La caída en la actividad económica mundial de estos tres primeros meses del año, que abarca a gran número de países de Europa, Asia y América Latina, trae consigo otras dos amenazas financieras: en primer lugar, una crisis financiera internacional y, por otro lado, crisis en los sistemas financieros nacionales en cada uno de los países. Veamos.
Las acciones más golpeadas en Nueva York han sido las del sector de energéticos minerales (Energy minerals), seguidos por las acciones del sector financiero. Les siguen las del sector de transportes, Servicios Comerciales y Servicios de la Salud, en ese orden.
Esto no es más que el reflejo de las políticas públicas en la globalización. Al suspender Trump de manera torpe y errática los viajes entre Europa y EEUU, provocó un daño que resintieron no solo las acciones en la lonja de Nueva York, sino que las bolsas asiáticas y posteriormente las europeas se contagiaron de un elemento sumamente dañino para las bolsas: la incertidumbre. A esto es a lo que podríamos llamar el efecto Trump: el caos derivado de decisiones erráticas.
Al darse las noticias de la propagación del covid-19, los primeros en ser afectados fueron los sectores de transporte de pasajeros y demás relacionados con el turismo, entre ellos y de manera destacada, la industria de la aviación; no solo en el transporte sino afectando a los mismos fabricantes: las acciones de Boeing cerraron el lunes 30 de marzo a 152.28 USD por acción, después de haber estado a 386.89 USD por acción el 26 de septiembre de 2019, una pérdida de más del 60 por ciento en el periodo mencionado.
Posteriormente, las draconianas, pero necesarias medidas de cierre de empresas primero, y confinamiento en casa de la población después, tanto en Europa como en parte de los EEUU, asestaron un duro golpe a la actividad económica en general: el mundo se ha dado cuenta que el trabajo en casa no logra sustituir a las cadenas globales de valor. Y los indicadores son muy claros: tan solo en los EEUU, el 26 marzo se publicó que una cantidad sin precedentes de 3.28 millones de personas solicitaron acogerse a las prestaciones por desempleo en Estados Unidos la semana anterior, frente a las 282 mil solicitudes de la semana previa, y dicha cifra se consideraba subestimada pues los sistemas no se dieron abasto para atender todas las solicitudes. El jueves 2 de abril, las solicitudes de apoyo por desempleo sumaron 6.64 millones: el doble que la semana anterior.
Los despidos, y de hecho despidos en masa de las grandes empresas, o en su caso, el retiro forzado con una disminución salarial importante, han afectado las expectativas de ganancias de las empresas; y la existencia de los seguros contra el desempleo existentes en varios países de la OCDE, no han sido suficientes para calmar a los mercados bursátiles, los cuales ya anticiparon bajas en las ventas y por consecuencia en las ganancias de las empresas, por lo que la caída de las bolsas se generaliza.
La tardanza en las respuestas de varios gobiernos (Italia, España y sobre todo los Estados Unidos), sumados a posiciones negacioncitas o minimizando la gravedad de la situación, llevaron a una crisis que desbordó los sistemas de salud o amenaza con desbordarlos, dado el alto número de contagios y fallecidos. México se acerca, peligrosamente desde nuestro punto de vista, a esta situación.
A lo anterior se suma la falta de una respuesta coordinada, ya sea por medio de la OCDE, el FMI o el Banco Mundial (y que al momento de escribir estas notas sigue sin darse), dando lugar a respuestas individuales por parte de cada país y, lo que es más grave, lentas en su instrumentación (como es el caso del espectacular monto de apoyo a la economía anunciado por el gobierno Trump, de más de dos billones de dólares). La excepción es la Unión Europea, que a través del banco Central Europeo está tratando de coordinar las diversas medidas financieras al interior de la UE, con relativo éxito.
Otra medida que ha sido puesta en marcha ha sido la oferta de créditos del FMI: ofreció aproximadamente USD 50.000 millones a través de servicios financieros de emergencia con rápido desembolso a países de bajo ingreso y de mercados emergentes que podrían solicitar apoyo. De esa suma, USD 10.000 millones están a disposición de los miembros más pobres, libres de intereses, mediante el Servicio de Crédito Rápido. La República de El Salvador se ha acogido a esta oferta.
Estas acciones no han sido capaces de frenar le caída de los índices accionarios: las malas expectativas de la economía mundial, sumadas al efecto Trump, generan, aparte de incertidumbre, efectos en cascada que ahora comienzan a transmitirse al sector financiero. Si estas medidas hubieran sido anunciadas de manera conjunta, o cuando menos haciendo referencia una a la otra, estamos seguros que los mercados y la economía mundial hubieran reaccionado muy positivamente.
La realidad de cierres de empresas, voluntarios u obligados por las autoridades, conlleva, en el mejor de los casos, a una disminución de los ingresos de los trabajadores y por consecuencia a una caída de la demanda total de diversos tipos de bienes; y, por otro lado, a una disminución de la oferta, lo cual plantea presiones inflacionarias y, en el caso de varios países en desarrollo, devaluación de facto de sus monedas, pues los tenedores de la moneda local convierten sus haberes hacia las monedas extranjeras, preferentemente el dólar, ante la incertidumbre y buscando preservar su riqueza (más aparte los probables especuladores).
