Hay fechas que se inscriben en la historia de los pueblos: unas gloriosas, otras trágicas y las espurias. El 1° de junio será de éstas últimas. Todo estaba planeado. Ya sólo es cuestión de informar los hechos y de poner los nombres de “los ganadores”.
Claudia Sheinbaum habrá cumplido con el plan que como legado le dejó su antecesor, pero no con México ni los mexicanos. El INE habrá convertido en una farsa el derecho ciudadano al voto, y México será señalado como ejemplo de la destrucción de la democracia. Efectivamente, una cuarta transformación en nuestra historia. Nefasta pero cierta.
El domingo 1° de junio, el país se jugó mucho y la mayoría de los mexicanos lo sabemos, por ello el INE, quien organiza las elecciones, que sólo logró una participación del 11.1 por ciento de asistencia a votar, al momento de entregar esta colaboración. Porcentaje que da un mensaje de la ciudadanía sobre el tema.
¿Seremos capaces en ese ser tan nuestro de dejar que las cosas ocurran y se queden así –gatopardismo puro–? El Estado mexicano agoniza como la 4T lo plantea en cada hecho: transformaciones constitucionales, imposición “de facto” de cargos de elección y creación del 1° de junio espurio para las personas que requieren en el Poder Judicial juzgadores para el ejercicio del régimen morenista. Sí, a modo.
Las urgencias de los pobres, la salud, la educación, las relaciones bilaterales, los migrantes, se atenderán después de esta fecha. Éstas no urgen para el gobierno. Se gasta en la transformación del país. Lo imaginado y pronosticado ocurrió: poca asistencia a votar. Se innovó con “los acordeones” personales, lo que significó deficiencias y riesgo de fraude. No hubo conteo de votos en las casillas, eso sí, muy bien empaquetadas las boletas utilizadas y las que no. Quién sabe a dónde irán a dar. Los resultados en diez días.
La República Federal constituida por tres poderes, como se enseñaba en la escuela, ya es sólo una pálida sombra de la verdad pública.
