Durante la mañanera del viernes 18 de septiembre que suelen llamarles en el gobierno federal “conferencias”, y que acostumbra el presidente Manuel López Obrador todos los días desde Palacio Nacional, pidió a su equipo de Comunicación Social buscar la portada del periódico Reforma cuando tocaba el tema del pronunciamiento del grupo de intelectuales y académicos, para ver si éste aparecía en la primera plana, el mandatario río señalando la pantalla que decía: “Suma México 45 masacres”.
Desde luego que el contexto estaba encaminado a criticar la postura de los intelectuales, a los que López identifica como sus adversarios, por el sólo hecho de pensar diferente. Pero el caso era con ese tono sarcástico acostumbrado del mandatario, exhibir a éstos y al rotativo.
El presidente ha acostumbrado a una gran parte de la sociedad y medios de comunicación que toma por la ligera los asuntos que deberían ser prioritarios. Con una simpleza descomunal que espanta, pues piensa, y en verdad así parece ser, que todo lo que se publica tiene que ver con él o con su forma de ver la gobernación. Así de limitado.
Dueño del micrófono y del ton que lleve el evento como quiera llamarlo, impone el tema a tratar, y cuando no es así, casualmente uno de esos personajes sentados en la primera fila atinan a la pregunta cómoda para que se aborde lo que quiere el tabasqueño.
López Obrador en este caso se refería al documento firmado por los intelectuales, los conservadores, como identifica a todo aquel que no está de acuerdo con él, y haciendo gala de adivino, adelantó que el medio de información que ha sido objeto de múltiples ataques de su parte, y de todas formas posibles, lo habría colocado en la primera plana como nota principal.
Sin embargo, si atinó en algo el tabasqueño. El Reforma hacía alusión a una noticia importante y que le rayaba la lámina a su gobierno, un encabezado que denunciaba una de las consecuencias de la falta de estrategia en seguridad por parte de su administración que se entendía por sí misma con tan sólo un vistazo, lapidario porque dejaba clara la intención de la nota.
Al presidente le pareció divertido el hecho de que para él, resulta predecible El Reforma con sus noticias, en especial por el manejo, que según el mandatario, le da preferencia a las noticias en su contra, y por colocarlas como prioritarias. Pero, y es la tragedia, al pensar López que todo se trata de él o de su inefable gobierno, su risa estúpida lo coloca en una comedia trágica inexplicable.
López, al señalar con el dedo la pantalla dijo con incomprensible humor; “ahí está, miren, ahí están las masacres” seguida de un: je je je que dejó helados a más de uno, la risa sórdida retumbó en el salón sorprendiendo a la gran mayoría que no atinó qué hacer, y que dejó en ese espeluznante encuentro consigo mismo sólo al presidente, nadie lo secundó.
Por un momento, al sentir esa soledad de quien sabe que ha cometido una imperdonable torpeza reaccionó, aunque aparentemente no le importó mucho, sólo atinó a decir “son predecibles, muy obvios”.
El comentario y la risa irónica dirigida a sus adversarios los del Reforma, fue interpretado por gran parte de la sociedad como una ofensa, como una descarada burla; en consecuencia, no fueron pocos los que reclamaron por el desplante.
De entre los ofendidos se encuentran los integrantes de la familia LeBarón que levantaron la voz por identificarse en esa penosa estadística, por haber sufrido en carne propia el dolor de perder a sus familiares en una de esas 45 masacres que en algún momento López prometió que ya no habría.
Representa una verdadera tragedia que el presidente, que es el que más encuentros ha sostenido con la prensa por sus mañaneras de todos los días, utilice ese tiempo para lavar su cara, o para imponer en la agenda cualquier ocurrencia, con tal de no hablar de lo verdaderamente importante.
El rosario de incumplimientos es tan extenso que no hay por donde empezar, pero al presidente le preocupa su popularidad, con la finalidad de alcanzar en el 2021 lo que necesita para terminar de construir su “cuarta transformación”, que por lo que ha demostrado, no es otra cosa que conservar todo el poder.
¿De qué se ríe el presidente? Tal vez lo que festeja López Obrador es que desde su posición ya nadie le puede negar nada, porque al colonizar a las instituciones que deberían ser contrapeso, le obedecen sin mayor reclamo, pulverizando así la incipiente democracia que asomaba la cabeza en suelo azteca. Imperfecta sí, pero gracias a ella el tabasqueño llegó al poder.
Tal vez se ría porque ve a todos sus posibles adversarios pequeños, porque cualquier esbozo de oposición se ha empeñado en pulverizar, ya se trate de un actor político, como Calderón, de algún medio de comunicación, o de cualquier integrante de la sociedad civil inconforme.
Sí, le toca reír al presidente, y lo hace porque puede, porque piensa que tiene sometidos a todos bajo su voluntad, porque no ve rival que pueda colocarlo frente a la enorme cantidad de mentiras que dice y repite todos los días, y mientras él ríe, el país se cae a pedazos.
Ría señor Presidente, y grávese su risa, tal vez en un futuro necesite recordarla.