La traición y la deslealtad son las características más típicas en la batalla por el poder político.
Entre mayor es la posición o el botín en pugna, más elaboradas son las estrategias de combate, incluyendo cualquier tipo de soborno por obtener datos personales que sirvan para la denostación.
En el campo de la política no existen las amistades, existen los intereses disfrazados de cordialidad.
Ahí tenemos al panista Juan Carlos Nuñez Armas, quien después de hacerle el trabajo sucio a Juan Rodolfo Sánchez Gómez cuando buscó por primera y segunda ocasión la alcaldía de Toluca, ahora es el mayor orquestador de la más ruda guerra sucia contra el otrora abanderado albiazul, hoy contendiente morenista.
Constantemente JuanRo hace público ese malestar por lo que considera una tradición de quien fuera su jefe y estratega, hoy su enemigo.
Y así, los ataques comandados, sobre todo en redes sociales, rayan en la mayor deslealtad, pues van desde acusaciones de enriquecimiento ilícito hasta agravios con motivo de presuntas preferencias sexuales.
En donde quiera se cuecen habas. No se digan los golpes bajos entre las cúpulas de los partidos Verde, Nueva Alianza y el Revolucionario Institucional, comparsas cuando les conviene y enemigos cuando las posiciones no les cuadran a uno o a otro.
En Morena ocurre un fenómeno similar. Para nadie son un secreto las pugnas al interior de este instituto político. En Metepec, San Mateo Atenco y Toluca, por mencionar algunas plazas, donde las imposiciones de candidatos externos han lastimado de muerte liderazgos trabajados, hoy relegados por la ambición del poder.
La resultante serán actores políticos heridos a muerte que sólo esperan los resultados de los comicios venideros para concretar nuevas alianzas, con caducidad, por supuesto.
