Cromática
El semáforo en color naranja, cuyo significado es “alto riesgo”, ha entrado en operación debido a una serie de cálculos que tiene que ver directamente con nuestra capacidad de sobrevivencia, en el plano económico y también por lo que toca a nuestra vida productiva y social.
Como lo he anotado en este espacio, es insostenible mantener el encierro “preventivo” en nuestras casas por más tiempo. La vida tiene que seguir, e iremos caminado en la espesa selva del Coronavirus SARS-CoV-2, con los consecuentes contagios y decesos por esta u otras causas. El autocuidado y las precauciones serán nuestros escudos, porque hasta ahora carecemos de espadas; pues ni hay vacuna a la vista ni tratamiento exitoso a la mano.
Para romper con el resguardo fue necesario aumentar la capacidad hospitalaria en cada entidad; porque se ha dicho que el sistema de salud público está listo para aguantar los embates que sobrevendrán. Si es así, la gente que se vaya contagiando del SARS-CoV-2, tendrá atención inmediata, eficaz y eficiente, hasta donde nos alcance la incómoda comorbilidad por diabetes, hipertensión, sobrepeso, obesidad, enfisema pulmonar, cáncer, u otros malestares.
El sistema de salud en México estaba mal, pero …
Con respecto al maltrecho sistema de salud pública que se ha(bía) tenido en el país, con más frecuencia se escucha que el COVID-19 ha eclipsado al resto del sistema de atención y tratamiento; que ahora se escamotea la atención a derechohabientes que no tienen un padecimiento tan mediático. Los miles de pacientes que descorazonadamente preguntan cuándo se realizará la postergada cita para continuar con su tratamiento (no covideano), se les dice que la prioridad es la pandemia y que, después avisarán.
Como adverbio de tiempo, para los casos a los que aludo, “después”, quiere decir: ahorita no cuenta usted; no esté dando lata; sea sensible y espere varios meses más o, nos vemos en la otra vida; comprenda que la pandemia nos rebasó; también significa que el nosocomio ha transmutado a hospital COVID y que los demás pacientes candorosamente tendrán que esperar, hasta nuevo aviso.
A estas alturas, está claro que el pase al color naranja, no ha sido impuesto por el gobierno federal o por alguno de los 17 gobiernos estatales que han “amanecido” en esa nueva tonalidad. A tales personalidades políticas les subyuga creer que son dueños, señores y señoras perdonavidas que lo pueden todo. No es así. Es la misma vida y su reproducción económica, social y cultural la que nos decreta comenzar a salir al espacio público, para ver, con cautela y sensatez, cómo nos va y cuánto nos vapuleará esta pandemia por el hecho de salir a convivir con ella.
¿Estamos listos en México?
Siempre es bueno detenerse un poco para mirar en retrospectiva pues, a veces, ello ayuda a tomar distancia de los acontecimientos y nos aporta combustible para la reflexión o la comprensión.
Puede verse en la tabla superior cómo era la situación de alarma que nos llevó a mantenernos en casa, so riesgo de afectar nuestra salud; arriesgar el empleo; contraer la economía y generar palidez tanto en nuestra vida social como en los propios hogares. Todo eso ocurrió. Así que de lo anunciado, casi nada sucedió.
Con menos de mil casos acumulados y 16 decesos, el “pueblo bueno” se encerró, si podía y cuando podía, dada su precaria o frágil condición económica. Está claro que nuestras condiciones de desigualdad, de histórica pobreza y de subempleo, aderezadas con visiones negacionistas e imprudentes mensajes que circularon a diestra y siniestra, debemos comenzar a salir a partir de mañana.
Actualmente, gracias al encierro doméstico, se multiplicaron por mil veces los casos de COVID-19 y, de los decesos, la cifra se reprodujo exponencialmente. Si esta pandemia, como se dijo, “nos vino como anillo al dedo”, habrá que esperar una explicación sensata para averiguar en qué sentido.
¿Es posible sostener que la pandemia vino “como anillo al dedo”?, cuando ha hemos visto:
• Colapso en el sistema de salud, desvencijado e ineficiente.
• Desatención de otros padecimientos de salud que salvajemente y, sin consideración, se han tenido que postergar ante le COVID-19.
• Desempleo en todos los sectores.
• Endeudamiento de millones de familias que vivían de su esfuerzo diario, sin más esperanza que salir al día siguiente.
• Encierro en los hogares, sin vida social.
• Empobrecimiento y depauperación de las clases sociales media y baja.
• Crisis en las “buenas familias” que pululan en todo el país.
• Rezago en el aprendizaje de millones de estudiantes porque no viven en un país conectado a internet.
• Preocupación e inestabilidad ante un oscuro futuro que sin duda nos depara.
A manera de cierre
Para los próximos 18 años de lucha, es necesario dejar la soberbia que ahora le nutre porque está en La Silla embrujada, así como el pensamiento binario que ahora le ciega, debido al imperio que le impone cuando hablamos en tiempo presente.
Aquello de la cromática roja, naranja, amarillo y verde, tiene que ver con nuestra subsistencia. La lucha es y será de corte darwiniano. Estará en juego, no la fuerza, sino nuestra capacidad y velocidad para aprender a renovar la propia humanidad y para reinventarnos cuidadosa y amorosamente, cuando por fin nos reencontremos.