El pozo se tapa después del niño ahogado, dicho popular que es usado de manera muy regular en nuestro país para indicar que los remedios los queremos poner cuando el problema se ha desbordado. Y qué razón tiene esta expresión popular, sobre todo, en materia de seguridad en nuestro país pues desafortunadamente la prevención es materia de segundo lugar en las acciones de una sociedad donde la enfermedad crece y crece pero no se logra encontrar remedio.
Mucho se habla de la reconstrucción del tejido social, del cambio de mentalidad y, sobre todo, de la paz social; sin embargo, las acciones son limitadas y sin planeación; no existe una verdadera política para cumplir estos objetivos y la sociedad en nuestro país cada día esta más enferma, enferma de resistir el bombardeo de crueles noticias e imágenes, enferma de enterarse, por todos los medios, que no existe el temor a la autoridad y mucho menos el respeto a los derechos de los demás, que ya no existe el cariño a la ternura de un niño, ni la delicadeza ante la belleza interior y exterior de una mujer, todo se ha transformado en rencor y violencia, ésta enfermedad se esparce y agranda a lo largo y ancho de nuestro país y es aprovechada por el crimen organizado para lograr sus objetivos de poder económico y social.
Sí, estimados lectores, vivimos en una sociedad enferma, no es posible que alguien sano mentalmente cometa un crimen atroz, como el perpetrado a una inocente de siete años en la Ciudad de México; tampoco se puede entender como un sujeto desquiciado desoye a su novia sin ninguna limitación o como un servidor público sin ética profesional, vendiera las fotografías de este lamentable hecho y mucho menos que estas imágenes se hayan circulado sin pudor alguno.
Mientras esta enfermedad crece, las acciones que deben realizarse para atacarla, solo son reactivas y estas acciones no solo son de la autoridad, también la sociedad es pasiva y solo pretende reaccionar ante los cruentos acontecimientos.
¿Hasta dónde cumplimos con nuestra responsabilidad social?, ya he comentado en muchas ocasiones que no solo es un tema de policías y patrullas, es una obligación de cada uno de nosotros el prevenir, educar y, sobre todo, reafirmar valores, las y los ciudadanos del futuro dependen principalmente de la educación para salir del bache en que los hemos metido.
Sí es responsabilidad de la autoridad la aplicación de protocolos, la conservación de la paz a través del cumplimiento de la ley, velar por los derechos de las personas, procurar ambientes de seguridad, cuidar a sus ciudadanos, pero también, es una responsabilidad de las familias enseñar a nuestros hijos a respetar y ser respetados; nunca debemos justificar la violencia de los niños, ese es peor escenario; un niño violento que responde con agresión será el delincuente del futuro y si lo protegemos o lo incitamos, nosotros seremos cómplices de la formación de ese delincuente.
Entendamos que la seguridad escolar en gran parte es responsabilidad de la institución educativa, pero también los padres de familia deben participar; el respeto que nuestros hijos demuestren a los demás será la base para que sean ciudadanos de bien que hagan crecer a nuestro país en un ambiente de paz y seguridad.
Por cierto, muy lamentable la noticia del deceso del arquitecto Enrique Collado, un gran amigo e incansable luchador del medio ambiente; tan solo como un ejemplo, él dirigió los esfuerzos por relanzar un estudio muy completo sobre los mantos friáticos en la cuenca de Valle de Bravo, en paz descanse el amigo.