En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)
Este primero de septiembre, de acuerdo a lo que marca la Constitución Política de México, Andrés Manuel López Obrador rindió su primer informe de gobierno, ejercicio al que llegó con una base histórica de aceptación ciudadana que ronda en 60 por ciento.
Sí, seis de cada diez mexicanos encuestados por Mitofsky, aprueban la forma de gobernar del presidente a nueve meses de haber iniciado su administración, y en la que las principales acciones que los mexicanos respaldan y reconocen son su combate al huachicol, el acuerdo migratorio con los Estados Unidos y la creación de la guardia nacional.
Por el otro lado, las tres decisiones que menor aprobación muestran, por el momento, son apoyar con dinero al Salvador para reducir la migración; consultar a los asistentes a mitines las decisiones de gobierno y su visión de futuro sin el castigo a los corruptos.
Sin duda, el presidente llegó arropado a este primer ejercicio de rendición de cuentas por esa aprobación, que pese a lo que se piense, es menor a la que llegaron a su primer informe presidentes como Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox o el propio Felipe Calderón.
Así que para quienes piensas que Andrés Manuel López es el presidente que mayor apoyo ha tenido al llegar a esta instancia se equivocan, pero también lo hacen aquellos que piensan que las constates pifias de su gobierno le han restado popularidad.
Lo que sí me parece importante analizar, más allá de las cifras alegres que todo gobierno pretende comunicar en sus informes de gobierno, así como los comentarios alarmistas de quienes desde la oposición critican cualquier logro que no haya sido alcanzado, es la percepción social de este nuevo gobierno.
Hoy, la percepción en materia de seguridad, es la más baja en los últimos nueve años, es decir, la mayoría de los mexicanos piensa que las cosas hoy marchan peor que antes en esta materia.
A ello se suma que el 68 por ciento de los mexicanos que han sido encuestados refieren que la situación económica está también peor que antes, lo que sin duda, es un peligro latente del desencanto crónico que se avecina.
A sólo nueve meses de gobierno, Andrés Manuel López Obrador le ha quedado a deber mucho no a todos los mexicanos, pero sí a quienes en mayor medida creyeron en él.
Durante 18 años en campaña, se vendió como el político de las soluciones, el crítico que decía qué es lo que tenía que hacer el gobierno en turno para mejorar, y en el mejor prospecto para llegar a la presidencia.
Sin embargo su discurso en el gobierno no ayudó mucho, porque fiel a su estilo, prefirió evitar la comunicación estratégica y ha pretendido utilizar la misma narrativa que tuvo como candidato.
Ya con la banda presidencial, se limitó a culpar a gobiernos anteriores de la situación actual, y desde el púlpito de sus conferencias mañaneras ha impulsado el linchamiento social en contra de quienes son sus detractores.
Más allá de lo insulso que a veces parezcan sus declaraciones, resulta preocupante que un presidente de la República sobre el que pesaba el enorme compromiso de un apoyo ciudadano histórico haya convertido ese apoyo más en un peso que arrastra que en un impulso para resolver.
Sí, Andrés Manuel demostró ser un gran candidato, pero ha también demostrado indolencia para gobernar a un país como México plagado de claro obscuros, sí muchos de ellos históricos, pero también de problemas cambiantes y recientes de una economía global.
Nos guste o no, ya no somos un país pequeño o en vías de desarrollo en el que el simple liderazgo de un personaje podía hacer avanzar los engranajes de una nación en construcción.
Hoy tenemos instituciones y una sociedad más deliberativa, que cuestiona, que así como da su voto en una elección, puede quitarlo sin mayor problema en la que viene, somos un país que requiere “por necesidad” un crecimiento superior al uno por ciento.
Hoy el informe va más allá de los aplausos de lopezobradoristas, y de las críticas mordaces de la oposición, hoy el partido Morena y sus gobiernos, han mostrado que a pesar de que las formas cambien, cuando no se tiene rumbo, la popularidad no hace buenos gobiernos.
Si hoy hacemos un análisis profundo de las cifras y logros de este gobierno con anteriores, son pocos, muy pocos rubros en los que ha habido avances significativos, por el contrario, ha habido diversas situaciones que han colocado a esta administración no sólo por debajo de las expectativas creadas, sino por debajo de lo ya existía y tanto se criticó.
Hemos entendido que la lucha contra la corrupción no se trata de resquebrajar las instituciones, ni terminar la guerra contra los narcotraficantes tendría que significar dejar de perseguirlos, no se puede entender la austeridad con eliminar programas y acciones que han ayudado a miles de familias, pero también, espero, pensando que el voto, sí, ese que tanto minimizamos, sí tiene peso, porque cuando no se usa, una mayoría siempre termina decidiendo.
Llegamos a este primer informe, polarizados, sí, pero como año con año, luego de presenciar y escuchar la larga lista de logros y avances, pensando como siempre en la esperanza, de que mañana siempre vendrá algo mejor.
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