El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una muy clara ventaja sobre todos aquellos a los que llama adversarios. Todos los días, desde temprano, los medios de comunicación tienen la obligación de cubrir lo que se ha insistido en llamar conferencias.
En realidad se trata de un espacio que es, eso sí, muy bien aprovechado por el titular del ejecutivo, de ahí que presuma un ahorro en publicidad, pues con el pretexto de dar una conferencia para supuestamente informar sobre temas importantes que atañen a la nación, se adueña del tiempo de radio, televisión y prensa escrita, porque impone la agenda diaria, y sabe que tendrá que cubrirse.
Sin embargo, la verdad es otra, porque comúnmente al no tener un tema en particular sobre qué informar, para que por su parte, los reporteros que cubren la fuente puedan prepararse para hacer las preguntas pertinentes al respecto, todo queda en atender exclusivamente lo que le interesa al presidente, no en sí, para algún otro asunto en particular, a menos que sea relevante.
Desde el inicio del nuevo gobierno ha sido de esta manera, y es un aspecto muy cuidado por parte de la oficina de prensa a cargo de Jesús Ramírez, quien dispone la forma y las condiciones para organizar lo que se le conoce como las “mañaneras”. Por esta razón, quienes tienen como responsabilidad cubrir la fuente, deben obedecer las indicaciones del responsable de Comunicación Social.
Para los incómodos, los que de antemano ya están identificados, dejarlos entrar a estos eventos ya es un privilegio, y tal vez sea todo lo que puedan lograr, porque son escasas las oportunidades que tendrán de participar. A menos que se trate de alguien con la influencia suficiente como para que sea inevitable cederle el micrófono.
Bien, pues aún a pesar de que uno de esos incómodos logre hacer algún cuestionamiento, partiendo de la idea de que cada reportero va preparado de acuerdo al interés particular de su encargo, el dueño del micrófono contestará lo que quiere, el caso es que la mayoría de veces no responde lo que se le pregunta, toma otra ruta o cuenta algún chiste, y sale por la tangente.
El formato no favorece a los asistentes que tienen que conformarse con lo que logran captar, son muchos los decepcionados por no conseguir llevar a cabo su labor periodística, cuando enfrente se encuentra quien dispone de la atención a conveniencia.
Informadores como Denise Dresser y Jorge Ramos, entre otros, se han presentado a estos eventos matutinos, y son quienes, tras insistir con sus preguntas, logran obtener algo medianamente satisfactorio, ya que esperar que López Obrador se manifieste con claridad, es muy difícil.
El problema que representa la libertad de prensa es la censura, que históricamente y de diferentes formas se le ha pretendido imponer límites, por lo que asuntos como el del articulista Sergio Aguayo enciende las alarmas de alerta.
Ante una demanda por parte de Humberto Moreira, exgobernador de Coahuila, un juez sentenció a Sergio Aguayo pagar diez millones de pesos, en razón de que Moreira interpuso una demanda por daño moral en 2016, tras sentirse agraviado por un artículo que escribió Aguayo, en una parte de las líneas decía que el exgobernador despedía un “hedor corrupto”, lo que le valió al periodista ser considerado culpable de “daño moral”. Denise Dresser cuestionó al presidente respecto de este particular, asegurándole que con esto se juega la libertad de opinar de todos.
Arremetió Dresser con AMLO… “usted prometió que las peores prácticas del pasado habían terminado, pero la semana pasada se filtraron documentos de la Fiscalía General de la República, donde se propone una serie de reformas para seguir acosando a periodistas” le dijo.
La respuesta del tabasqueño ya se esperaba, en primer lugar se sintió ofendido al ser comparado con los anteriores gobernantes, para contestar que no tiene nada que ver con dicha reforma, que ni se había enterado hasta que lo leyó en un medio, pero señaló que el Fiscal General es autónomo, y que quien exonera a Moreira fue Calderón.
No tenía nada qué ver, pero Calderón de nuevo, su eterno adversario. Por posicionamientos como éste, el presidente insiste en que la prensa hable del pasado, y le allane el camino a su gobierno, echándole la culpa, como él lo hace, de todo a sus antecesores, pero esa no es la labor de los medios de comunicación, y no lo quiere entender.
Como por ejemplo, ante el preocupante aumento de la violencia e inseguridad; AMLO pretende que la prensa culpe a Genaro García Luna, ex titular de la Secretaría de Seguridad Pública durante la administración del ex presidente Felipe Calderón, quien enfrenta un procedimiento en los Estados Unidos, no en México, porque para el mandatario lo es.
López Obrador reclama, sin ninguna prueba de por medio, que antes no se denunciaban los actos de las autoridades, acusando a los medios incómodos de callar como momias, o ser defensores, encubridores y cómplices de los corruptos, y que ahora, desde que llegó al poder su movimiento, ya se fijan en el actuar del gobierno.
Preocupa que lo diga el presidente y que él mismo lo crea, sin embargo, actualmente se pueden investigar los archivos de esos tiempos en los que dice el mandatario que la prensa callaba, para darse cuenta que la verdad es otra, pruebas hay y de sobra.
No obstante, se pretende ocultar que en esta administración se reduce a su mínima expresión la libertad que se reclama, más a fuerza que de ganas, se comprometió con Denise a respetarla, aunque dejó entrever que existen leyes que se deben respetar, deslizando con ello la posibilidad de que Moreira puede tener razón, es por lo que resulta dudoso su compromiso.
La prensa no está, al menos la que no tiene bajo su control, para aplaudirle, la prensa está para ejercer la libertad consagrada en la Constitución, es la libertad que se defiende, y es la libertad que se reclama a la autoridad el compromiso de respetarla.