La crisis financiera mundial que se presentó en 2008 fue precedida por una fuerte crisis inmobiliaria en 2007 que, recordarán, por el invento de los llamados Derivados Financieros de hipotecas de alto riesgo, hizo que se expandiera por los bancos americanos a todo el mundo, provocando la Gran Recesión Mundial de 2009. La situación recesiva se vio agravada en varios países por la Pandemia H1N1 y especialmente golpeó a México.
Esta vez la crisis vino al revés: apareció inesperadamente en noviembre del año pasado el Coronavirus y luego las medidas para tratar de contener la pandemia del Covid-19 hacen que en 2020 los mercados bursátiles se tambaleen y que la economía mundial se contraiga. Además, el desacuerdo de la OPEP hizo caer agudamente el precio internacional del petróleo, lo que agravó la inestabilidad financiera mundial.
La economía global se enfrenta ahora a varias amenazas en una cadena de efectos que se retroalimentan en un círculo vicioso: la primera es el hecho biológico de la aparición y propagación del Coronavirus y la segunda, que el efecto negativo que los drásticos medios para contenerla implican empeorar la situación económica al limitar los viajes, interrumpir el comercio y las cadenas de producción de la industria y desocupar trabajadores.
En tercer lugar, la situación se está desarrollando en un contexto en que algunos gobiernos y corporaciones han adquirido niveles históricos de deuda. Una profunda recesión económica podría desencadenar una cascada de incumplimientos. Esa menguada capacidad de pago de las empresas pondría a algunos bancos acreedores en aprietos.
Hay que recordar que para sacar a la economía estadounidense de la pasada recesión las autoridades monetarias han volcado al mercado entre 2008 y 2019 billones de dólares, propiciando el mantener bajas las tasas de interés. Y esto mismo ha impulsado a que las empresas se hayan endeudado enormemente. Y han utilizado esos préstamos en gran medida para recomprar sus propias acciones en el mercado bursátil, provocando un artificial auge bursátil que ahora amenaza con desmoronarse si no se continuara con esas medidas monetarias de apoyo (se calcula que la deuda de corporaciones privadas en Estados Unidos equivale casi a una cantidad igual a su producto interno bruto de 20 billones de dólares).
En días pasados hubo informes de que muchos activos que normalmente son líquidos, fáciles de comprar y vender, se estaban congelando. Esto era cierto para los bonos emitidos por los municipios y las grandes corporaciones, pero, más curiosamente, también para los bonos del Tesoro, que normalmente son la base del sistema financiero global. Sin duda, la gente estaba preocupada por la falta de liquidez del mercado.
Una sensación de impotencia alimenta el pánico que está impulsando a los inversores a deshacerse de activos financieros de todo tipo (empezando por acciones y papeles bursátiles), para hacerse de liquidez (efectivo) para enfrentar pagos de deuda en previsión de menores ingresos (ventas) por la crisis. Lo que a su vez daña aún más las perspectivas económicas y refuerza el miedo, en un peligroso ciclo de retroalimentación.
Los líderes mundiales comenzaron a preparar medidas para tratar de disipar ese temor. En Washington, la administración Trump y el Congreso se acercaron a un acuerdo sobre un limitado paquete de gastos para ayudar a la población y a los trabajadores y las empresas perjudicadas por la pandemia.
Por su parte, en medio de las turbulencias del mercado en Wall Street la Reserva Federal de Nueva York dijo recientemente que aumentará la cantidad de dinero que ofrece a los bancos para sus necesidades de financiamiento a corto plazo, principalmente para empresas que temporalmente carecen de liquidez.
Para tratar de ayudar a garantizar que los mercados de financiación funcionen correctamente la Reserva anunció que aumentará la cantidad que ofrece en operaciones nocturnas de $ 100 mil millones a $ 150 mil millones de dólares por medio de acuerdos de recompra (lo que permite que compañías que poseen muchos valores, pero que tienen poco efectivo, pidan dinero prestado a bajo costo, para darles liquidez, reforzando su capacidad de pagar sus deudas).
Sin embargo, las medidas fueron recibidas con escepticismo inmediato. Aunque se piensa que éste es un paso en la dirección correcta de proporcionar liquidez adicional se considera que todavía es un paso pequeño, con sólo efectos a muy corto plazo, financiamiento a plazo limitado y sin alcance global.
La volatilidad en los mercados en las últimas semanas refleja la profunda incertidumbre sobre el futuro cercano de la economía mundial. Pero por ahora se agrava por ese algo extraño que ocurre justo debajo de la superficie, creando turbias ondas que surgieron en estas semanas turbulentas.
En fin, esas acciones, aunque son una fuente de alivio para las personas y las empresas, no pueden eliminar por sí mismas las diversas amenazas para la economía global, en un mundo sacudido por estas amenazas. Además de los problemas propios del fatal ciclo económico, se sufre el aumento en el nacionalismo, el proteccionismo y un retroceso a la globalización que obstaculiza la pronta respuesta.
En vez de reforzar las fronteras se debe inspirar una acción coordinada a través de ellas que propicie una rápida contención de la actual pandemia y una más pronta recuperación de la economía mundial.