Sismo, temblor, terremotos, derrumbes, escombros, inhabitable, fisuras, fracturas, apuntalar, evaluar, escombros, cimientos, demolición, damnificados, ayuda humanitaria, protección civil, epicentro, oscilatorio, trepidatorio, réplicas, Frida, la perrita rescatista, ejército, topos, héroes, centros de acopio, sismógrafo, plan de reconstrucción, son términos que hemos incorporado a nuestro lenguaje cotidiano en la crisis posterior a los sismos del 7 y el 19 de septiembre y que desde 1985 se generalizó y se va haciendo cultura, tanto como la narrativa de la inseguridad con términos como sicarios, narcotraficantes, miedo, inseguridad, armas, trasiego, muertos, Ak47, traficantes.
Todos ellos códigos de un país que así vive sus crisis: lo mismo los sismos que la seguridad, o la economía a lo que pareciera ya nos acostumbramos y con ella nos afirmamos hasta que de este hito elijamos si nos quedamos en el rescate o vamos al desarrollo pleno de nuestras facultades, habilidades, coraje y al del reconocimiento de nuestros logros y el desarrollo de lo mejor de nuestra lucha contra la opacidad, la corrupción y el crimen, el egoísmo y la vileza o si decidimos seguir contagiando a otros con una visión pesimista y un lenguaje en el mismo sentido.
El manejo de una narrativa oscura se ha apoderado de diversas capas de la sociedad favoreciendo un ánimo negativo y depresivo, propio de jueces anónimos que todo lo sancionan pero no ayudan, que si bien corresponde a un estado general de cosas, es parcial, omite las expresiones constructivas, las experiencias exitosas, los ámbitos que enorgullecen a México, el país de los valores, el de los héroes y el de los jóvenes valientes y capaces. Modificar poco a poco este código, este lenguaje que afirma lo negro pudiera ayudar a cambiar la narrativa, por lo menos empecemos por cambiar el código.
@MargaJimenez4
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