No es ninguna novedad que la sobrevivencia de algunos partidos políticos pequeños en México sea gracias a servir de paleros electorales en favor de los partidos dominantes del sistema político nacional.
Así, por décadas hemos sido testigos de coaliciones o alianzas simuladas, que más allá de sumar postulados para conformar políticas públicas incluyentes, simplemente representan votos a favor para que unos pocos conserven el poder.
El Partido Verde (PV) y el desaparecido Partido Nueva Alianza (Panal), obtuvieron por años grandes beneficios del erario público, gracias a sus alianzas convenencieras con el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En el caso del Partido Verde, más que un partido, son un negocio descarado. Tienen un modelo empresarial muy exitoso: aliarse con los ganadores para medrar desde el poder. Gracias a sus alianzas con el PAN, PRI y, ahora, Morena, se han hecho multimillonarios.
Para el caso del Panal, sus alianzas con el PAN y el PRI funcionaron utilizando al magisterio adherido al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), para negociar con el poder en turno sobre los beneficios de tener a los maestros contentos. La orquestadora de esas negociaciones siempre fue Elba Esther Gordillo.
Esa relación convenenciera le ha valido, pese a no contar con registro nacional, mantener algunas posiciones en el Congreso de la Unión y congresos locales.
Los nuevos en esta batalla de conveniencias son los aliados por excelencia de Morena, es decir, el Partido del Trabajo (PT) y el (aparentemente extinto) Partido Encuentro Social (PES). Aunque la afinidad en postulados no es la tónica de su unión, fueron la opción a tomar a la hora de sumar votos.
Sin embargo, hoy trasciende hasta estas líneas, que ante la cerrazón de López Obrador por tejer un tapete de privilegios con sus otrora aliados de campaña, ya hay voces desde el PT y, sobre todo, desde el PES, que buscan la venganza política contra el Presidente, pues no disfrutan aún de las delicias del poder, tan prometidas.
La vida nacional del PES fue breve. Obtuvo su registro como partido político en 2014 y lo perdió en 2018. Actualmente se mantiene como partido estatal en Morelos, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán.
El malestar de la cúpula del PES es porque AMLO no hizo nada para lograr que retuvieran su registro nacional, lo que exhibe que solo fueron utilizados para que el tabasqueño llegara al poder y hoy, simplemente los echa a la basura.
El desquite vendrá en el ánimo de la vida legislativa, sobre todo a la hora de las votaciones, en las que mucho tiene que ver la conformación de mayorías simples o calificadas.
Pero también se cocina una segunda estrategia de presión y la explico a continuación.
Previo al proceso electoral del año pasado, Morena, haciendo trampa, para garantizar tener mayoría en la Cámara de Diputados sin que los acusaran de estar sobrerrepresentados, registró a varios de sus candidatos, entre ellos a Mario Delgado, Sergio Mayer, Pablo Gómez y Beatriz Rojas por el PT o el PES, en un intento de que cupieran más pejistas burlando la ley.
A raíz del apabullante triunfo de los morenos, tanto PT como PES se quedaron descobijados, por lo que ahora planean denunciar ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al partido ganador (Morena) por fraude a la ley.
¿Por qué? Porque ningún candidato puede registrarse por otro partido distinto al que milita, lo cual ocurrió en el pasado proceso electoral.
Así las cosas y esperaremos a ver si apagan esos intentos de rebeldía legislativa.