Desde su llegada a la titularidad de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra dejó algo muy en claro, no iba a ir en contra de quien la puso en ese cargo, al alabar la labor del titular del ejecutivo federal, y defender su posición.
Ahora, a meses de distancia en los que materialmente la Comisión a su cargo luce por su ausencia en el ámbito nacional, ni qué decir de los problemas en los que debería intervenir por posibles violaciones a los derechos humanos, se presenta ante los legisladores para dar un intento de informe ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
Y lo es porque no dijo nada sustancial, algo que realmente valiera la pena presumir, algo, que dentro de sus obligaciones, haya intervenido tan importante organismo autónomo que encabeza. Desafortunadamente en este sexenio, así como lo hizo Piedra, otros más lo han hecho, y al parecer lo seguirán haciendo, asumió que lo más importante del cargo, porque ahora todo se reduce a presumir esto; es que le ha entrado con todo… A LA AUSTERIDAD REPUBLICANA, y como ya parece costumbre, se fue en contra de sus antecesores, ¿de dónde lo habrá aprendido?, pero no para señalar sus fallas y presentar una estrategia para resolverlas, sino para exhibir los gastos en sus actividades.
En realidad, que sus funcionarios ganen mucho o poco hasta resulta ser lo de menos, eso únicamente se traduce en propaganda populista que evade lo sustancial y se concentra en lo mediático que conviene al presidente Andrés Manuel López Obrador y a su cuarta transformación.
Pero en lo que debería enfocarse la flamante titular de la CNDH y que le obliga su cargo, no lo atiende o no lo entiende, ya que sin interés alguno para exigir a las autoridades el respeto a los derechos fundamentales, esquiva su obligación.
Parece que para esto sirve ahora la Comisión de Derechos Humanos, para ser comparsa del titular del ejecutivo federal, en principio, existen muchas acciones del gobierno que deberían obligar a la Comisión intervenir, incluso de oficio, pero parece que con la nueva ombudsperson no se hará, la indiferencia y callar como momia será su constante.
Y es que no sólo parece, sino confirma con su actitud servil que no hará ningún pronunciamiento que pueda afectar de alguna manera la imagen del presidente. Así que los padres que exigen medicamentos para sus hijos enfermos de cáncer tendrán que continuar con marchas y plantones cada vez que se les termine; los niños que han sido reclutados y armados por autodefensas de San Rafael, Zirándaro; los diez indígenas nahuas de Alcozacán, Chilapa, Guerrero, masacrados y quemados; los migrantes reprimidos con gas pimienta en la frontera sur del país; los activistas asesinados, y muchos etcéteras más, tendrán que esperar por mejores tiempos, cuando la prioridad ya no sea presumir austeridad.
Ante la escasez de medicamentos, la desordenada transición del Seguro Popular al Insabi, la falta de seguridad, la forma en la que se cumple con el encargo del presidente estadounidense Donald Trump para contener desde la frontera sur a la migración, las condiciones de salud y seguridad que afectan a los niños, la violencia hacia las mujeres, entre otros asuntos que atañen a los derechos humanos, Rosario Piedra no ha hecho pronunciamiento alguno que valga la pena preponderar.
El silencio de la titular de la Comisión de los Derechos Humanos la hace cómplice de la autoridad que reiteradamente hace caso omiso a los muchos reclamos de los afectados por las acciones del gobierno, que por cierto, nunca como hoy, el ciudadano que se siente afectado en sus derechos había sido presa de acusaciones tan miserables como las que se les hace a través de las “benditas redes sociales”.
Al pueblo bueno y sabio le hace falta la empatía que un día tuvo y que ahora ha perdido, porque es el mismo pueblo que se unió hombro con hombro con sus hermanos para rescatar a los sobrevivientes de entre los escombros de los terribles temblores que han dañado a México, esos mismos que auxiliaron a comunidades en desgracia por inundaciones, o por cualquier otra causa que los dejaba en condición vulnerable.
Ahora, ese mismo pueblo debe escoger entre lo que les dicta la razón y lo que ordena el presidente a través de sus mensajes de todos los días, por medio de una muy ventajosa posición, desde la cuál; puede acusar, señalar y sentenciar a quien le parezca su enemigo, dejando deliberadamente de lado la presunción de inocencia, porque lo mediático le conviene más.
Tal vez sea precisamente para evitar ser calificados como fifís, conservadores, oportunistas, o corruptos por el propio mandatario, pues incluso se ha visto que personas de su propio equipo cuando han decidido separarse, de inmediato son acusados de todo lo anterior.
A López Obrador no le gusta que nadie le lleve la contra, o que critique sus decisiones, porque piensa, y en verdad es así, que todo lo que determina está bien, que no debe caber la menor duda, y no iba a permitir que nadie al frente de la CNDH le pidiera cuentas y le exigiera respetar los derechos humanos.
Por eso, la elección de Rosario Piedra como titular de la Comisión en sustitución de Luis Raúl González Pérez resultó tan cuestionada, así había sido la orden, y con la mayoría de Morena, así fue.
Nadie quiere verse enfrentado a la persona más poderosa del país, “porque ya sabe lo que pasa”. Sin embargo, el derecho a la libre manifestación es propia e inherente del ciudadano, aunque quien debe garantizarla voltee hacia otro lado.