El nacimiento de la sociedad humana va acompañado siempre del nacimiento de ciertas imágenes especiales relacionadas con singulares sujetos u objetos, creados o encontrados. Pero estas imágenes son importantes creaciones simbólicas, parte del inconsciente colectivo. Los seres humanos formamos con ellas una segunda naturaleza, nuestro archivo cultural históricamente acumulado.
Estas imágenes, adoradas, temidas o prohibidas, pueden poseer el poder de influenciar porque son imágenes a las que se les atribuye poder, son relativamente buenas o malas, que protegen o dañan, como hay objetos y personas buenas y malas.
Estas destacadas imágenes han sido clasificadas como tótems, fetiches o ídolos, según las relaciones que guarden con las cosas, dependiendo de las prácticas sociales y narrativas de su contexto. Por ejemplo, el Becerro de Oro del que narra la Biblia es un ídolo ¨sagrado¨ cuando es visto como la imagen de un Dios; o un tótem visto como imagen producida por la sociedad que se da a sí misma identidad (tribu o nación) y un fetiche cuando se materializa en un pequeño objeto ¨mágico¨ representativo (por ejemplo, un dije en una pulsera, collar o prendedor con un amuleto natural o un fabricado talismán).
En esta era de la reproducción biocibernética, algunas imágenes cobran una singular importancia y reemplazan gradualmente a las imágenes representativas de la pasada época de la reproducción mecánica (cuyas figuras más recientes fueron mecanismos como el robot, la fotografía y la secuencia cinemática).
Hoy, en cambio, los mecanismos simbólicos más representativos son las figuras del clon y del cíborg, en que la línea de ensamble es manejada por computadoras y las materias primas que salen como producto terminado de la línea son organismos vivos, como la oveja clonada Dolly.
Vivimos así en una época de reproducción biocibernética en que la ingeniería biogenética cumple el viejo y peligroso anhelo humano de crear una ¨imagen viva¨, gracias a la combinación de la tecnología de la computadora y la ciencia biológica.
La Biocibernética abarca desde los más grandiosos planes cibernéticos para fabricar un controlado ¨nuevo mundo feliz¨ de perfectos cíborgs al servicio del ser humano hasta el incierto campo de la Biología (salud y enfermedad) con multitud de monitores digitales que registran sus signos vitales y sus estadísticas, pero no escapan de los peligros de las enfermedades y las amenazas de los destructivos virus.
Cibernética significa controlar, gobernar. Bios representa la vida, lo que escapa al control, aunque buscamos controlarlo. Así, la biocibernética se refiere no sólo al campo del control y de la comunicación, sino también a aquello que elude el control o impide la comunicación, sean virus naturales o de computadora, hasta el sabotaje o el terrorismo que se distinguen por sus ataques anónimos.
El tema de los tiempos actuales de la biocibernética es de ¨las cosas que cobran vida¨, de adelantos en la biología, pero también de organismos que salen de la naturaleza e invaden los cuerpos humanos destruyendo a muchos en el camino, como hacen los malhadados virus que al presente nos amenazan.
Así, la ansiedad de la era mecánica sobre el posible colapso de la máquina utilizada para servir al ser humano es gradualmente reemplazada por el pánico actual ante la amenaza de estos destructores de organismos invisibles. Predomina el temor ante el descontrolado crecimiento de estas estructuras genéticas que tienen vida propia -cáncer, virus, que pueden afectar a cuerpos físicos- así como los ¨gusanos¨ informáticos que pueden impactar redes electrónicas o eléctricas. Y lo más terrorífico es que no tenemos imágenes de estos mortíferos anónimos virus que sólo pueden ser neutralizados mediante vacunas.
Es interesante recordar que esta macabra narrativa simbólicamente empezó en la ficción moderna con la figura de Frankenstein (1818), hasta llegar a su ficticio equivalente contemporáneo: los ¨dinosaurios clonados¨ que aparecen en la película de Parque Jurásico (1993) y sus interminables secuelas que cada vez asustan menos que los diminutos virus invisibles reales del siniestro Parque Virásico que es el mundo entero hoy.
Ahora aparecen en el mundo nuevas amenazas reales, no de ficción como Frankenstein, ni solamente dinosaurios fósiles reanimados ficticiamente en las películas, sino una especie verdaderamente mortífera de virus, el coronavirus. Este microorganismo invisible, como sabemos, causa diversos trastornos orgánicos introduciéndose como parásito en una célula para reproducirse en ella. Sin vacuna aún, la pandemia es la mayor amenaza actual contra la humanidad.
Por analogía, llamamos ¨virus¨ también a un programa de computadora confeccionado en el anonimato, que tiene la capacidad de reproducirse y transmitirse independientemente de la voluntad del operador y que causa alteraciones más o menos graves en el funcionamiento de la computadora. Esa es otra gran amenaza actual de la cibernética.
La diferencia es que el virus o gusano informático es creado por el ser humano (delincuente) para atacar las computadoras, y que el mismo ser humano (creativo) ha creado antivirus para limitar su daño.
En tanto que el Coronavirus proviene de la Naturaleza y ataca a los seres humanos. Y debido a la globalización amenaza con su contagio a toda la población del orbe.
Estamos a ciegas en espera de cura contra el virus y la vacuna o medicinas que limiten su daño. La enorme paradoja de este terrible virus, tan minúsculo que no tenemos una imagen de él, es que en una época como la actual en que las imágenes son tan accesibles, el virus es prácticamente invisible. Y debido a la globalización, provoca infinidad de estragos muy visibles en todo el planeta, verdaderas imágenes inquietantes de cadáveres que esta tragedia inflige a la humanidad.
Esperemos que lo peor pase pronto y podamos regresar a la vieja normalidad, si eso es posible, con nuestras sonrientes imágenes, congelados selfies olvidados de la tragedia de la historia y de la historia de la tragedia...hasta nuevo aviso.