San José del Rincón/Estado de México
Los cuerpos de Yahir y Héctor, dos niños hallados en bolsas en el Zócalo de la Ciudad de México fueron sepultados este jueves en la comunidad de San Antonio Pueblo Nuevo en el municipio de San José del Rincón.
Los dos adolescentes, de 12 y 14 años, fueron torturados antes de ser asesinados, indicaron los indicios periciales. Ambos eran mazahuas que habían migrado junto a sus padres a la capital del país desde que nacieron, cuentan los habitantes de San Antonio.
"Aquí en el pueblo mucha gente migra, porque no hay con qué comer", cuenta Dolores, una mujer de la tercera edad que hasta este jueves aún vendía el sobrante de sus flores de cempasúchil en el panteón del pueblo.
Yahir y Héctor son de la familia García y Silvestre en Pueblo Nuevo, una ranchería ubicada al fondo de la zona norte del Estado, donde lo único que queda es migrar, labrar el campo y atorar la pobreza al cincho.
La vida de ambos niños mazahuas no cambió mucho al migrar a la vecindad de la calle Pensador Mexicano, ubicada en el centro histórico, porque ahí, al igual que en San Antonio, desde los ocho y nueve años lo único que hay es pobreza o ser halcón de los "malos".
"Ellos aquí venían cada fiesta, pocas veces, no tenían donde llegar los de mi comadre Chela", dice la mujer sentada afuera del panteón. Yahir y Héctor, desaparecieron desde el 27 de octubre y fueron reconocidos por sus familiares el 3 de noviembre en la morgue.
La muerte para ambos niños mazahuas fue con saña, porque los trozos de sus cuerpos fueron hallados en bolsas negras a bordo de un diablito, cuando un operario de la Unión Tepito los paseaba la madrugada del domingo pasado.
Hasta este jueves, la Familia García y los Silvestre, trasladaron ambos cuerpos a San Antonio Pueblo Nuevo para sepultarlos. Así es la costumbre, que los muertos retornen a su lugar de origen, dice doña Dolores.
En dos viviendas apuntaladas en lomeríos, se levantaron dos lonas amarillas, donde llegaron algunos conocidos para llevar flores y veladoras a los dos niños. A cada uno un velorio y lágrimas separadas.
"La verdad a los chamacos, no se les conocía, son muchos hermanos", dice Efraín, otro vecino que intenta vender flores en el panteón viejo de Pueblo Nuevo. "Ahorita ya todos se sepultan aquí, en el panteón nuevo, aquí van a llegar", indica el campesino.
Arribar al pueblo donde llegaron los cuerpos de los niños mazahuas, es asomarse a uno de los puntos más pobres del Estado de México, donde la pizca de maíz y crianza de borregos es de lo poco donde se puede buscar sustento.
“Por eso migran, todos migran. Se van y ya no regresan, solo en las fiestas", añade doña Lola, la mujer mazahua, intercalando su castellano con el acento de su lengua materna.
La noticia de Yahir y Héctor, pareciera que zumbó con el viento en las Lomas de San Antonio, aunque la señal todo el tiempo falla. Les caló, porque nunca en el pueblo la muerte se había ensañado tanto con dos de sus habitantes.
"Dios mío, fue feo, pero Dios sabe", repite la mujer mazahua.