De ser José Antonio Meade Kuribreña, como todas las voces parecen indicar y coincidir, el candidato “ciudadano” del PRI a la Presidencia de la República, y en el caso de que obtenga el triunfo, el tricolor volverá a ser huérfano e instrumento de lucha de militantes, dirigentes y gobernadores activos, que buscarán con uñas y dientes hacerse de la dirigencia para, desde ahí, fortalecer sus grupos, armar acuerdos, ganar posiciones y con ello amasar o aglutinar mayor poder político y fortuna, para construir desde ya su propio proyecto de nación.
Nadie cree o imagina dentro de las filas del tricolor que un externo vaya a decidir quién será el dirigente de ese partido y por consecuencia, revise las listas de aspirantes a cargos de elección popular y defina con su dedo quienes serán candidatos.
Ningún militante de hueso colorado que haya obtenido sus cargos y riqueza gracias al PRI, permitirá que un ajeno a la casa les diga qué y cómo deben hacerle para seguir siendo gobierno en las entidades o en los congresos locales, lo que provocará una cena de negros entre los mismos priistas que buscarán, en río revuelto, ganancia de pescadores.
Pasará lo mismo que sucedió cuando Vicente Fox y Felipe Calderón gobernaron el país, y la lucha imaginan, será encarnizada ante la falta de cabeza en el caso de que Meade sea presidente. Lo mismo sucederá, claro, si gana Andres Manuel Lopez Obrador o nuevamente el PAN. Como sea, el PRI será secuestrado por un grupo que ausente de padre, verá cómo se hacen de su dirigencia.
No falta mucho para verlo.