Tenía años que no disfrutaba tanto una novela política, por naturaleza mi género favorito, el último libro que devoré con ese ímpetu fue durante mis años universitarios: “La fiesta del Chivo”, de Mario Vargas Llosa. Ahora tocó el turno a “El vendedor de silencio”, escrito por Enrique Serna, recientemente publicado por Alfaguara. En tres pasajes quirúrgicamente disertados aborda la vida de un audaz, pero despreciable periodista. De un poliglota, erudito y culto personaje y, a la vez, un déspota, alcohólico y abusivo escritor: Carlos Denegri, preso de sus bajas pasiones.
¿Quién fue este enigmático “publicista político”? ¿Quién fue este apóstol de la lprensa vendida? ¿Habían escuchado hablar de él? Serna lo describe de cuerpo completo como el responsable de “industrializar el chayote, cuando esa palabra todavía no se usaba en la jerga política”. En lo particular nunca había escuchado la más mínima referencia del reportero, quien en esta pantomima escrita comparte época con personajes sumamente diversos: Julio Scherer García, José Vasconcelos, Maximino Ávila Camacho, Alfonso Reyes, Rodrigo de Llano, María Felix, Vicente Leñero, Carlos Septién y un centenar más de hombres y mujeres que dieron forma a la sociedad mexicana de las décadas posrevolucionarias hasta el cisma político de los años setenta.
En estos aconteceres, el autor desmenuza, con la voz en primera persona de Carlos Denigre, como desde la prensa escrita fue consolidando una carrera de influyentismo dentro de la política mexicana, de la mano de funcionarios promotores del fascismo, corrupción, soberbia, misoginia y ambición desmedida. Personajes que representaban la antítesis de la modernización que se pretendía impulsar en el discurso político.
Picho, como su padrastro lo llamaba, es fruto podrido de una época de abuso draconianos que con algunas copas encima era artífice de rabietas y desfiguros públicos de gran escándalo frente a la sociedad, siempre teniendo como víctimas a sus esposas o parejas del momento.
“Carlitos” como le decían los de la élite política gozaba de una envidiable pluma que lo proyectó a la arena internacional; así, la novela muestra a un Denegri que con soltura y aires de grandeza osa compararse con Oriana Fallaci, por su “don de gente y su don de mundo”.
Con espléndida elocuencia utilizaba sus textos para granjearse el apoyo de los poderosos o, bien, extorsionar a los desprevenidos o enemigos; ya fuera por encargo o por animadversión propia. Con sus columnas lograba encumbrar con éxito las aspiraciones de políticos locales y nacionales o derrumbar proyectos sociales, culturales y administrativos. Siempre informando de sus decisiones a Skipper, Rodrigo de Llano, su primer jefe y cofundador de la cooperativa Excélsior y, dependiendo de la relevancia del tema, dando aviso al secretario particular del “señor presidente” en turno.
En cerca de 500 hojas Enrique Serna retrata seis décadas de historia nacional y mundial. Esboza los años del Maximato y las mieles de ser un “hijo del poder” emanado de la revolución. La reforma agraria del “Tata Cárdenas” y el ascenso del régimen franquista desde el epicentro español. La tibieza de Manuel Ávila Camacho frente a su “primitivo” hermano Maximino. El nacimiento de una economía pujante impulsada por las ideas modernizadoras de Miguel Alemán, mientras pinta de cuerpo entero al “político-empresario”, como una metamorfosis de los agresivos latifundistas desplazados por la revolución.
De refilón aborda el “charrismo” creciente durante los años de gobierno de los Adolfo”s”, Ruíz Cortines y López Mateos. Ahonda sí en los jóvenes años libertarios de la década de los sesenta, marcados por la egolatría de Díaz Ordaz de finales de su gobierno. Narra las semanas previas al 2 de octubre del 68 y el manejo mediático para contener y desacreditar el movimiento estudiantil.
Finalmente, previo a la intriga de su muerte; retrata la parquedad de Echeverría, los vaivenes del poder político, nos pasea por la montaña rusa de la fortuna y nos adentra en un thriller psicológico sobre la niñez y acabose de Carlos Denegri.
Rescato, por último, dos pasajes del texto por la admiración que guardo hacía los personajes; el primero, la descripción de Vicente Lombardo Toledano “Líder máximo del socialismo, comandaba la izquierda del partido gobernante (…) era una lumbrera académica y escribía tratados de vuelos filosóficos (…) había tenido un gran poder en el sexenio de Lázaro Cárdenas”. El segundo, referente a los inicios estoicos de Julio Scherer: “con una mirada intensa, cargada de voltios, que denotaba fuerza moral, inquebrantables principios y valor para defenderlos, parecía un poeta romántico infiltrado en una reunión de burócratas (…) la táctica de no aceptar embutes era un medio excelente para adquirir prestigio”.
Julio Scherer, llegó a referirse a Carlos Denegri como “el mejor y más vil de los reporteros”.