No he visto Joker, ni la voy a ver. No sé usted, pero a estas alturas de seguro ni usted ni yo hemos dejado de conversar con alguien sobre esta película aunque todavía no la hayamos visto. No aseguro que no seré víctima de la imponente publicidad que precede a estas obras de diversión y de planeada discusión en los medios masivos.
Porque hoy en día la discusión está programada de antemano como forma subrepticia, si no subliminal, de publicidad.
Hoy, en esta época de las cada vez más intensas comunicaciones, es imperativa la conversación, como profetizaba Einstein (¨La conversación será el imperativo del futuro¨). Y quien domina la agenda de las comunicaciones, domina las mentes. Y hoy mandan los grandes medios de comunicación... y de diversión.
El estilo Hollywood sigue generando sus réplicas en las pantallas chicas de sus competidoras, como Netflix, etc.
Ahora proliferan las ¨nuevas¨ versiones de éxitos anteriores como es esta película del malvado y peligroso payaso, el psicópata Príncipe del Crimen, que apareció antes en Batman. Esperemos que esta oscurísima versión no suscite crímenes como el de las 12 víctimas asesinadas en el tiroteo de 2012 cuando estrenaron la película de Batman: el caballero de la noche asciende.
Pero como estrategia de mercadotecnia se propicia deliberadamente la controversia de mil y un maneras (la crítica negativa atrae tantos o más aficionados a las pantallas grandes y chicas que la positiva; lo que importa es crear polémica para suscitar interés, así sea morboso). Las producciones hoy gastan en publicidad varias veces más de lo que cuesta producirlas. De todos modos, deja muchísimas ganancias.
Sólo en los primeros tres días de exhibición Joker generó 93 millones de dólares en Estados Unidos, más de 140 millones a nivel internacional y sólo costó 55 millones de dólares producirla (no he podido averiguar cuánto gastaron en publicidad previa y lo que ya deben de estar invirtiendo para que sea nominada al Oscar).
Las imágenes no son inocentes y las películas ya no lo son. Creo que ni las infantiles, desde que apareció la televisión (ver el libro de Neil Postman: La Desaparición de la Niñez). Y más vulnerables son hoy las niñas y los niños, cada día más prematuros adolescentes, que tienen además sus propias tabletas y celulares cuyos contenidos determinan los llamados influencers o líderes de opinión.
Lo mismo sucede con la política, que se ha convertido en la continuación de la diversión por otros medios.
Incluyendo candidatos payasos de oficio o aprendices que logran ganar las elecciones cada vez más fácilmente.
No pienses en un elefante
Tampoco las palabras son inocentes, como explica el libro de George Lakoff (No pienses en un elefante, Lenguaje y Debate Político). Cuando oímos una palabra cualquiera, de inmediato su marco conceptual se activa en nuestro cerebro, por ejemplo «elefante», hace que evoquemos automáticamente a un animal de trompa flexible y orejas grandes, en un circo, etc. Incluso cuando le pedimos a alguien que no piense en uno, lo estamos evocando.
Como señala Lakoff, redefinir el marco significa cambiar el modo en que el público ve el mundo. Es cambiar lo que se considera sentido común. Dado que el lenguaje activa marcos conceptuales, para establecer nuevos marcos se requiere un nuevo lenguaje (para mayor detalle vea su otro libro: Política moral. Cómo piensan progresistas y conservadores).
Para pensar distinto hay que hablar distinto.
¿Recuerda cuando se empezó a hablar del Mesías Tropical, el populismo, el peligro para México, etc?
Luego alguien empezó a hablar de temas como la Cartilla Moral, la Cuarta Transformación y de sus opositores, los fifíes, los conservadores, etc.
El marco conceptual cambió y los anteriores epítetos ya no funcionan para la mayoría que decidió las elecciones.
Día a día se habla del ¨elefante¨ en los medios: No pienses en la Cuarta Transformación...ni en los conservadores, ni en...
Imposible.
Las oposiciones están dispersas y no tienen en la actualidad un lenguaje apropiado para el debate político en esta coyuntura. Y mientras no lo tengan, el elefante seguirá reinando en la selva de la política.
No pienses en un elefante…