En algunas entidades, como el Estado de México, la jornada del próximo 1 de julio implicará, para los más de 11 millones de electores, cruzar cinco boletas: para gobierno municipal, Congreso local, Congreso federal, Senado y Presidencia de la República.
Para bien y para mal, las campañas locales fueron diseñadas para cubrir un periodo de poco más de un mes, de modo que los ciudadanos no tendrán que soportar un vendaval de propaganda y de promesas a raudales.
Para mal, porque justamente esta poli-elección debería permitir a la sociedad tener clara la oferta política de cada candidato, y no una catarata con ofrecimientos donde es complicado hacer diferencias e informar con más puntualidad.
A falta de un esquema mejor, esto es lo que hay, aunque el común denominador que ha acaparado la agenda es la inseguridad, todo lo que se ha padecido en los últimos 12 años en materia de violencia, problema que sin duda ha venido escalando.
Y es aquí donde cada cual ha jalado por su lado, proponiendo desde cambios de estrategias hasta amnistías, con mejores policías bien pagados, capacitados y demás, así como la temeraria incorporación de personas, cooptadas o no, por el crimen organizado.
Si bien es un tema importante, habrá otros que, en el caso de los aspirantes a alcaldes, poco se ha escuchado, como la recuperación de vías de comunicación, calles y avenidas en condiciones verdaderamente desastrosas en las que es imposible transitar, ya sea a pie o en cualquier vehículo.
A eso súmense deportivos abandonados, escuelas casi en el olvido en materia de infraestructura y mejoramiento; mercados públicos, clínicas de los sistemas DIF; mala recolección de basura, falta de alumbrado y, más grave, la deficiente o nula prestación del servicio de agua potable, un elemento que no sólo escasea en temporada de estiaje y calurosa como la presente, sino en forma cotidiana.
Hay municipios que, pese a los grandes presupuestos siguen presentando problemas en el suministro y, consecuentemente, generando descontento social, como en Ecatepec, que tiene años con gobiernos incapaces de resolver el problema, tapando un hoyo para abrir otro.
Todos estos son problemas que, se supone, deberían estar presentes en las agendas de los aspirantes a alcaldes, pero se han metido de lleno a la inseguridad.
A diferencia de los temas fundamentales de las administraciones locales, como los ya mencionados, en el de inseguridad las promesas se van a enfrentar con la realidad luego de los comicios: primero, ver cómo quedan conformados el Congreso local, el federal y el mismo Senado, amén de la Presidencia.
Guste o no, desde esas instancias se manejan los fondos públicos que, perogrullo, permiten o no llevar a cabo los ofrecimientos realizados a los ciudadanos en campaña.
Cualquier candidato a alcalde miente al decir que va a hacer de su municipio un lugar más seguro, de entrada porque, como en Tlalnepantla, Ecatepec, Tecámac o cualquier otro municipio del país, los integrantes de los grupos criminales, sobre todo los dedicados a la venta de drogas, no le van a pedir permiso a las autoridades para matarse entre ellos, como ha venido sucediendo. Ahí sí, como se ha dicho, se requiere de otras medidas aplicadas por otras instancias, como, quizás, la despenalización de los enervantes para restarle poder a los cárteles.
Hay otros espacios donde los ediles sí pueden apoyar y a eso tendrían que enfocarse: los asaltos a las unidades de trasporte público, a los comercios, a las viviendas, a los transeúntes, al robo de vehículos, y otros, siempre a partir de una rigurosa revisión de sus cuerpos policiacos.
En otras palabras, lo que se escucha que la gente espera de ellos es atención a los más elementales servicios, no invenciones que incluso los rebasan en sus facultades.
