La violencia en las cárceles de nuestro país no es noticia nueva. El control de los internos y el pago de protección ha sido una constante durante muchos años en un sistema penitenciario desgastado y anacrónico. ¿Será que los responsables no pueden o no quieren darse cuenta de un problema que se agudiza cada vez más con el paso del tiempo o será que nuestro sistema carcelario necesita una reingeniería urgente?
Probablemente la respuesta esté en un análisis desde hace años, de las mismas propuestas infructuosas o de la falta de innovación en lo que se pretende sea la reinserción social de quienes han realizado conductas antijurídicas.
Ya es momento de pensar en que la reinserción social no puede continuar intentándose en quienes están internados en lugares donde la ley del más fuerte predomina, en donde la falta de actividad productiva crea verdaderos dependientes del sistema y donde los criminales crean escuelas del delito; en realidad, son más los que aprenden lo negativo en los penales que los que salen renovados y listos para continuar por el camino de la legalidad.
Al parecer, el último innovador del sistema penitenciario fue Sergio García Ramírez quien propuso la cárcel sin rejas, que pretendía dejar entrar y salir a los presos de menor peligrosidad. El programa piloto se inicia y aunque no fue fallido, tampoco se continuó con su desarrollo. Aunque el mejor ejemplo de cárcel sin rejas, son las Islas Marías, que aunque no permiten el pleno movimiento de los reos en el continente, si permiten que su desarrollo sea en sociedad, con familias, en “libertad”.
En realidad, viéndolo desde la perspectiva práctica, la readaptación social sólo cambio su denominación por la de reinserción social, pero los métodos siguen siendo los mismos y los resultados igual.
Debemos pensar en cambios verdaderos, por qué no separar la pena corporal (cárcel ) de la reinserción, cuestión que debería supervisar el estado de cada individuo en su propio entorno social.
Si no queremos en todas las cárceles de México un “Tatos”, debemos innovar y cambiar nuestra idea del castigo y la de reinserción.
La violencia es parte de la problemática que se agudiza con el hacinamiento en los penales, la venta de estupefacientes, el cobro por beneficios y canongías, pero sobre todo un sistema penal acusatorio establecido al vapor y sin capacitación suficiente para jueces, Ministerios Públicos y defensores.
Todo este embrollo jurídico y penitenciario nos da como consecuencia la falta de control en los centros de readaptación, la ya mencionada anarquía y lógicamente el fracaso de un Estado en el intento de ejercer el control social a través de aplicación de la ley penal en la comisión de delitos.
Por cierto, ¿sabía usted que en el Centro Penitenciario de Almoloya de Juárez, ahora Santiaguito, se estableció por primera vez la cárcel sin rejas?.