Como sucede previo a cada proceso electoral en los Estados Unidos, los candidatos, que incluye a quien detenta el poder, es decir, al Presidente, lanzan entre sus ofrecimientos endurecer sus políticas para evitar la llegada de migrantes.
Electoralmente podría resultar rentable, amagando a las naciones vecinas con cerrar la frontera, como recientemente amenazó el mandatario estadounidense Donald Trump. Pero en los hechos es un despropósito que atenta justo contra la esencia de los Estados Unidos: su conformación a partir de la migración, dando lugar a una gran mezcla que ha hecho de esa nación lo que es: una potencia mundial en toda la línea.
Esto evidencia, primero, la poca estatura intelectual de quienes han aventurado incluso choques de civilizaciones, así como la pobreza en la oferta política para buscar permanecer en el poder, si bien, como ya se dijo, puede tener algún impacto en ciertos sectores de la población del vecino país.
No se puede negar que los países expulsores tienen que hacer su parte para evitar que millones de seres los abandonen por las precarias condiciones de vida, incluso por regímenes autoritarios, pero principalmente por lo primero, producto del desempleo, la falta de oportunidades, la inseguridad, insuficientes o nulos sistemas de educación o de salud, entre muchos otros.
Los gobiernos de las naciones que conforman América Latina, principalmente las de Centroamérica, están en deuda con sus ciudadanos, que no ven otra forma de progresar si no es de esa manera.
La búsqueda de oportunidades en sus países es igual de peligrosa que la travesía que llevan a cabo para buscar una vida mejor en otros. Son presas de agrupaciones criminales, objeto de trata de personas, de prostitución, de abusos y vejaciones y muchas calamidades más.
Pero los ciudadanos de esos países, que incluyen al nuestro, no son los únicos que han tenido que migrar para tratar de alcanzar mejores estadios de bienestar.
En Europa, conflictos bélicos han ocasionado una avalancha de personas de países como Siria, por ejemplo, y de otras naciones se han ido para intentar encontrar las oportunidades de trabajo o de estudio que en las suyas se les niegan o no hay.
Igual que Estados Unidos, Francia e Inglaterra levantaron muros para evitar la llegada de migrantes.
En todo esto, poco se ha dicho sobre el papel que ha jugado la economía, más que los conflictos bélicos o medios autoritarios del tipo Venezuela.
En el fondo del problema de la migración, con su constante movimiento, lamentablemente no está el espíritu de aventura por conocer y enriquecer la cultura o el intercambio de esto; tampoco el de ir para obtener una mejor preparación académica o en otros ámbitos.
Nada eso. Lo que no admiten las naciones colonizadoras es que la política económica promovida, es la que se halla en el corazón de la oleada migrante. Y mientras persistan esas condiciones, no habrá turistas sino gente que no está resignada y quiere dejar atrás la precariedad que la vida le ha ofrecido.
Por eso y porque poco se ha hecho para fomentar una economía que atienda al interés general y no al de unos cuantos, es porque la migración va a continuar con el inaceptable resorte de la pobreza como principal impulsor.
Trump y otros podrán cerrar o intentar cerrar lo que quieran. De hecho ya existe un muro, edificado durante el gobierno de Bill Clinton, es decir, desde 1994. Y la migración ha seguido. Suerte con su muro.