Por extrañas cosas de la vida, y de pura serendipia, me encontré comiendo en el mismo lugar en donde estábamos mi hijo y yo, a Miguel Ángel Contreras Nieto. El hombre todavía joven, delgado, lleno de ganas y de experiencia estaba junto a su hijo y a su esposa. Lo recuerdo bien, como creo que usted, querido lector lo hace.
Abogado de excelencia, fue el Comisionado de los Derechos Humanos de este Estado, así como Procurador General de Justicia del mismo. Creo firmemente que por extraño que sea el caso, a este hombre se le reconoció su trayectoria jurídica. Sólo le falta ser el presidente del Tribunal Superior de Justicia. Está a tiempo.
Pero lo importante de este hombre no es sólo su trayectoria como abogado. Ni que escriba cuentos y ensayos en este momento de vida; ni que sea maestro universitario; ni padre, hermano o marido; o amigo leal de sus amigos. Creo que lo más importante de Miguel Ángel es que sea un hombre humano.
Un día uno de sus hermanos menores estaba muy mal de sus riñones. Y le tenían que hacer un trasplante de uno. Y Miguel Ángel se lo donó. Se dice muy fácil, pero el hecho de pensarlo, decidirlo y hacerlo, es una grande decisión que lleva a una grande responsabilidad. Y por supuesto a un acto de amor inmenso.
Lo vi muy entero y lo vi bien. Creo que las consecuencias que se tienen cuando alguien actúa de esta forma, son extraordinarias. El universo se encarga de abrir una serie de espacios para llenar de luz y de energía positiva a quien se atreva a semejante acto.
Y entonces… ¿por qué muchos seres humanos que están al borde de la muerte, o que tienen un accidente, no quieren donar sus órganos? ¿De qué nos sirve llevarnos esta carne que será quemada, o comida por gusanos, sin poder hacerle bien a alguien que lo necesita?
Bueno, la lista de espera es interminable, para aquellos que se están muriendo y que necesitan que alguien les pueda ayudar. Es desesperante. El hecho de crear conciencia entre la población es una obligación del gobierno.
Con todo el dinero que se tenga o no para adquirir un riñón, (y en el caso del gobierno estas donaciones son gratuitas), éste no puede hacer nada. Porque no es cuestión de obligar a la gente a ser sensata y a tener conciencia y amor.
¿Qué, por ejemplo, la Iglesia o las iglesias no son determinantes en estos casos? Por supuesto que sí.
Algunas iglesias cristianas tienen la apertura de dejar que los feligreses donen los órganos cuando mueren. Pero no todas son así. Hay algunas tan cerradas, que hacen que la gente piense que arderá en el infierno si se atreve a semejante acto. Además, si alguien decide donar sus órganos, muchas veces los familiares no lo aprueban y zas, ¡no se hace y ya! O sea: no es tan fácil. Cuestión de enfoques.
Por eso, cuando me encuentro a alguien que con un extraordinario acto de inteligencia, conciencia y amor donó un riñón a su hermano, como Miguel Ángel Contreras Nieto, lo único que me queda es ponerlo como ejemplo, y pensar: ¿si el pudo, por qué los demás no?