos tuvieron como destino las filias de la policía, otros en el departamento de limpia o correo y los que cursaban algún estudio o ya tenían una carrera por terminar, en oficinas.
El gobierno de Ernesto P. Uruchurtu consideró que era mejor proponerles una solución de reintegración social que combatirlos con bala, macana y cárcel, lo que seguramente hubiera provocado no sólo un baño de sangre sino más agudización de la rebeldía que denotaba aquella juventud, pues se recuerda que la policía no pisaba algunos barrios de la colonia Peralvillo porque sabía que de entrar iban a ser agredidos y sus patrullas incendiadas por cientos de habitantes de vecindades como la de Beethoven 90 que fue famosa por su población aguerrida formada por familias venidas de provincia, principalmente de la Sierra de Guerrero, y que estaban dispuestos a defender a sus muchachos y su barrio a sangre y fuego.
Cuando allí había un altercado y se llamaba a la policía para que interviniera, en la comandancia simplemente contestaban “allí no entramos, que se las arreglen como puedan”. La amnistía de AMLO, que levantó tanta polémica en su contra, debió haber sido explicada en un contexto similar. Mucha más gente estaría convencida y respiraría con tranquilidad si el candidato de MORENA gana las elecciones para Presidente de la República el 1 de julio.
*Presidente de la ONG Franature.