Este deslizamiento del tipo de cambio también genera presiones inflacionarias por aumentos de los precios, en moneda local, de los bienes importados; aumentos de precios que son transferidos al consumidor final.
Todo este panorama ha hecho que los títulos accionarios de los bancos internacionales se desplomen, pues las expectativas de los negocios internacionales son bastante pesimistas, comenzando por la interrupción de la producción de las cadenas globales de valor, y finalizando por la caída de los mercados de consumo.
Como ejemplos de caída de los títulos bancarios, las acciones de Citibank en Nueva York pasaron de un valor de 81.12 USD dólares por acción el 17 de enero de 2020, a 44.18 USD por acción el 30 de marzo; los ADRs negociados en Nueva York de Sumitomo Mitsui pasaron de un precio de 7.52 USD el 18 de diciembre de 2019, a 5.09 USD el 30 de marzo; y los ADRs de Societé Genérale pasaron de 7.09 USD el 2 de enero de este año, a 3.42 USD este 30 de marzo.
La previsible crisis del sector financiero internacional hace reflexionar en la necesidad de que los bancos centrales de los diversos países tengan listas líneas de crédito para apoyar a sus sistemas financieros, o para apoyarse mutuamente.
Una medida en ese sentido, instrumentada con el fin de estabilizar las monedas de algunos países en desarrollo, fue instrumentada por la Reserva Federal hace algunos días al abrir la llave para swaps para los países que estaban viendo muy devaluadas sus monedas, especialmente en Latinoamérica, como es el caso de México, a quien se le abrió una línea por USD 60,000 millones.
En estas condiciones, creemos que es muy probable que los bancos centrales de varios países tengan que asumir su rol de prestamistas de última instancia, medida para la cual muchos de ellos tal vez no estén preparados, por lo que es de esperarse una serie de quiebras al interior del sector financiero en varias de estas naciones.
Y el otro gran problema que se cierne es una crisis en el sistema financiero internacional, tanto por los resultados de los bancos, que no se esperan muy buenos en el corto y mediano plazo, así como por los inversionistas institucionales que tienen recursos en ellos: la baja en el precio de las acciones bancarias afectará el rendimiento de varios fondos de inversión, entre ellos los asociados a pensiones de retiro, los cuales invierten de manera globalizada.
Las probables medidas
Varias son las ideas que deben irse preparando para afrontar una muy probable crisis del sistema financiero internacional y de los sistemas financieros particulares.
1. La primera de ellas sería la creación, como en recientes crisis financieras, de un ‘bad bank’ en cada institución financiera afectada, de tal manera que, en común acuerdo con las autoridades financieras de cada país, se permita ‘sacar’ de la contabilidad aquellos activos demasiado emproblemados e irlos incorporando conforme la situación económica se vaya recuperando.
2. En línea con lo anterior, dar facilidades fiscales, no necesariamente condonaciones de impuestos, a las instituciones financieras emproblemadas, de tal manera que puedan pagar sus impuestos de manera diferida con tasas de interés al nivel de la inflación.
3. Los sistemas de protección a los ahorradores, como el IPAB en el caso mexicano, son buenas instituciones, pero me temo que serán insuficientes de profundizarse y extenderse la crisis. Por esa razón, es necesario que el gobierno esté muy al pendiente de su eficaz funcionamiento.
4. Como ya dijimos, que los bancos centrales abran líneas de apoyo financiero a los bancos comerciales que así lo requieran a fin de evitar corridas financieras.
5. Ampliar el monto de USD 50,000 millones de dólares del FMI mencionado líneas arriba, para prestárselos directamente a los bancos centrales de un país, sobre todo de un país en desarrollo o de un país desarrollado pero con graves problemas financieros, sin la condicionalidad del Fondo y con 5 años de gracia, con el fin de apoyar a sus sistemas financieros. Estas líneas de crédito pueden crearse de manera coordinada con el BIS, la Fed y el Banco Mundial.
6. Apertura de una línea de crédito emergente en el Banco Mundial para los países en desarrollo, con la restricción de que sea utilizado únicamente en el sector agrícola y bajo la supervisión del Banco Mundial, con el fin de asegurar la producción y distribución de estos productos. Estos préstamos deberán ser utilizados para la compra de insumos, maquinaria, capacitación y comercialización.
7. Y finalmente, dependiendo de la capacidad de cada estado, pero reconociendo que es una imperiosa necesidad en muchos de estos países, instrumentar un periodo de gracia de al menos tres meses en el cobro de los bienes y servicios gubernamentales para empresas y hogares.
Estamos en tiempo. No dejemos pasar la oportunidad de prever y adelantarnos a los acontecimientos.
*Doctor en economía por SciencesPo París; profesor en el Departamento de Economía de la UAM Azcapotzalco.