Fue presentado el resultado oficial del operativo fallido de Culiacán, en el que se detuvo a Ovidio Guzmán López, hijo del chapo Guzmán, y su liberación, de acuerdo a lo anunciado en días previos por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
De entrada, el anuncio del mandatario causó expectación, dado que ya se va haciendo costumbre que la versión de algo tan importante tenga su base en otros datos, o se quiera distraer la atención con algún otro acontecimiento, aunque sea banal.
La explicación corrió a cargo del secretario de la Defensa Nacional (Sedena) Luis Cresencio Sandoval, quien informó que el coronel de caballería Juan José Verde Montes, fue el responsable del operativo, y también de la decisión precipitada de detener a Ovidio Guzmán.
Es difícil, puede presumirse hasta imposible, pensar que se pudiera haber dado a conocer a la opinión pública algo parecido, ofrecer como ofrenda en sacrificio a un destacado elemento del ejército, ni en el peor de los sueños, ahora se ha dado, y en lugar de aligerar la tensión, se percibe aún más densa.
Ahora bien, de acuerdo a la información que se dio, fueron varios días en los que se preparó el operativo, y ésta deja algo en claro, faltó labor del área de inteligencia, de quienes conocen a las bandas delincuenciales, y que han participado en otros eventos que puede presumirse fueron exitosos.
El número de elementos no corresponde al que debería haber participado el 17 de octubre. Se trata del corazón del territorio que domina el cártel que controló el chapo Guzmán, y los herederos, sus hijos, son los que ahora tienen ese poder.
Por su parte, el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, señaló que “en materia de seguridad no es prudente sobredimensionar las circunstancias, un tropiezo táctico no invalida la estrategia de seguridad en su totalidad”. ¿Tropiezo táctico? Habría que pedirle sea más claro al respecto, y también valdría la pena que como secretario de seguridad aclare cuál es la estrategia a la que se refiere.
El hecho es que salió ganando el cartel de Sinaloa, que se vio amenazado por haber sido capturado uno de sus líderes, del que lograron su rescate, y que como quiera que haya sido, sus acciones le resultaron eficaces, lo que no sucedió con las fuerzas del gobierno. También quedó claro que la Marina no participó, que la DEA se encontraba enterada, y que faltó una orden de cateo para acceder al domicilio en el que se encontraba el capo.
El caso es que aún caliente el asunto, y ante la innecesaria exposición que tiene todos los días ante los medios (no siempre tiene prensa a modo), el 21 de octubre, en una de sus mañaneras, López Obrador aceptó estar enterado de todo, al decir; “no es de que hacen las cosas y yo no me entero, o yo delego funciones y usted haga lo que quiera, no, el presidente de México tiene información, y sabe muy bien todo lo que está sucediendo, y toma las decisiones que corresponden para garantizar la vida de los mexicanos…” .
La primer declaración de cualquier persona es la que mas peso representa, porque se da de manera espontánea, las posteriores aclaraciones o rectificaciones suponen reflexión, consejo o preparación, en consecuencia, lo que dijo el 22 y 24 del mismo mes, puede o no ser confuso. No se debe olvidar además, que es Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, pero, en el momento más complicado de los acontecimientos tan delicados de aquél 17 de octubre, que le van a repercutir tarde o temprano, se subió a un avión comercial y se dirigió a Oaxaca, quedando incomunicado.
Entonces, a pesar del minuto a minuto en la información, aún no dice el gobierno federal quién dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán, ¿cómo se dio la precipitada instrucción de un destacado elemento de las fuerzas castrenses que anteponen siempre sus principios de honor, valor y lealtad? ¿Es el Coronel Verde Montes un chivo expiatorio?
Pero aún faltaba el punto fino, López Obrador se lanzó de nuevo contra la prensa que le incomoda, porque desearía que todo lo que dice y hace fuera aplaudido y no tuviera ninguna crítica, al señalar que fue impresionante la cobertura del caso, “se nos lanzaron con todo, desde supuestamente más independiente hasta los boletines y pasquines al servicio del conservadurismo”.
En su personal visión, dijo que a los medios no les importó lo que estaba de por medio y que se atendió como si fuera el inicio de una guerra que finalizó en cinco horas, y querían que de inmediato se informara y soltó; “no, con todo respeto, lo más importante es el interés general, de los ciudadanos, la colectividad, la paz, pero esto no significa que no se ejerza el periodismo con libertad absoluta, desde luego que sí, pero mostraron el cobre”.
Sólo que se le olvida al señor presidente que la información oficial del gobierno cambió por lo menos seis veces, así como las declaraciones que él mismo dio.
AMLO desearía tener en un puño a la prensa, en especial a sus críticos, muchos de los cuales por “extrañas razones” han perdido sus trabajos en los medios en los que laboraban, pero eso seguramente es una casualidad, sin embargo, cuando fue el eterno candidato, desde su cómoda posición se regodeaba por lo que se decía de sus antecesores, sólo que la amnesia le hace creer que esa prensa se mantenía como momias. Sólo resta recordarle: la historia no se inventa, la historia se cuenta.
Esperemos que llegado el momento, dé su autorización para que la prensa haga su trabajo, digo, con tooooodo respeto.
