-La derecha a Los Pinos
-¿Le agrada la reelección?
-El precio de los combustibles
El martes veintidós de mayo apareció en la primera plana de los diarios de circulación nacional aún leíbles, una nota que dejó perplejos a varios de sus asiduos. La Secretaría de Relaciones Exteriores, se leía, desconoció la legitimidad de las elecciones realizadas en Venezuela, debido a que no se cumplieron los estándares internacionales de un "proceso democrático, libre, justo y transparente".
De inmediato vinieron a mi memoria las pasadas elecciones estatales de Coahuila en México, en las de que esos principios difícilmente se cumplieron; y ni qué hablar del papelón que nos regalaron la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales, el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del híper consentido Poder Judicial de la Federación, cuya Sala Superior, por un lindo traje a la medida, tendrá la enorme responsabilidad de calificar, una vez más, la elección presidencial en ciernes: es decir, habrá un nuevo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos por decisión unánime, o por mayoría, de los siete integrantes de esa autoridad electoral más cercana al Olimpo que a la voluntad popular, que como lo han demostrado en incontables sesudas sesiones, les importa un soberano comino.
En cuanto a la abierta injerencia en los asuntos de ese país sudamericano, cabe decir que el prestigio de la política exterior mexicana pasó a formar parte de los temas de nuestra historia: el principio del pleno respeto a la autodeterminación de los pueblos se borró; y ahora, la diplomacia mexicana, tan plétora de arribistas e improvisados, incluyendo a los aspirantes a educandos, se ha descubierto como defensora de los intereses de la Norteamérica trumpiana, de sus voraces aliados y conclapaches, ávidos todos de hacerse de las riquezas naturales de esa nación: ¿sabían que ésta cuenta con las reservas probadas de hidrocarburos más grande del planeta? Se sabe que la derecha venezolana ansia llegar al poder, y de inmediato plantear, e imponer una reforma energética como la que padecemos en México: al pan, pan, y al vino, vino.
Los cuatro aspirantes a la Presidencia de la República, dos por cierto sin ninguna experiencia de gobierno por elección directa, están situados a la derecha en sus conceptos básicos. Unos extremos, otros blandos; uno con discursos reformistas... pero todos de derecha. La izquierda mexicana está escasamente representada –otros dirían cruelmente traicionada– en la coalición Juntos Haremos Historia, cuyo abanderado presume de tanta ventaja, que en pantano hediondo-electoral que caracteriza a este sufrido país, la certeza de la noche a la mañana puede transformarse.
Para ilustrar esto, el candidato del PRI, que no es activo de ese instituto político, pero que se arropa con los más granado de éste, ha insistido en diversos foros que ganará la Presidencia de la República siguiendo el ejemplo de campaña del actual gobernador del Estado de México; lo que significa que las intenciones de ese partido van por el camino de siempre. Por otro lado, el candidato del PAN, que se dedicó a apabullar las reglas democráticas del partido azul, se dice tan capaz que ya de declaró ganador del tercer debate a celebrarse en la tierra del faisán y el venado...y lo que más sorprende de ambos, es que como en ningún país que se precie de democrático-el nuestro queda claro que no lo es-, se han acercado inauditamente al puntero en la preferencia electoral, como para dar a entender una elección por tercios que facilite la entronización de alguno de los derechistas que no venga del sureste.
Los más versados y objetivos de los observadores no desean un escenario con esas aristas, porque dicen que el pueblo exige un cambio de partido en el poder, no un cambio de modelo, por supuesto; entre uno y otro, como se sabe, existe una distancia enorme, que por el momento no estará en las propuestas de campaña.
El tema de la reelección en un país como México es lastimoso. En comicios municipales contenderán, como en la capital del Estado de México, alcaldes prácticamente en funciones. ¿Por qué es lastimoso? Simple: la cultura cívica en México es inexistente. Además, el quehacer público es tan opaco que permite, por ejemplo, la distracción de recursos que posibiliten la reelección a un completo inepto o la de un pillo.
Y para acabarla de amolar, presenciaremos posibles reelecciones de facto, siempre que los electores poblanos y veracruzanos piquen el anzuelo que les han mandado, como para que los impresentables Rafael Moreno Valle y Miguel Ángel Yunes Linares, bien identificados con Ricardo Anaya, sigan administrando esas gerencias al través de su cónyuge e hijo, respectivamente. En Morelos, a contrario, el hijastro del tabasqueño Graco Ramírez no podrá sucederlo, ya que un afamado deportista, tampoco originario de las tierras de Zapata, dicen, ganará las elecciones sin problema. ¡Uff!
CONTRAPORTADA: ¿Cómo se calcula el precio de los combustibles? De acuerdo a la reforma estructural en materia de energía, es conforme a una complicada fórmula que considera en primer lugar al precio internacional del petróleo (actualmente en 56.5 dólares por barril); los costos de refinación, transporte y almacenamiento; el margen comercial de las gasolineras; y el precio del peso frente al dólar (tipo de cambio) Suena excelente para los auténticos beneficiarios de este entramado. ¿Y para el gobierno? Bueno, las gasolinas llevan un lindo impuesto, el denominado "especial de producción y servicios". Para no enardecer más los ánimos de muchos electores, la siempre presente Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha dejado de cobrar una parte de ese impuesto. Es decir, están conteniendo el precio de los combustibles, vía subsidio, hasta después de los comicios, en que seremos víctimas de un soez gasolinazo, no importando quien gane en la contienda.
¡Ah, me olvidaba! El billete verde ya cuesta más de veinte pesos, y se espera que los chicos del Banco de México sigan ofertando dólares a bajo costo a los especuladores de siempre, a fin de que la devaluación de todos los días no sea tan estridente.
Antes se adornaba con signos de admiración... hoy es un ¿Hasta pronto?