Los indicadores acerca del embarazo adolescente no intencional, tanto en México como en la entidad mexiquense y otras más, están basados en aquello que ocurrió –en ese año-- en clínicas, centros de salud y hospitales a lo largo y ancho del territorio. Es decir, mujeres que teniendo entre 10 y 19 años de edad, parieron un hijo o hija. Parece una obviedad. No lo es. Significa que contamos con datos derivados de un proceso que llega a término: el nacimiento de un(a) bebé, cuya madre es adolescente.
¿De qué no disponemos? Del número de embarazos no intencionales que, por distintas razones y diferentes acciones legales o clandestinas, han interrumpido dicha condición de gestación. Así que nos falta conocer una parte de esta problemática social que aqueja fundamentalmente a un grupo vulnerable de la población femenina.
Uno de los indicadores que se ha mantenido en el concierto internacional tiene que ver con la tasa de embarazo adolescente, específicamente en el grupo de 15 a 19 años de edad. Es decir, aunque no quedan fuera de foco ni de atención las madres adolescentes que tienen entre 10 y 14 años, son tratadas estadísticamente de manera separada. La razón es incuestionable. Es intolerable, inadmisible, doloroso y dramático que una menor, en ese tempranísimo rango de edad esté embarazada.
En 2017, en el Estado de México, poco más de 700 niñas --porque lo eran y lo siguen siendo—ingresaron a un hospital, debido a que les llegó el momento de parir. Y, es altamente probable que el padre biológico de la criatura, no fuese un chico de 14 años o menos. Por ello, para el 2030 la mayoría de los países se ha propuesto erradicar este punzante fenómeno ¿Qué se está haciendo para llegar a dicha meta? Poco o nada se sabe a escala nacional, estatal ni municipal.
Volviendo al indicador de referencia internacional, como lo he comentado en una de las secciones anteriores, México ocupó en 2014 el primer lugar entre los 36 países que actualmente integran la OCDE. En nuestro territorio nacional, se alcanzó una tasa de natalidad en madres adolescente de 77 por cada mil chicas que tenían entre 15 y 19 años de edad. El dato ha sido multicitado; aunque pocas veces se recuerda el año del que procede.
Como referencia, conviene recordar que, en la región de América Latina y el Caribe, en el periodo 2010-2015 se alcanzó una tasa de 66.5. México superó dicha cifra con poco más de 10 puntos en 2014. Si además nos comparamos con la tendencia mundial, consistente en una tasa de 46 por cada mil, se entenderá la preocupación.
En la siguiente gráfica se aprecia cómo durante los últimos 27 años la tasa ha descendido, aunque no en la medida de lo pretendido. Nótese cómo durante el régimen zedillista repuntó un poco. Con el panismo (catolicismo) de Fox y Calderón, prácticamente se mantuvo la tendencia, en tanto se inició con una tasa de 85 y, apenas bajó un punto, cuando se volvió a medir en 2010; dos años antes de que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa por fin concluyera. Un poco avanzada la gestión de Enrique Peña Nieto (EPN) se tomó como referencia la tasa de 77 por cada mil. En 2015 se puso en marcha la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo Adolescente (ENAPEA).
He buscado, pero sin éxito, datos correspondientes al año 2018. Lo que está claro es que durante la gestión de EPN descendió entre siete u ocho puntos la tasa de natalidad adolescente, por lo menos hasta finales de 2017. Hay que reconocer que con Carlos Salinas de Gortari descendió más o menos 10 u 11 unidades.
Sin embargo, no existen evidencias científicas que permitan demostrar si el aumento o descenso en dichas tasas de fecundidad, se debió o no a la política pública o programas aplicados en cada periodo de gobierno federal. Dado que nuestro adulado «Pacto Federal» sigue rozagante, cada entidad y municipio son libérrimos, haciendo, deshaciendo u omitiendo lo que mejor les parece. La consecuencia es que no hay información válida, confiable, sistematizada, con variables específicas, claras, homogéneas y depuradas, para contar con una base de datos que permita analizar o siquiera responder algunas interrogantes básicas en torno a este problema social.
Se ha reiterado que prima un «genuino» interés público para prevenir y reducir efectos nocivos en un grupo vulnerable como son las y los adolescentes. La realidad es que seguimos pagando un precio muy alto debido a nuestra candorosa vocación por la pobreza en sistemas de información. Como hace poco escuché que alguien decía, con cínica acidez: Será que somos un país con «capacidades diferentes» y, por eso estamos tan mal en desarrollo de sistemas de información.
Actualmente parece inexistente la información válida y confiable que permita saber al menos qué pasó con el número y tasa de fecundidad en mujeres adolescentes, a pesar de que la tan traída y llevada ENAPEA se aplicó de 2015 a 2018. Salvo una serie de actividades reportadas de manera asistemática, desigual y, por ende, poco consistente a lo largo y ancho del país, lo que hasta ahora se sabe en el Estado de México es lo siguiente:
1. En 2017, el total de nacimientos reportados en madres adolescentes de 15 a 19 fueron 49,254. En 19 municipios debería haberse trabajado intensamente para atender holísticamente y brindar apoyos a estas madres y sus respectivos hijos. Pero, repito, no hay evidencias. Debido al tamaño de su población, despuntaron seis: Ecatepec, Toluca, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Naucalpan y Tlalnepantla. Ver siguiente mapa.
En principio, de la media docena de demarcaciones referidas, deberían existir reportes acerca de lo que se realizó y sucedió con el GEPEA mexiquense, así como lo efectuado en cada municipio. Desde luego, habría sido valiosísimo disponer, al menos, de informes detallados de los 19 municipios libres y soberanos, que podrían haber sido considerados de alta prioridad por el GEPEA.
2. Tan importante el número de casos de madres adolescentes reportado en 2017, junto con sus respectivos bebés, como la tasa de natalidad que afecta a este grupo vulnerable de la población, focalizado en aquellos municipios con las más altas tasas de fecundidad en el grupo etario.
Hay que recordar que a escala nacional dicha tasa reportó prácticamente 70 nacimientos por cada mil mujeres adolescentes. Obsérvese en el mapa siguiente que al menos 16 municipios habrían requerido atención especial, en tanto superaron, al menos, 35 puntos la tendencia estatal. Llaman la atención: Papalotla, Coyotepec, Ixtapan del Oro, Teoloyucan o San Simón de Guerrero, porque las tasas estuvieron en rangos desde 125 hasta 175 por cada mil mujeres adolescentes.
Donde existen tasas altas de embarazo adolescente, el tamaño de la población global, comparativamente, es significativamente menor. En municipios con poca extensión territorial, para bajar dichas tasas tal vez se podrían localizar más fácilmente todos los casos, a fin de brindarles apoyos, acompañamiento, asesoría y prevención a través de varios programas sectoriales. En otros casos, como Temascaltepec, San José del Rincón o Amanalco, seguramente requieren otras tácticas debido a que la población objetivo podría estar más dispersa en el territorio.
Continuaré …
*Red Internacional FAMECOM