Era la madrugada del 28 junio de 1969, cuando se suscitaron los disturbios provocados en el bar Stonewall Inn, en Nueva York, como resultado de la enésima redada que aplicaba la policía neoyorquina, a fin de reprimir y golpear a quienes estaban allí, expresando su alegría erótico-amorosa o de simple coqueteo; como todo el mundo lo hace en un bar.
Entonces, ese aleteo de mariposa (nunca mejor dicho) hizo que no aguantaran más los reprimidos y, como en el siglo XVI, en la refriega militar entre las coronas española y francesa, se armó la de San Quintín.
A más de medio siglo de esa refriega de 1969, hoy nos hallamos en la conmemoración –que no celebración—del movimiento del orgullo LGBT+. El punto diferencial es que el día de hoy ha tenido que ser de manera virtual, digital o tele-festejo, de cara a la pandemia del COVID-19.
I. Se ha transitado de la “enfermedad” a la despatologización. Pero las mentes obtusas, conservadoras, proto-derechistas y religiosas, no entienden más que de binarismos, de patriarcado, de machismo y de misoginia a la hora de mirar el mundo.
II. La despatologización de la homosexualidad, por mucho que lo haya escrito, reescrito y divulgado tanto la ciencia biomédica, la ONU, la Organización Mundial de la Salud, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Organización Panamericana de la Salud, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el (casi extinto) CONAPRED en México, no tienen resonancia en las mentes anacoretas, vetustas y ciegas congénitas que emanan de los tres monoteísmos y del conservadurismo más oxidado que continúa retozando en varios partidos políticos.
III. Poca gente, de verdad, muy pocas personas alcanzan a comprender que la orientación sexual, en términos de deseo erótico-sexual, se descubre; no se elige. Como diría Pedro Almodóvar, el deseo tiene su propia ley. Lo único que anotaría como apostilla, es que se vale que cada quien elija lo que hace con su cuerpo y sus afectos; siempre que sea entre dos seres humanos adultos que, por su decisión, opten por determinadas prácticas erótico-sexuales, para ponerlo en el piso más llano.
IV. La lucha por los derechos de las personas no heterosexuales contiene una agenda amplia y, valga la expresión, por demás diversa. Últimamente se cree que el movimiento se circunscribe a tres o cuatro demandas mediatizadas, por ejemplo: 1) Matrimonio igualitario; 2) Derecho a la adopción, o bien, 3) Acceso al tratamiento gratuito para VIH/sida.
Sin embargo, la agenda política y social del movimiento LGBT+ tiene que ver con aspectos más amplios. Enseguida, sin pretender ser exhaustivo, un breve repaso:
A) Acceso a los servicios de salud, sin discriminación ni estigma;
B) Derecho a un empleo digno y a que no se les despida o limite por su orientación sexual;
C) Derecho a la seguridad social, así como a la de su pareja o hijos(as);
D) Participación efectiva en cargos públicos y de elección popular, sin tener que hacer camuflaje de su orientación sexo-genérica;
E) Derecho a manifestar sus emociones y afectos en público, como lo hacemos los heterosexuales;
F) Derecho a convivir con sus hijos e hijas, después de salir del clóset o del armario;
G) Derecho a recibir los tratamientos clínicos requeridos, sin recriminación por sus prácticas erótico-sexuales;
H) Derecho a la visibilidad social, política y cultural, en función de sus capacidades y cualidades;
I). Derecho a elegir cómo y con quién vivir o forjar una familia, sin que su orientación sexual se constituya en el cerrojo para impedírselos y,
J) Derecho a la reasignación de sexo, previa terapia psicológica y hormonal.
V. Lo que sí nos encanta --y nos hace lucir bien-- es cuando manifestamos o reconocemos la “valentía”; el arrojo; la fuerza espiritual; incluso el sufrimiento relatado o medio-ficcional, procedente de personas famosas, encumbradas, de clase social alta. Se trata de biografías exitosas que comparten sus cuitas para conseguir su salida del clóset. Entonces todo cuanto sea, provenga de donde sea y desfogue desde no importa qué lúgubre lugar, lo perdonamos por antonomasia.
Personalidades mediáticas como: Marlene Dietrich, Rock Hudson, Freddie Mercury, Ricky Martin, Miguel Bosé, Elton John, Jodie Foster, Juan Gabriel, Francis, Martina Navratilova, Greg Louganis, Ellen DeGeneres, Kevin Spacey, Tiziano Ferro, Chavela Vargas, Yolanda Andrade, Víctor Garber, e incluso tratándose de autores(as) de la talla intelectual de: Leonardo da Vinci, André Gide, Marcel Proust, Lord Byron, Pier Paolo Pasolini, Andy Warhol, Jean Genet, Derek Jarman, Alan Turing, Gabriela Mistral, Oscar Wilde, Federico García Lorca, Virginia Woolf, Anna Freud, Rudolf Nureyev, Allen Ginsberg, Yukio Mishima, Kate Millett o Frida Kahlo, les consideramos como una gran muestra de valentía, de arrojo, de lucha frente a la sociedad de su tiempo. Vamos, que merecen nuestro reconocimiento absoluto y sin regateos.
Sin ninguna duda, a nuestro pesar, traslucimos clasismo y heterosexismo frente a la diversidad sexual; porque si se trata del vecino o de la vecina; de las personas que andan a pie y que no profesan nuestra religión heteronormativa, entonces nos parece abominable dicha orientación sexual; cuando no infernal y digna de todo rechazo. Falta mucho por trabajar con nosotros mismos; espero que las mentes más cándidas no piensen que mi propuesta es pornográfica. Sin embargo, estoy aludiendo al plano mental y emocional, nada más.
El pensamiento binario, de profunda vocación heterosexista, cree que existe una manera de amar; que todos los seres humanos deben sentir atracción por el sexo “complementario” u “opuesto”. Que la divinidad así lo instruyó y que constituye una blasfemia, un pecado nefando, desear o amar a una persona que tenga los mismos genitales. ¡Qué mirada tan corta, en el plano existencial y humano!
Debe ser triste ser guiado por una mente tan gansa para creer que solamente existe un mundo partido en dos mitades; cuando en realidad la libertad y las formas de amar son infinitas y, simultáneamente.