La mayor parte del país está en semáforo naranja, aunque algunos estados ya regresaron al rojo por el repunte en el caso de contagios por Covid-19. Pero el gobierno federal no quiere usar la palabra “rojo”. Tienen pánico, se les advierte, pero prefieren seguir “llevándosela tranquila” con la población, sin importar las consecuencias de lo que eso representa.
El subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, salió a decir que “el semáforo está en naranja, pero en este momento el color es intrascendente”. La jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, también se negó a colorear la pandemia que sufre la capital del país. Sólo respondió que “había alerta sanitaria, emergencia” e hizo un llamado a la población para quedarse en casa.
En el Estado de México las cosas no están muy diferentes. Hay reticencia a decir que la pandemia se ha salido de control otra vez. Estamos en los niveles del 20 de junio.
El gobernador Alfredo Del Mazo Maza reconoció que estamos en medio de un repunte importante de contagios y de hospitalizados. Anunció una serie de medidas de prevención más duras para disminuir la movilidad, la saturación de espacios, las aglomeraciones y las actividades que generen riesgos para todos. Está claro que estamos en alerta.
A partir de hoy, y durante las siguientes dos semanas, todos los comercios no esenciales cerrarán sus puertas a las cinco de la tarde. Se refieren a tiendas departamentales, centros comerciales, espacios destinados a actividades culturales, gimnasios, locales de actividades no esenciales y parques.
Los restaurantes también deberán cerrar a las 17:00 hrs. y a partir de esa hora sólo podrán ofrecer servicio a domicilio; las actividades esenciales como farmacias y tiendas de autoservicio podrán seguir operando en horarios regulares, con aforo máximo del 30 por ciento. Nada de bares, centros nocturnos, ni salones de fiestas.
Del Mazo pide a los mexiquenses quedarse en casa, evitar fiestas, reuniones, posadas, peregrinaciones y cualquier actividad que nos ponga en riesgo.
Y viene el dramático llamado: “si saben de alguna actividad no permitida que esté operando, repórtenla al 911 para tomar las medidas pertinentes”. Todo, pero no pasar de ninguna manera a semáforo rojo.
Hay desesperación, pero no quieren admitir que estamos frente a una emergencia sanitaria. Los hospitales están llenos, no hay espacios disponibles y la gente está muriendo en sus casas, ante la impotencia de los familiares que nada pueden hacer.
Detrás de la negativa a ubicar el color rojo, no sólo se encuentra la imagen política de quienes tienen en sus manos la decisión. Es parar al país, detenerlo, frenarlo, como lo hicieron en abril-junio y la economía mexicana tan endeble no podría superar esta nueva parálisis.
Eso es lo que mantiene al semáforo en naranja, pero, mientras, la gente sigue muriendo. Estamos muy cerca de los 120 mil decesos oficiales en el país, el doble de la cifra “catastrófica” proyectada por Hugo López Gatell.
No se ve para cuándo pueda parar.
Por eso se apresuraron a aprobar la vacuna de Pfizer, pero es claro que ni ésta detendrá los fallecimientos. No hasta que se tomen medidas drásticas, porque la gente sigue sin entender que debemos cuidarnos.
Hay fiestas por doquier, reuniones masivas, festejos. En las comunidades rurales la gente sale a la calle sin cubrebocas, y de las medidas preventivas, ni hablar.
Por eso hemos llegado hasta aquí. Hay que crear conciencia, no hay que confiarnos. Es nuestra vida la que está en juego…