Tras la tragedia ocurrida en Tlahuelilpan, Hidalgo, el pasado viernes 18 de enero, en donde estalló un ducto de Pemex perforado ilegalmente y del que era extraído combustible por pobladores de la zona, se han contado hasta el momento 94 muertos y 49 heridos, de acuerdo a cifras oficiales, y otros más que se reportan desaparecidos, se erige impávida la imagen de un presidente que con su actitud toma la de juez, y con ella, gran parte de la sociedad que le aplaude, ambos, han dictado su sentencia.
Pena de muerte para los que se han atrevido a robarle a la nación, qué importa si son hombres, mujeres, ancianos o niños, fueron descubiertos en flagrancia y pagaron con su vida su comportamiento ilícito, así, nada más, sin ser escuchados y vencidos en juicio, dejando de lado un procedimiento judicial.
Resulta una verdadera vergüenza leer la cantidad de mensajes de quienes creen que con ellos brindan apoyo al titular del ejecutivo, que en realidad, no lo necesita, no le ayudan, el problema del Presidente respecto de este evento tan lamentable, tardará en caerle como loza, pero lo hará, en su momento, tarde o temprano.
La indiferencia y el poco respeto por los familiares de los muertos, ensordecen los gritos de dolor y de desesperación de las víctimas que con sus cuerpos en llamas intentaban huir del infierno en el que de pronto se vieron envueltos, así como del llanto de familiares que buscan, sin encontrar, a los desaparecidos, con ello se mancilla la honra, no del que robaba, sino de quien como espectador cree contar con la sabiduría para enjuiciar desde lejos la actividad ilícita.
En condiciones parecidas, y por otros motivos, hemos visto que hay lugares en los que la paranoia se apodera de comunidades enteras, y que al grito de que alguien secuestró, mató o robó, aun sin comprobarse su culpa, es la comunidad la que toma entre sus manos la justicia, y así, se han dado desafortunados hechos en los que inocentes son víctimas de una horda enardecida, provocada por alguien que al amparo de la multitud señala con el dedo acusador.
¿Cuál es la diferencia con la sentencia que miles han dictado respecto de la tragedia que ha enlutado de nueva cuenta a México en el poblado de San Primitivo, Tlahuelilpan?, la lectura del momento indica que quien se cree con el derecho arremete inmisericorde en contra de quienes acudieron al lugar a buscar algo de combustible, sin la menor seguridad, camino a la muerte, sólo con el deseo de obtener unos litros del hoy escaso producto, que por cierto, ha provocado una parálisis económica en el centro del país.
Dígase como se diga, la incongruencia de un gobernante que da prioridad a sus programas que califica de urgentes, y que no pueden ser de otra manera que con fines claramente clientelares, enfoca sus esfuerzos en garantizar ese capital necesario para la continuidad de su proyecto, ya que con ellos va sumando verdaderos ejércitos de incondicionales al ser beneficiados por alguno de ellos.
Siendo completamente indiferente al dolor de trabajadores y sus familias que con sus decisiones han perdido sus trabajos y que sus seguidores, sin conocerlos, califican como aviadores, o flojos, o como los que fueron favorecidos por amigos para ocupar algún cargo, y claro, lo dicen sin la menor intención de descubrir si es o no verdad, creen apoyar a un presidente que para ellos en apariencia está sólo, por lo que no faltan los miles de mensajes para ayudarlo, como si en verdad lo necesitara.
Ahora, con lo sucedido, muchas familias le lloran a sus muertos, esos, a los que no se cansan de acusar de ladrones a la nación, y que no merecen siquiera una consideración, con una sorda expresión de intolerancia pretenden soportar la decisión en una decisión muy simple y absurda, son culpables, que paguen, y ¿quién se toma el tiempo para descubrir si en efecto se trató de personas que se dedicaban al robo de combustible?.
Y, puede ser en efecto, que los cientos de personas que se encontraban en el momento de la explosión, que se calculan en unas 800 personas, de alguna manera eran parte de sus actividades y de las que ganaban apenas unos cuantos pesos, porque los otros delincuentes, los que se aprovechan de ellos, no arriesgan su vida, por cierto, hasta el momento y aún con muchas carpetas de investigación que pueda haber, no hay detenidos.
La calificación fácil de un pueblo hipócrita, que en otro tiempo, y en razón de otras tragedias que se han vivido se le colgaron al gobierno federal, así, sólo porque sí, sin pruebas contundentes que demostraran la culpa o intervención que así lo demostrara.
Ahora bien, el ahorro que resulta de los trabajadores que han sido despedidos, de los recortes en todas las secretarías de Estado, la reducción de sueldos de altos funcionarios, y todo lo que supone la austeridad republicana, no había, hasta antes de la tragedia mencionada, un programa, un proyecto de infraestructura, o la posible inversión de capitales privados para destinar a esas zonas que se encuentran marginadas y que les representa una desgracia, tener en el subsuelo, las venas de la paraestatal.
Pero parece que así funciona la lógica de la 4-T, primero hago un desmadre y después ya veo como se va resolviendo. Para combatir el “huachicol” cerramos los ductos, y la condición de dejar en inactividad al centro del país ya veremos como la vamos resolviendo. El presidente apenas anunció, esperando aplausos desde luego, que se adquirieron 571 pipas en Estados Unidos, con una inversión de 850 millones de dólares, sin licitación alguna porque dice que como es honesto, no la necesita, para resolver el problema de desabasto del combustible, sí, apenas, ¿qué no debió ser desde que decidió cerrar los ductos para no fastidiar a la sociedad?
Así como el aeropuerto de Santa Lucía, sin estudios, sin proyecto, sin nada ligado a cumplir con los estándares, lo mismo con el Tren Maya, al que por cierto, no se sabe si ya cuenta con impacto ambiental, todo parece ser el resultado de ocurrencias, sin una verdadera estrategia, pero, no la necesita, para qué, con una sonrisa irónica sabe que se saldrá con la suya, tiene a sus pies a medio México.