Para que en México haya una verdadera prensa imparcial, democrática e independiente, pese a depender en gran medida de los dineros del Estado, esta debe estar en manos de trabajadores de la comunicación y no de comerciantes que buscan lucrar, pues va contra toda lógica que siendo nuestros impuestos los que le dan vida a los medios de comunicación se conviertan en sociedades anónimas para beneficio de unos cuantos.
Pese que la Constitución de 1917 garantizó el derecho a escribir sobre cualquier materia, con la limitante de respetar la vida privada y la moral, y pese a que Venustiano Carranza impulsó éste precepto, fue él quien impuso el singular castigo para todos aquellos periodistas que no comulgaran con la “verdad absoluta” conocido como “los viajes de rectificación”.
Los periodistas eran llevados al lugar de los acontecimientos que habían narrado para que en un traslado con no muy buenos tratos y custodiados por policías y militares se “retractaran” de lo que habían publicado. Después vendría una era en los medios de comunicación de censura y la autocensura para cuidar intereses creados, pero también se darían algunos casos de verdadera prensa valiente.
Fue durante el gobierno de Carranza cuando nacen El Universal y Excélsior. Este último fundado por Rafael Alducín quien al morir, a los 35 años de edad, su viuda, la señora Consuelo Thommalen se ve enfrentada a graves problemas administrativos y laborales por lo que, en una decisión inteligente y sensata y consciente de que ella no iba a vivir eternamente, pone el diario en manos de los trabajadores quienes se constituyen en cooperativa.
Tan poco, o nada democrática, ha sido la vida laborar al interior de los medios de comunicación, desde la era de la palabra escrita, que las decisiones se siguen tomando en la mayoría de los casos de manera facciosa y cupular a tal grado que lo que se conoce como fuentes de información son patrimonio exclusivo de los directivos.
Así, tienen una forma de coartar al reportero o cronista y, si se quiere, aplicar una especie de “viajes de rectificación” hostigándolo con encargos (eventos a cubrir con horarios extremos) que lo agoten personal y laboralmente hasta que renuncie para que ceda su plaza a un comunicador más dócil y sin criterio propio.
Es por esa y muchas razones más, como la de defender públicamente que no se les diga retrasados mentales, por lo que el Estado debe pugnar no sólo por la permanencia de los periodistas en su fuente de empleo, como lo alentó el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino por democratizar los medios de comunicación tanto en los beneficios que salen del gobierno y que son producto de nuestros impuestos como en la relación laboral. Esto es, convertirlos en cooperativas, o en propietarios a partes iguales (aunque un modelo así ya falló después de que intentó dar un ejemplo de democracia) para impedir que sus directivos, a veces salidos de la nada, y convertidos en inmaculados empresarios, abusen del que en un tiempo fue llamado “cuarto poder”. Por cierto, el 10 de septiembre de 1917 ve la luz el periódico El Cuarto Poder, bajo la dirección de Arturo Cisneros Peña, que fue clausurado a los pocos días por el gobierno.
El manejo faccioso y tendencioso, con miras a no ser analítico y objetivo, sino a presionar con encabezados sensacionalistas de acuerdo a sus intereses comerciales, o personales, se vio el pasado miércoles durante la reunión del yerno de Trump, Jared Krushner con el presidente López Obrador. Ningún medio nacional, mucho menos escrito, estuvo a la altura de lo que hoy en día se dice izquierda. Andrés Manuel López Obrador está consciente que no cuenta con ningún medio, hablando desde el punto de vista de estricta izquierda. ¿Darle voz en primera plana a un calificativo de la derecha en un medio de izquierda es ético para quienes se formaron en las filas del marxismo leninismo?
El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que sí le preocupa la viabilidad de los medios de comunicación: “Son muy importantes los medios. Nosotros tenemos que ayudar a que existan los medios, que haya información, que no fracasen, que puedan ser al mismo tiempo fuentes de trabajo para comunicadores; porque si se cierra un medio, se quedan sin trabajo quienes cumplen una función social que es la de informar”.
Seguramente no ignora que en el diario La Jornada, sin cerrar, éste lleva a cabo una purga de trabajadores sindicalistas. Antes, despidieron a su entrañable amigo, al que le hizo honores públicos, Jaime Avilés. México requiere medios donde haya juntas de verdadera democracia donde se discuta con respeto lo que se va a publicar, pues está de por medio el futuro del país y la Cuarta Transformación y no se tomen decisiones caprichosas por intereses comerciales o personales.
*Presidente de la ONG Franature.
