#LupitaEscobar
#VozDeMujer
Se respira miedo, coraje, rabia e impotencia ante tanta crueldad en contra de las mujeres.
Hoy tenemos miedo de no volver a ver a las nuestras.
Como padres de familia vivimos con angustia constante que algo les llegue a suceder. Ante esta realidad, en redes sociales se divulgan acciones para evitar más feminicidios, más violaciones.
Entre algunas de esas acciones se invita a la gente que si es testigo de una agresión en contra de las mujeres por favor las defienda, pidan ayuda y no las dejen solas. Otras más piden usar palabras claves para saber que una mujer está en riesgo. La realidad es que estamos cayendo en la desesperación, los gobiernos no tienen la solución, las familias solo tienen miedo y los malos siguen ahí, robando vidas e inocencias.
El 2 de febrero, miles de mujeres en la Ciudad de México salieron a las calles para exigir un alto a la violencia en contra del género.
Todas se unieron en una voz; "Unidas nos mantenemos vivas", "Justicia" , "Ni una muerte más" , y muchas consignas que pedían seguridad, justicia y eficacia en las investigaciones para dar con las desaparecidas.
Pero, a la par de esta marcha, se escribían nuevas historias de dolor, el 1 de febrero de este 2019 Vanessa regresaba a su casa en Amecameca en el Estado de México pero, en el trayecto, la unidad de la Ruta 85 del transporte público de pasajeros se desvió del camino habitual, hecho que informó Vanessa a sus familiares por mensaje de celular, pero de ella ya no se supo nada.
Las horas después del mensaje fueron muy largas para su familia, iniciaron una búsqueda, y rogaron a Dios localizarla. Pero el 3 de febrero fue encontrada en el municipio de Ozumba sin vida, con señales de violencia y ultrajada.
Una vida más que es truncada; una vida más que es arrebatada. En 5 meses ella se graduaría en la Licenciatura de Nutrición de la Universidad Autónoma del Estado de México; hoy su familia y amigos sufren su ausencia, viven una cruel realidad, que aunque el culpable pague con la libertad, nada devolverá a Vanessa a la vida. Y, como la historia de Vanessa, muchas más .
Hace falta que las penas sean más severas. Hace falta una reeducación de los hombres violentos. Hace falta una campaña de valores. Hace falta detectar casos de riesgos en niños y adolescentes porque, de lo contrario, sólo perderemos a más inocentes y esta trágica realidad nos arrebatará más vidas.
