La pérdida provoca emociones y sentimientos que difícilmente podrían describirse y, en muchas ocasiones, no sabemos manejar. De primera intención, la pérdida nos deja desconcertados, porque no sabemos exactamente qué ha pasado y surgen preguntas: ¿Por qué así?, ¿por qué tan pronto?, ¿por qué a nosotros?, ¿por qué a mí? y pueden pasar días para comprender.
El vacío es grande y puede venir la depresión, el enojo, la negación del hecho, la desesperanza. Cuando se trata de la pérdida de un ser querido, el dolor se puede convertir en sufrimiento y es más difícil transitar ese momento.
Por ello, en estos días en el que recordamos a nuestros familiares y amigos que han “trascendido” –como se le denomina en la tanatología-, quiero compartir contigo un escrito de San Agustín de Hipona, reconocido filósofo y teólogo, que en su momento me compartió una amiga y que podría ayudar a hacer más llevadera la pérdida:
La muerte no es el final.
San Agustín de Hipona.
“La muerte no es nada, solo he pasado a la habitación al lado.
Yo soy yo, vosotros sois vosotros.
Lo que somos unos para los otros, seguimos siéndolo.
Dadme el nombre que siempre me habéis dado.
Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente.
No toméis un aire solemne y triste.
Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Rezad, sonreíd, pensad en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Os espero; no estoy lejos, solo al otro lado del camino.
¿Veis? Todo está bien.
No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el cielo!, ¡Si pudierais oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!, ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!, ¡Si por un instante pudierais contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
Creedme: cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz. No ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la luz y la vida, bebiendo con embriaguez, a los pies de Dios, un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Amén”.
Me permito compartirlo, con mucho respeto, porque me ayudó a encontrar paz.
Que estos días nos permitan reflexionar sobre el significado de la muerte y recordar a nuestros seres queridos y amigos que han partido, pero también que nos permita valorar la gran oportunidad que significa estar aquí y ahora.
En ocasiones perdemos el sentido y no sabemos en qué momento se acabará nuestro momento. Un jueves 10 de abril de 2003 lo aprendí y jamás hubiera imaginado que así fuera. Así que quisiera exhortarte a que aproveches este momento.
PERCEPCIÓN
Los símbolos que utilizó el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en su mensaje vía redes (para evitar cuestionamientos incómodos de la prensa, como ahora hacen los políticos y lo acepta la prensa), por la cancelación del proyecto del aeropuerto en Texcoco, deja en claro que sí sabe para qué es el poder. Esperemos que lo use correctamente. Un mes exacto para que inicie su mandato.