Las prácticas que se han vuelto ya cotidianas con el ejercicio de lo que debería ser parte de una Democracia, deriva en una que así es llamada siempre y cuando ésta sea a conveniencia de los diputados y senadores que se identifican con la 4T, porque utilizan el poder que absorben de una representación que se encuentra sobrerepresentada que les da una enorme mayoría, muy cercana a la calificada, para imponer su voluntad sobre el resto.
Todo gracias a las distorsiones de una ley obsoleta que en su momento benefició al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y que ahora beneficia a Morena, lo que deja en el vacío las prácticas del ejercicio democrático que tendría que haber en el Congreso de la Unión.
Además, como consecuencia de una negación sistemática de aceptar el papel de ser un real contrapeso para el poder ejecutivo, los morenistas y aliados se han convertido en una especie de oficialía de partes, utilizando esa mayoría para aprobar todo lo que envía el presidente Andrés Manuel López Obrador. En ocasiones, incluso, da la impresión que ni siquiera leen lo que están aprobando.
Pero no sólo lo que resulta del trabajo legislativo deja ver que el control absoluto lo tiene el titular del poder ejecutivo, sino que hasta se dan el lujo, como lo ha dicho en varias ocasiones el diputado Mario Delgado, de presumir que son la bancada del presidente.
Además, a esa representación en la Cámara Baja, que de por sí se encuentra amañada por la propia ley vigente, hay que sumarle 5 diputados del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y dos del PRI, para entender que los demás partidos políticos se ven reducidos a una mínima expresión que los deja sin poder hacer mucho para evitar el tránsito de propuestas, siempre y cuando éstas se encuentren ligadas sin reclamo alguno a la determinación del presidente.
La voluntad ciudadana emitió en las urnas, no sólo un cambio de gobierno, sino que éste lo dio sin control absoluto al Congreso, lo que ha dado como consecuencia la inexistencia de contrapesos eficaces, por lo que es fácil advertir que nos encontramos ante un presidencialismo imperial de facto.
Por lo mismo, es fácil descubrir que las decisiones del presidente no permiten discusión alguna, así lo han dejado claro los Diputados de la bancada morenista que con sobrada arrogancia aprueban las iniciativas que envía el titular del ejecutivo sin moverle una sola coma, perdiéndose toda posibilidad de la división de poderes.
Esto, ya lo ha sufrido en carne propia el propio diputado federal Porfirio Muñoz Ledo, por cierto de Morena, quien fiel a su estilo, no se la dejó pasar a sus compañeros de bancada, después de que votaron en contra de una reserva que presentó sobre la reforma de programas sociales.
El decano legislador fue mayoriteado por sus compañeros para desechar la reserva que presentó. Por lo que molesto Porfirio se dirigió a ellos y señaló que en el salón había cosas misteriosas, alguien diría que fantasmas, dijo, y en seguida soltó; “no es que me oponga a una dictadura silenciosa, sino que me parece que la hipocresía y el doble lenguaje no caben en la 4T, es infamante que en esta cámara solo se aprueben las reformas constitucionales que envíe el ejecutivo y no las que presentamos los diputados al congreso de la Unión…” y remató llamándolos émulos y lambiscones, además de hipócritas.
Es lamentable que encontrándose Muñoz Ledo en el ocaso de su carrera sea sometido de esta forma, desafortunadamente no ha sido la única, lo mismo le pasó cuando levantó la voz por la intervención de la Guardia Nacional con los migrantes centroamericanos.
Puede señalarse al legislador federal como uno de los pocos, si no es que el único, como congruente de las bancadas que integran el grupo parlamentario de Morena en ambas Cámaras, pues defiende su libertad de disentir ante el autoritarismo, que es semejante a aquel que se daba en la época de gloria del PRI, por eso señaló con pesar que “hemos dado un salto hacia atrás de 30 o 40 años”.
Llama la atención el señalamiento de Muñoz Ledo con relación a lo que invocó; “no es que me oponga a una dictadura silenciosa”. Eso deja ver con claridad lo que muchos hemos presumido, en especial porque lo dijo quien a caminado de la mano desde hace ya mucho tiempo al lado del presidente, de que estamos ante lo que parece ser el inicio de una dictadura.
En principio, la democracia que tanto presume AMLO, únicamente ha sido el vehículo que lo condujo al poder, porque es cuando la presume, pero cuando no le ha favorecido arremete en su contra. Ahora bien, las instituciones que soportan ese logro que por años se buscó y que es de los ciudadanos, le resultan al de Macuspana en este momento como un estorbo para imponer su voluntad, por lo que se ha encargado de colonizarlas con personajes leales a él, no precisamente cubiertos de conocimientos para responder correctamente en las tareas encargadas, para poder controlarlas, así lo ha quedado claro con la exigencia del 90% de honestidad y 10% de conocimientos.
Aunque aún falta la joya de la corona, el Instituto Nacional Electoral (INE), pero el asedio del que ha sido objeto el Instituto constantemente, parece que solo es cuestión de tiempo para tomar las riendas, y para eso llegó John Ackerman, para hacer ese trabajo sucio.
La Dictadura Silenciosa a la que se refiere Porfirio Muñoz Ledo no debería sorprender, pero si debería llamar la atención de actores políticos y sociedad en general para hacer algo al respecto, antes de que sea demasiado tarde.