Han cambiado las tendencias en reproducción materna, tanto en México como en otros países. La mayoría de las mujeres, a lo largo de su vida decidirán tener, con sus esposos o no, –como máximo-- dos chicos(as). Otras más optarán por no dedicarse a tener descendencia. Si eso mismo hacemos los hombres, está «la mar de bien». Pero que no se trate de mujeres, porque entonces ¿Qué van a hacer? ¿Sin retoños, cuál será su razón de ser o su fatal destino? El patriarcado y machismo son milenarios. Hay que seguir luchando para derribarlos, a ambos, aunque sean de la misma estirpe.
Creo que una de las revoluciones de las últimas siete décadas, ha sido la transformación de las familias, pero son los somas femeninos los que han marcado la pauta, el cauce y el panorama de lo que tenemos hoy.
Para dar una idea de lo que sucede, en el año 2017 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) notificó que, nada más ese año, nacieron 2.1 millones de personas. La mayoría de las madres, es decir 75 %, tuvieron una hija o un hijo, antes de cumplir 30 años (Q3). La mitad de las madres parieron hijo antes haber cumplido 26 años de edad (Q2).
En promedio, las mujeres mexicanas que procrearon un vástago en dicho año, tenían 26 años de cuando procrearon a su bebé; no necesariamente el primero, pero es posible que así haya sucedido. Según la tendencia, la probabilidad de que una mujer que pasa de los 35 años de vida opte por tener familia, se comprime drásticamente. Ver mismo gráfico arriba.
También debemos reparar que emerge otro fenómeno con gran fuerza. Por diversas variables, hay mujeres que están optando por tener descendencia a partir de los 39 años o más. Se están dando registros de maternidades entre 45 y 50. (Revisar el mismo gráfico). Sin lugar a dudas, asistimos a nuevas familias; a inéditas formas de convivencia en los hogares; encaramos formas de crianza que entremezclan brechas generacionales entre madre-padre e hijas(os), pues no se habían observado en el pasado más reciente.
Casi la quinta parte de las señoras que tuvieron hijas o hijos, tenían menos de 20 años. Como se puede considerar, tenemos que avanzar en políticas públicas de prevención, atención, reducción del embarazo adolescente y de la maternidad en estas tempranas edades.
El embarazo adolescente impacta dolorosamente a mujeres con baja escolaridad; también revela rezago educativo en la mayoría de ellas y de ellos; desde luego, las madres carecen de empleo; sea porque viven condiciones de pobreza o de pobreza extrema. Con certeza, ellas se mantienen inhabilitadas para el trabajo bien pagado; sus parejas sexuales tienen el mismo perfil socioeducativo. Son mayores que ellas e, incluso, están ocultos por la tolerancia, la evasión, la explicable vergüenza intrafamiliar o vecinal.
Les espera, a esas criaturas, la pobreza, precariedad, sin posibilidades de nada, frente a un mundo voraz, procaz, desalmado que solamente entiende de dinero y de capacidades humanas, hasta dejarles fuera. Mientras ello sucede, unos cuantos legisladores(as) que nada, nada, nada entienden de la vida humana, impulsarán reformas, leyes, reglamentos y medidas que atemperen todo cuanto socave el reclamo o la necesidad genuina.
Frente a ese panorama, a los miopes legisladores conservadores, anacoretas y proclives a la sotana, les encanta criminalizar todo embarazo; todo derecho de las mujeres sobre sus poderosos cuerpos.
En otras palabras, deben diseñarse políticas públicas específicas, capaces de enfrentar –con nuestros impuestos—la atención a las necesidades de mujeres que desean decidir sobre sus vidas porque creen que, como yo, la democracia tiene que ver con las necesidades de todos, pero sin dejar fuera a nadie. ¿Eso está contra ese “nosotros”? ¿Eso está contra el: «Se acabó»? ¿Eso contraviene el neoliberalismo? ¿Eso se torna abominable contra las Organizaciones de la Sociedad Civil?
¡Respondan, ahora!
Red Internacional FAMECOM