La otra CODHEM

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Publicado en Opinión

La otra CODHEM

Miércoles, 04 Junio 2025 00:00 Escrito por 
Inventario Inventario Jorge Olvera García

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México no era una oficina silenciosa ni un buzón institucional que respondía con evasivas. Era una voz clara, activa y crítica en medio del barullo político y el dolor social. Una Comisión viva. Una Codhem que latía y estaba en movimiento.

En esa etapa, se registraron más de cincuenta pronunciamientos públicos. Posturas firmes, éticas, bien fundadas, que no se quedaron en comunicados de ocasión, sino que trazaron una ruta clara: los derechos humanos no son una cortesía institucional, son una exigencia de justicia.

La voz de esa Comisión se alzó contra la violencia machista, exigió justicia para las mujeres y niñas del Estado de México, reclamó el derecho a vivir sin miedo, y no se conformó con condenas tibias: denunció la negligencia y la indolencia de las autoridades frente al feminicidio.

No se detuvo ahí. Solicitó la instalación de salas de lactancia materna en los 125 municipios mexiquenses, visibilizando que la maternidad también es una agenda de derechos.

Defendió sin ambages a quienes históricamente han sido marginados: las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, las mujeres que ejercen su derecho a decidir, las personas privadas de libertad que aún conservan su dignidad.

Aquella Codhem no buscaba aplausos fáciles. Luchó por la Ley de Amnistía, respaldó el matrimonio igualitario y la adopción homoparental, y sostuvo que el Estado no debe administrar prejuicios, sino derechos.

Fue una Comisión que incomodó a quienes preferían la omisión disfrazada de prudencia. Pero fue, sobre todo, una Comisión que estuvo presente en la escena pública, que tomó postura, que abrazó causas urgentes y no negoció con la injusticia.

Hoy, cuando el silencio institucional parece cómodo y las causas sociales se disuelven en declaraciones vacías, conviene recordar esa etapa. Conviene preguntarnos por qué una institución como la Codhem —que supo ser brújula y tribuna— dejó de ocupar ese lugar.

La otrora Codhem no fue neutral, fue justa. No se colocó al margen del conflicto social, sino al lado de quienes no tienen voz. Su legitimidad no surgía de las cifras, sino de su presencia constante en los asuntos que verdaderamente duelen: la pobreza, la desigualdad, la exclusión, la violencia estructural.

Hoy la memoria de esa etapa debería servirnos como espejo. No para la nostalgia, sino para la exigencia. Porque el silencio ante la injusticia nunca será una política válida, y porque en los derechos humanos —como en la democracia— quedarse callado es tomar partido. La otrora Codhem fue ejemplo de que la defensa de los derechos humanos no se redacta, se ejerce. Y que cuando se hace con convicción, deja huella.

 

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