Toluca/Estado de México
No cualquiera se detiene frente a una cruz de más de 120 kilos y decide levantarla. Jesús Eduardo Aguilar González no solo la levantará, sino que caminará con ella entre las calles de Santa Ana Tlapaltitlán, en Toluca, bajo la mirada de cientos que no solo esperan una representación, sino una experiencia de fe compartida.
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Jesús, de 35 años, se prepara física y mentalmente, pues dice que no solo es la carga física, sino la carga simbólica, ya que ser el Cristo del Viacrucis de su comunidad, es una tradición que lleva más de 40 años viva y que este año reunirá a miles.
“Es algo que se siente en el cuerpo, pero sobre todo en el alma, la hizo un vecino carpintero, y aunque pesa entre 120 y 125 kilos, hay días que parece más pesada, no por la madera, sino por el compromiso”.
Desde enero de este año, su vida ha sido otra; entrenamientos diarios, dieta meditada, ensayos cada fin de semana, oraciones en silencio y una convivencia constante con quienes lo acompañan en escena. Él no solo interpreta, sino que encarna.
“Más que fuerza, es un tema de resistencia, no solo es cargar la cruz, es transmitir lo que sintió Jesús en ese camino; es vivirlo desde dentro”.
Cada paso del recorrido está planeado, medido, desde el Domingo de Ramos hasta el momento final del Viernes Santo, todo tiene su momento, su gesto, su pausa.
Lo que para el público es una escenificación, para Jesús Eduardo es casi una peregrinación personal.
Santa Ana Tlapaltitlán no escatima en participación, más de 80 personas están involucradas entre actores, técnicos y voluntarios; algunos cosen túnicas, otros preparan comida, unos más afinan detalles del audio. Todos, de alguna forma, cargan con algo.
Cecilia Estrada, quien coordina desde hace años el grupo cultural, señala que “es una fiesta de la comunidad entera”. Y así lo viven, como una especie de ceremonia colectiva en la que el barrio se transforma.
Para ser Jesús no basta con querer, pues hay reglas como ser originario de la comunidad, medir al menos 1.65 metros, no tener tatuajes ni perforaciones visibles, y si está casado, debe demostrarlo legalmente.
Más allá de lo físico, se busca a alguien que entienda que este papel no es solo teatral.
Jesús Aguilar lo entiende, se le nota en la mirada cuando habla del mensaje que quiere dejar.
“Que la gente venga a vivir esta experiencia, a acompañarnos con respeto, cada uno de nosotros lo hace con el corazón”.
Sabe que es su última vez en este rol, quizá por eso habla como quien se despide de algo que le cambió la vida.
“Es un servicio que está por concluir, pero lo vivo con felicidad, espero que todo salga bien, desde el principio hasta el fin”.
En 2025, Santa Ana vivirá una edición especial de su Semana Santa, y si bien las cruces pesan, la de Jesús Aguilar lleva dentro una fuerza compartida por toda su comunidad.
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