El día que murió Pepe Merino, toda la mañana me la pasé pensando en Germán García Moreno. Mucho. ¿En dónde estaba mi querido amigo? Ni idea. Era como una especie de Serendipia, que se fue haciendo premonición y al último una especie de telepatía. Necesitaba hablarle. Entonces, se me ocurrió que el que más podría saber, era Gabriel Ezeta. Y lo busqué. Fue cuando me dijo que Pepe Merino Mañón, había partido, que estaban buscándome para decírmelo. No fue fácil. Dos semanas antes, Ignacio Pichardo había comido con él y con Melco.
Ahora quisiera compartir con ustedes qué fue lo que le escribí a Gabriel. Dice así: Es muy triste, querido Gabriel. Y te escribo a ti, porque sé que fue tu hermano mayor y el mío. Como también lo han sido: Ignacio y Germán. Y nuestros queridísimos Jaime y Rafael que ya se nos adelantaron. Se nos fue Pepe, y en verdad que lo lamento mucho. Nuestro hermano mayor, muy querido, muy respetado y muy señor.
Era un señor enorme. El tuvo el privilegio de honrar a su estado tan querido y sacar con gran cuidado, todas las finanzas. Porque en ese tiempo, la deuda, era casi nada.
Tengo muchos y muy felices recuerdos y anécdotas de Pepe.
Tengo presente cuando en casa de mi querida Ivonne Buentello Rebollo, estaba platicando en aquellos lejanos días, con Gloria Blasdeffer.
Era 1988. La última me dijo que Ignacio sería gobernador. Estábamos en Profeco y Pepe en el INCO. Cuando a mí, como comunicadora social de Profeco, se me ocurrió preguntarle a mi jefe si sería el próximo gobernador, simplemente no emitió palabra alguna.
Me dijo que no me metiera. ¡Ups! Entonces… entonces yo le llamé inmediatamente a Pepe para preguntarle si era cierto. Él me dijo que sí. Entonces le pedí que no dejara que Ignacio fuera entrevistado (un lunes en donde se reunía todo el gabinete federal, de los integrantes de la Secretaría de Comercio), y que me ayudara a que saliera Ignacio por otro lado. Por supuesto que lo hizo. Y así, yo le podría platicar a usted mil anécdotas de un muy apoyador hombre con sus compañeros de trabajo.
Siempre me ayudó. Sin él, el trabajo de comunicación social hubiera sido poco menos que inhumano y desastroso. Siempre que había cualquier zafarrancho, el primero que era comunicado era él. Entonces, hacíamos la estrategia para sacar adelante el problema. Era muy inteligente, escrupuloso en las finanzas de su estado, del que debió ser gobernador.
Siempre me dio apoyo, respeto, afecto y un consejo inteligente. Cuando lo fui a ver a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, me invitó a que hiciera un libro, honrando a los miembros de Azjuluz. Ellos quienes hicieron maroma y teatro para sacar adelante a la ya no existente compañía. Allí están veinte entrevistas a quienes en el centro del país la hicieron. Nunca me soltó de la mano.
En donde esté mi querido hermano, amigo, compañero, recibirá la honra de quien esto escribe. Por y para siempre. Hasta luego, Pepe querido.