Brutal, se espera la caída en la economía mexicana de continuar por el rumbo que peligrosamente está tomando la política de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Desde el inicio de su gobierno, que se asume como la Cuarta Transformación del país, al nivel de la Independencia, La guerra de Reforma y la Revolución Mexicana, ha quedado algo muy en claro, y que parece que no pueden verlo todos los mexicanos, la inexistencia de un verdadero Proyecto de Nación.
Carlos Urzúa lo señaló en su momento, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) le generó grandes diferencias con el presidente, y en donde intervino directamente Alfonso Romo, jefe de la Oficina de Presidencia. Las propuestas de Romo y Urzúa contrastaban por mucho entre sí. Al final, la versión que autorizó López fue la de Romo, incluso, presumió que le tocó escribirlo, porque había otra versión y sintió que era “continuismo”.
Eso puede explicar porqué el país se encuentra como se encuentra. López Obrador señaló que la versión de Urzúa no representaba la visión contra la política neoliberal, a la que se ha empeñado de culpar de todos los males de México.
Por su parte, el ahora ex secretario de Hacienda, entendiendo la importancia de la elaboración del documento y consciente del término para que el ejecutivo lo entregara, cumplió con su deber. Quedarán en el limbo las propuestas que deberían haberse aplicado al plan de desarrollo. A la postre, Urzúa presentó su renuncia porque, señaló, se estaban tomando decisiones sin sustento.
AMLO nombró entonces a Arturo Herrera como nuevo secretario de Hacienda, el revuelo que generó en los mercados la renuncia de Urzúa, se calmó al conocer el movimiento, con la esperanza de que la formación académica de Herrera podría con el paquete, y que haría los ajustes necesarios para que la economía del paìs caminara por la senda correcta. Sin embargo, el nuevo secretario resultó un fiasco, sin personalidad, sin los arrestos necesarios, terminó por ser un feo florero.
El presidente entonces, presentó a la Cámara de Diputados su Plan Nacional de Desarrollo para su discusión y aprobación, en el que debería precisar los objetivos nacionales, estrategias y prioridades del desarrollo integral y sustentable del país, la pregunta sería; ¿qué fue de él?.
El 26 de junio de 2019 el diputado Porfirio Muñoz Ledo, dio a conocer el acuerdo con el que se aprobó el PND 2019-2024.
No obstante, a la distancia en el tiempo, hemos sido testigos de una impresionante cantidad de ocurrencias surgidas de las ideas del mandatario, de las que sin más, son autorizadas por el poder que debería ser un contrapeso para la voluntad presidencial, convirtiéndose, en no pocas ocasiones, en una simple oficialía de partes.
Pero, también es clara la inexistencia de una oposición al poder del gobierno actual, ya sea por conveniencia o por miedo, pero no hay quien exija cuentas a la administración lopezobradorista. En el mismo sentido, la sociedad civil parece estar extraviada y pasmada, mientras que el de palacio se despacha con la cuchara grande.
¿El resultado? Una serie de reformas constitucionales y decisiones presidenciales que hacen pronosticar un panorama catastrófico para el país. Aún es joven esta administración y se esperan más modificaciones, incluso, antes de las elecciones del próximo año.
Dentro de esas reformas, no debe dejarse de lado la del intento de otro mandato de López Obrador, aunque diga mil veces que sólo estará un sexenio, la verdad no es parte de su filosofía, sólo en el dicho. Mientras eso sucede, la poca oposición al mandatario se entretiene con su forma de hablar o de vestir, con escasos o nulos resultados.
Y es precisamente lo que bien le acomoda a López Obrador, porque aparece en su calidad de víctima, muy conveniente para él, porque la forma de pensar del mexicano común es la de arropar al que considera se encuentra en desventaja para defenderlo de sus enemigos. Sin detenerse a pensar que en realidad se trata del personaje más poderoso del país, y que así lo hace sentir en cada oportunidad que tiene.
Por lo mismo, quienes intentan oponerse a las arbitrariedades de López Obrador son silenciados por las hordas de sus incondicionales, o se eclipsan por sí mismos, al atacar a la persona y no a sus decisiones, que son las que le están haciendo un grave daño a México.
Justamente fallan en esa estrategia, ya que en lugar de debilitarlo, terminan por fortalecerlo. Y ahora, con el show de Lozoya, el presidente se siente feliz, feliz, dirigiendo la atención de todos a donde le conviene, para que no se hable de los muertos por el Covid-19, o por la violencia, o por la caída estrepitosa de la economía y el empleo. Y recupera, lo que es y ha sido su objetivo, mantener los niveles altos de aceptación popular.
Por eso, la estrategia de denigrar la imagen de AMLO, su forma de hablar, su vestuario, sus ocurrencias, sus chistes, etcétera, no los llevará a ninguna parte, porque se olvidan de lo principal, por estar empeñados en criticar eso que quiere que critiquen, dejando de lado lo que sí es importante: la ausencia de una verdadera política de Estado.
No hay un plan para enfrentar los principales problemas que sufren actualmente los mexicanos. Enfermos, pobres y sometidos por la delincuencia, parece ser la política a seguir, mientras la sociedad no diga otra cosa.